ecuador y caracol.

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Acaba de tocarme algo la nariz. Lo siento como que está helado, y es húmedo.

Es una gota al parecer, te digo. 

Es una gota, me dices.

Va a llover, concluimos.

Si cae una, le digo llovizna y le bailo al cielo, a tus pupilas y me acompaño de los movimientos sutiles que empezó a hacer tu pelo con el viento. Rápidamente empiezan a caer más, de hecho, mira; están quedando en mi pelo como copitos de nieve. Oye mira, en tus pestañas igual tienes una, y se está haciendo una junta de gotas en lo frondoso de tu ceja derecha.

Quedémonos un rato, si no creo que llueva tanto.

Sentí en ese entonces que cada segundo que pasaba; valía. No entiendo bien ahora si valían la pena, o la alegría completa. Me quedo con la segunda. La verdad es que sólo quería seguir recibiendo el calor que me permitían tus brazos cuando me abrazabas, y me despeinabas con lo descuidado de tus manos. Quería seguir escuchando el ronroneo de gato que se te salía cuando apoyabas tu cabeza en mi hombro, precisamente en el izquierdo porque te incomodaba el derecho. Quería, de pura ambiciosa.

Después de un par de mimos, ocurrió algo como; caminemos un rato, bajemos por aquí y si quieres nos podemos meter por acá. Pero caminemos despacio, por favor, lo digo porque me puedo desequilibrar con mis zapatitos que tienen pésimo agarre en esta calle con piedras mojadas, no porque quiera estar más ratito contigo. Para nada.

...

- Mira, ese árbol está bonito.

- ¿En qué estái pensando?

- Supongo que aprecio el pasar de la vida, e intento valorarla en plenitud para aprender de ella. En realidad agradezco estar aquí contigo. 

- Ya.

- Siento que es bonita, que la quiero más ahora. Que me quiero más ahora. Y también que te quiero. 

- ¿Siempre eres tan así?

- Yo cacho.

Empecemos a avanzar porque se me va a pasar el agua por el abrigo, y siento que no estoy preparada para que me dé tanto frio, te dije mientras me mirabas los zapatos y el reflejo sutil que se hacía con el farolito que estaba en la esquina del cerro. Pucha, no ando con el pase como para que avancemos en micro, esbozo con fragilidad. Ya, pero caminemos y te dejo más cerca, así no vas sola, me dijiste mientras me desvié del camino para encaramarme en una escalera que encontré parecida a esas que siempre suben a Instagram de Valparaíso. 

Fue la última vez que nos dimos besitos. 

Fue la primera vez que fui a Parque Ecuador. 

Fue la primera vez que me abrazaste con la ternura para contenerme el corazoncito.

Fue la última vez que dijiste que me querías, cuando hiciste parar la Puente Llacolén en Paicaví y te despediste. Nunca más nos mandamos fotos haciendo el ridículo, porque te gustó más una chiquilla evangélica que la catolicidad de mi corazón. 

Me refugio en el corazón de espinas de Cristo, porque Cristo me fortalece de ilusionistas como tú. 

Esto no tiene forma.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora