La vida Bohemia en París es todo con lo que el joven Dimitri Prescott soñó algún vez, luego de que su padre muriera decide viajar con su vieja máquina de escribir al romántico pueblo de Monmartret, su sueño de convertirse en un escritor podría hacer...
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Despierto antes de escuchar algún sonido en los demás camerinos o siquiera en todo el gran teatro, el sol apenas iluminaba el cielo de París pero ya comenzaba la vida en las calles de Monmartret, asomado al balcón podía ver como las personas caminaban por las calles deteniéndose a observar a través de las vidrieras de las tiendas y como un par de jóvenes ofrecían el periódico de ese día por un par de monedas. Tomo mi abrigo al igual que los volantes y la pequeña carta que de hice de madrugada, leo las palabras en ella, no puedo evitar emocionarme al recordar que Eleonor ha aceptado comunicarse conmigo por este medio, tengo muchas cosas que decirle y preguntas por hacer pero en esta carta solo he hecho la pregunta que me rondo durante horas por la mente
¿A qué te refieres con estar equivocada conmigo?
Leo de nuevo el trozo de papel con la pregunta escrita en ella y salgo de mi camerino, sé que tengo mucho tiempo para conocer a Eleonor y en las siguientes cartas podre expresar más de lo que ya he hecho, salgo de mi camerino y del teatro en dirección hacia el hotel, me atiende la misma mujer de la noche anterior y me recibe con una gran sonrisa risueña.
− ¡Hey Escritor! ¿Cómo te ha ido con la jovencita?− pregunta con notorio interés en su rostro.
Yo alzo la carta en mi mano y la mujer sonríe aún más.
− ¿Quieres que la entregue? ¿Aún en anonimato?− pregunta tomando el papel y caminando hasta el pie de las escaleras.
−Aún en anonimato− confirmo, aunque es más que claro que Eleonor sabe quién soy.
− ¡El amor verdadero regreso a Montmartre!− exclama con voz melodiosa mientras sube las escaleras hacia la habitación de Eleonor, salgo del hotel y comienzo a caminar por las calles de la ciudad entregando los Boletines a todo aquel que se cruzara en mi camino y los distantes que me observan con curiosidad.
El pueblo es realmente pequeño, quizás algunos 200 o 250 habitantes, la mayoría adultos nacidos aquí y la otra mitad jóvenes que como me ha comentado Nortom, han venido en busca de una oportunidad de trabajo, al terminar de entregar los volantes comienzo a caminar mientras observo las maravillas del pueblo, sus calles son del todo pintorescas, el ambiente por donde que sea que mires o respires puedes sentir como si estuvieses viviendo en un museo gigante de cosas hermosas, las flores salvajes que crecen a las orillas de las pequeñas plazas, y las flores cortadas que venden los chicos en las calles que aunque hayan sido cortadas aún mantienen su belleza intacta, las paredes de los bares, restaurantes, hoteles y tiendas de la ciudad mantienen un estilo Bohemio que te hace querer permanecer horas observando la arquitectura de las mismas, y ni hablar de la belleza de las mujeres del pueblo, todas con vestidos llamativos que resaltan la belleza de la mujer que los porta.
Aunque ninguna se compara con Eleonor.
Me detengo frente a una antigua tienda de antigüedades y decido entrar, afuera está pintada por un brillante color azul, pero ha sido el olor a café recién hecho y las maravillas que se mostraban desde la vitrina.