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Después del sábado haber asistido a la clínica mis padres hablaron conmigo. El psiquiatra Hobbes les explicó que yo padecía un cuadro depresivo, y que mis ataques de ira se debían al mismo altibajo emocional-mental. Por lo cual, internarme en el loquero no era una opción.

Hobbes habló conmigo y mis padres, pidiendo, casi suplicando, que por favor en cuanto mis nudillos mejoraran, me metieran a cualquier tipo de arte marcial, aunque sugirió que la más recomendable sería box. Para así poder descargar toda mi ira en un estúpido costal de arena y encima hacerlo por fines benefactores, no solo para mi, si no para toda mi familia.

También pidió por favor un repentino cambio de actividades en mi día a día. Le explicó a mis padres que a veces la rutina suele ser peligrosa, sobretodo cuando se padece un cuadro depresivo. Hacer las mismas cosas de siempre, vivir una monotonía, todo eso solo aumenta mi desesperanza y ganas de simplemente no hacer nada al respecto, al fin y al cabo todo seguirá igual y aburrido ¿no? Así que solo recomendó más permisos y salidas a más reuniones con amigos, lo que no sabía aquel hombre, era el hecho de que no tenía muchos amigos; y que casi no salía.

También dijo que en caso de que sus recomendaciones no hicieran efecto en mi estado de ánimo, sería necesario internarme por algún tiempo hasta tener estabilidad.

Mientras tanto tendré que asistir a terapia una vez a la semana hasta que tenga el control sobre mis emociones y cambios repentinos de humor. La terapia servirá para hablar y ayudarme a salir de la depresión, al igual que los antidepresivos y pastillas.

Sin embargo, Hobbes habló conmigo en privado -Si se trata de un corazón roto yo te ayudaré a superarlo-

Aunque lo negué hasta la muerte, muy en lo profundo de mi corazón sabía que el tenía razón. Estaba enferma, enferma de amor.

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Las vacaciones del año nuevo lunar habían terminado, bueno, si es que se le puede decir vacaciones a dos semanas libres.

Había pasado exactamente un mes desde que fui al psiquiatra, un mes desde que me habían diagnosticado un cuadro depresivo, un mes desde que me encontré a aquella chica, un mes desde que tuve aquella agradable conversación con Jennie Kim.

El sonido de mi alarma hace que me despierte de golpe, provocando un repentino mareo por la tosquedad con la que me he puesto de pie. Después de unos segundos vuelvo a tomar conciencia de todo, quedándome sentada a la orilla de mi cama, pensando si algo irá diferente estos últimos 2 parciales antes de entrar a la universidad.

Por suerte hoy después de mucho tiempo logré dormir como un bebé, sin embargo, me encontraba muy agotada y cansada.

Aún ensimismada en mis pensamientos me dirijo al baño que se encuentra en el pasillo. Le pongo pestillo a la puerta justo cuando me encuentro dentro, me dispongo a enjuagarme la cara. Cuando termino me miro al espejo y me quedo un buen rato analizando todas mis facciones.

Bonitos ojos, mandíbula bien marcada, cabello negro, sedoso y brillante, su largo no está mal, de hecho está en su punto perfecto; ojos preciosos, pestañas largas y mirada profunda. Mis labios son carnosos y de color carmín, mi estatura es buena, aunque soy más alta que el promedio de chicas... y mi peso... Bueno, mi peso está bien, aunque estoy muy delgada, mi nariz es un poco chata, pero sigue siendo fina y con buena forma. Mis cejas no son pobladas, pero tienen lo suyo...

De un momento a otro me doy cuenta que estoy llorando frente al espejo.

¿Por qué me siento tan insuficiente? ¿por qué no siento que valgo la pena? ¡Soy perfecta! ¿qué es lo que me falta? ¡Tengo todo lo que alguien desearía!
Sé cantar, hablo bien el inglés y recién estoy aprendiendo francés. Vengo de una gran familia, no soy millonaria, pero tengo el dinero necesario. Sé cocinar, soy buena en los deportes, sé tocar el piano, la guitarra y estoy aprendiendo a tocar el ukelele. Dibujo bien, escribo aún mejor y bueno, mi estilo de la moda es genial, ¿qué me falta?

know me firstDonde viven las historias. Descúbrelo ahora