Estoy pensando en un cachupín que me habla y me deja de hablar, y lo peor es que yo se lo permito. Le doy espacio para que haga sus entradas y salidas de mi vida cuando quiera. El llega, me pregunta mi estado emocional, le respondo emocionada que ando feliz, le digo que sembré tomates y se aleja.
Pasa un mes.
Me habla de nuevo porque se acordó de mí, y yo nunca le digo que constantemente pienso en él, porque extraño sus memes, pero lo evito porque quizás se pasa rollos y se hace el importante. Al final del día, entra y sale de mi vida y el chat de Instagram porque no es relevante, o porque no me gusta tanto su presencia.
Porque no me gusta cómo me alega. No me gusta que me diga que soy tierna. No me gusta que escriba como el hoyo, y adoraría poder incidir con él en alguna parte y regalarle un diccionario bonito, para que aprenda al fin la diferencia entre el ay, ahí y hay. Por la cresta, no es tan difícil.
En esta vida bella, me gusta otra persona.
Me gusta una chiquilla, pero no ese gustar profundo y doloroso. Yo creo que igual recién me está empezando a gustar. Es más chica que yo, pero mayor que yo. Tiene una hija. Tiene manos bonitas. Tiene unos labios suaves. Tiene unas pestañas de diosa. Tiene una risa cómplice y una risa súper alharaca. Tiene ganas de tomar café, aunque le haga mal. Y eso es lo que me gusta más quizás. Que corre riesgos. Que es aperrada.
Me gusta que tenga convicciones y opiniones.
Me gusta ella.
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Esto no tiene forma.
Short StoryA veces las historias se me olvidan así que prefiero dejarlas aquí, como una especie de blog que quizás, alguien puede leer y decir "en volá, tan terrible no ha sido este día" y después se de cuenta de lo vergonzosa que puede ser la actividad de rec...