Fantasmas

5 1 0
                                    

Me desperté con la respiración agitada y sin saliva en la boca; habían pasado muchas noches desde mi última pesadilla, pero parece que el miedo no quiere separarse de mi lado. Intento emitir algún sonido en mi garganta, un grito, tan solo un susurro, pero lo único que consigo es esbozar una mueca de horror cuando observo a través de mi ventana una sombra con alas, apuntando con sus enormes y rojos ojos hacia mi cara. Me escondo debajo de la sábana:
- Como si esto fuera a protegerme de los monstruos...-me repito a mi misma-.
Cuando consigo asomarme débilmente por encima de la manta que todavía sostengo con fuerza, respiro algo más profundo al no ver nada a través del cristal. Vuelvo a tumbarme, tengo que intentar descansar, hace ya demasiado tiempo que no soy capaz de dormir varias horas del tirón, y esto me tiene exhausta. No han pasado ni cinco minutos cuando noto algo frío rozando mi pie. Me incorporo rápidamente y mi cuerpo deja de responder; mi pulso se ha parado por segundos, antes de comenzar una carrera; noto las gotas de sudor resbalar por toda mi piel; mis pupilas oscilan, incrédulas, mientras mis ojos yacen fijos sin parpadear; no puedo coger aire, ni siquiera sé cómo o por qué sigo consciente. Ante mí, se hallan los peores demonios que nadie se haya imaginado, observándome, sin realizar ningún movimiento, en el borde de mi cama. Quiero gritar, quiero salir corriendo, pero mi mente sigue sin ser capaz de manejar mi cuerpo. La sombra con alas ha tomado forma propia, ahora se encuentra ante mi mirada un ser espectral, negro como el carbón, con una terrorífica mirada capaz de atravesar toda materia; sus alas son parecidas a las de un ángel, pero acabadas en colmillos y rasgadas; tiene una larga cola que no sabría identificar con exactitud y en sus garras sostiene lo que parece ser un mapa. Las otras criaturas parecen obedecerle, estar aguardando sus órdenes, y a mi no me quedaba mucho tiempo para conseguir reaccionar si quería salir de ese cuarto. En un último intento desesperado y con mucha adrenalina corriendo por mis venas, consigo saltar y salir corriendo hacia la habitación de mi madre, que sigue durmiendo plácidamente, sin ser consciente de nada. Llego a su cama y comienzo a zarandearla con fuerza:
- Mamá, ¡Mamá! Ayúdame, ¡Por favor! Vienen a por mí, quieren ahcerme daño. Mamá, ¡Despierta!
Mi madre abre los ojos despacio, hasta que me ve. Se ha quedado blanca, petrificada, sus ojos inyectados en sangre y vidriosos rebosan terror. Se levanta y comienza a correr para salir del cuarto, gritando. No ha encendido las luces, estaba asustada; tampoco ha visto el comienzo de la escalera...yo la he matado. Veo su cuerpo entre el último escalón y el suelo de abajo; de su cabeza brota un charco de sangre.
- Lo siento mucho mamá...yo nunca he querido hacerte daño...perdóname mamá...por favor...
No puedo dejar de llorar, ha sido todo culpa mía; no tendría que haberla asustado, no tendría que haberle pedido ayuda...después de cuatro años, todavía no había conseguido superar el accidente. Todas las noches, antes de dormir, sacaba mi foto de debajo de su almohada, y se quedaba varios minutos mirándola. Nunca debí haber corrido detrás de aquel balón, tendría que haber mirado antes de cruzar corriendo...nunca me perdonaré haberla dejado sola...
Mientras todavía me seco los ojos, mirando la escalera, alguien me coge por detrás del hombro. Me doy la vuelta corriendo, asustada, y allí estaba ella, sonriéndome. Me coge en brazos y me levanta, y yo, todavía incrédula, le hundo la cabeza en el cuello mientras sigo llorando, sin soltarla.
- Mamá, perdóname, lo siento, te prometo que yo no quería...-me abraza más fuerte-.
- Shhh...no te preocupes, pequeña, mamá ya está aquí; esos monstruos no volverán a acercarse a ti ni te harán daño. Esta vez, nada va a conseguir separarme de ti.
Sus alas eran blancas, sobre su pelo se alzaba un círculo luminoso. Ella era mi ángel. Ella me protegería.
Subimos a mi cuarto y me arropó de nuevo en mi cama. Los monstruos se habían marchado y ella me prometió que no volverían. Aunque estaba contenta, también me sentía triste...espero que la sombra con alas, alcance algún día la luz. Espero que mi padre...sin el alcohol ni las drogas, pueda por fin descansar; ojalá, algún día pueda decirle que no le odio por haberme atropellado, que sé que me quería, y que nunca se lo perdonó...pero que no debió ser tan cobarde y dejar a mamá sola...ella no se merecía perdernos a los dos.

Mini relatosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora