La culpa.

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Era la típica familia cliché de una mujer de 39 años de edad, con dos hijos y un esposo al cual la vida y las circunstancias hizo que se enamorará de él en su juventud, pero aquellas circunstancias habían concluido y la costumbre hizo a un lado aquel enamoramiento de juventud para que así la realidad los alcanzará y emprendieran el arduo camino del amor, la vida en pareja, y ahora en familia. Que no se mal interprete nada, es importante aclarar que aquella mujer amaba la vida con su familia, su esposo era su amigo, un gran padre de familia y sobre todo un soporte esencial para que ella pudiera realizar todas sus metas.

Todo empieza con una excusa para realmente hacer lo que uno desea, para dar rienda suelta a todo aquello que te vuelve a hacer vibrar el alma.

¿A qué edad se deja de sentir deseo?

Lo que sentía en su corazón era sencillo, no tenía dudas, se sentía afortunada con la vida de madre que tenía, de profesionista, investigadora, agradecía su vida de esposa, amiga, tía, hija... pero cuando por alguna u otra razón su trabajo la obligaba a irse lejos de toda aquella rutina tan acostumbrada, es cuando se veía en el espejo y se encontraba con la realidad, con la mujer que siempre hizo a un lado su feminidad, su intimidad, para anteponer sus obligaciones con los otros. Ella estaba acostumbrada a ignorar esa parte de su ser, ya que siempre tuvo el suficiente autocontrol para dominarse.

Estaba segura que su vida profesional compensaba en demasía aquella maldita sensación de vacío, se sentía culpable por no estar satisfecha, conforme con todo lo que la vida le dio después de sus caóticos años de adolescencia.

¿A qué edad debe uno sentirse miserable por no ser agradecido con lo que uno tiene y tener esa sensación de inconformidad?

¿Cuándo caduca el vacío interno, si estabas seguro de que lo tenías todo?

¿En qué etapa de tu vida debes conformarte?

Ser la ministra de magia era agobiante la mayor parte del tiempo, pero ella sabía que era sentir ese agobio, no le costaba manejar esa carga, pareciera que aquellos años de juventud la hubiesen preparado para este puesto y bueno, afortunadamente su esposo, con aquellas pocas ambiciones pero su noble corazón, hacían que la parte familiar fuera tan sencilla, ya que básicamente él había decidido trabajar con su hermano George en su negocio y al invertir en dicha tienda, se convirtió en socio y simplemente pasaba la mayor parte del tiempo con sus hijos antes de que éstos regresarán a Hogwarts.

Sus hijos, Rose y Hugo, los amaba infinitamente, no fue difícil criarlos, gracias a su madre y a su suegra, que se desvivían por ellos y ¡carajos!, su esposo, realmente su esposo fue de gran ayuda para que ella pudiera llegar a realizar sus metas. No es que sintiera que sus hijos fueran un estorbo o un obstáculo, no para nada, sí le hubiese tocado criarlos sola, ella hubiese cumplido sus metas, simplemente que tardaría un poco más en realizarlas, ya que como la mujer responsable que ha sido, no iba a permitir que sus hijos sufrieran, era cuestión de organizar bien sus tiempos y modificar las prioridades, pero no, no fue necesario, por que la presencia de su esposo le permitió realizarse como profesionista mágica y aunque ella en infinitas ocasiones lo impulsó y hasta casi obligó que no olvidará su carrera, que no dejará de ser auror, él solo era un tipo sencillo, básico, tranquilo, que disfrutaba de tomar una cerveza, ver los mundiales de quidditch, estar con la familia, él simplemente era Ronald Weasley.

Estaba feliz como estaba, estaba conforme con lo que tenía, una bella e inteligente esposa, unos hijos muy bien portados con los típicos problemas de la edad, su familia aunque ya no completa, sana y salva... no podía pedirle más a la vida, al perder a su hermano, entendió que debía disfrutar lo que tenía, no ir más allá de sus posibilidades, ser agradecido. No era tonto, los conflictos con su esposa incrementarían cada vez que ella fuese escalando de rango y poder dentro del Ministerio de Magia, pero la amaba y muchas ocasiones prefería darle su espacio para no agobiarla más.

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