Mini relatos

Recuerdos

Recuerdo mi habitación, despertarme con la luz del sol entrando por la ventana...hora de levantarse. Es domingo, y el olor a los pasteles de mamá inunda mi cuarto, junto a ese incienso de coco que tanto me gusta. Mi perro abre la puerta y salta encima de mí, moviendo la cola enérgicamente. Yo lo abrazo con fuerza y me permito unos minutos jugando con él, hasta que escucho a mi hermana llamarme desde la cocina para desayunar. Bajo corriendo, todavía en pijama, y apago el fuego cuando oigo a la cafetera burbujear. Hoy el pastel es de arándanos. Abro uno de los armarios y empiezo a preparar la mesa para las tres: coloco las servilletas, los vasos para el zumo, los cubiertos de mamá, los cafés ya servidos, el azucarero y el pastel en medio. Cojo el cuchillo y lo reparto en los platos. Mi perro ha venido atraído por el olor e intenta que le dé un pedazo, apoyando sus patas y su cabeza sobre mi regazo. Le dejo un trozo de pan apoyado en su cama, y se va feliz a roerlo. Mi hermana llega corriendo y se sienta, muerta de hambre. Mi madre está bajando por las escaleras. Cuando llega a la cocina, me abraza por detrás y me da un beso en la cabeza.
- Buenos días cariño.
+ Buenos días mamá.
Se sienta en la mesa y comenzamos a comer. El pastel estaba buenísimo, y el sabor del café recién hecho me calma por completo. Miro a mi familia: mi hermana sigue engullendo a toda prisa, llega tarde a clase; mi madre me mira mientras me sonríe con ternura; mi perro sigue moviendo el rabo mientras se come el pan.
Siento el calor de mi hogar. Todo es perfecto. Hasta que me despierto...
Abro los ojos y estoy tumbada en la litera que comparto con otra niña, en una habitación con cinco niñas más. Mi vida no ha cambiado, sigo metida en este orfanato, sin familia, sin nadie que se preocupe por mí, que me quiera.
Me pregunto cómo se pueden tener recuerdos de algo que nunca ha existido...