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Harry salió de la tienda de Madame Malkin con un guardarropa completamente nuevo, al igual que las prendas que llevaba puestas. y entró a la librería. Quería ampliar su conocimiento con respecto a la magia ofensiva y defenderse contra el director. Preguntó al dependiente por lo que buscaba y pronto tuvo una pequeña pila de libros. Con el hechizo que le habían enseñado dos años atrás para convertir tinta a braille, leyó los títulos de los libros, compró los que parecían más interesantes y devolvió a tinta los que no le servirían. También preguntó por libros acerca de hombres lobo y otras criaturas del mundo mágico, pero no le gustaron ninguno, así que decidió ir al callejón Knockturn para conseguir una varita sin rastreador y los libros que no se pudieran vender en Diagon.

Finalmente, después de una agotadora sesión de compras, enfiló la calle lateral que conducía desde el callejón principal hasta un pequeño mercado, y allí encontró la posada de Mariam Reed, caracterizada por diferentes olores, pero sobre todo el de distintas comidas.

La mujer que estaba detrás de la barra era muy vivaz, de ojos grisáceos, unas alas color blancas recogidas en su espalda y plumas entremezcladas con su cabello. Desprendía un olor hogareño, parecía que había estado cerca del fuego, pero también olía a naturaleza, con esencia de algunas flores. Cuando vio la puerta abrirse y a Harry avanzar tentativamente hacia la barra, se acercó inmediatamente.

—Bienvenido, querido —dijo animadamente—, ¿te puedo ayudar en algo?

—Sí, señora. ¿Podría quedarme aquí hasta el final del verano? No molestaré mucho y si quiere puedo trabajar para ayudarla.

—Llámame Mariam, querido, todos lo hacen aquí —dijo ella, conmovida por aquel chico ante ella—. Y ni se te ocurra trabajar, no te preocupes, aquí eres bienvenido. ¿Cómo te llamas?

—Harry Potter, señora Reeds —los ojos de ella se abrieron como platos y Harry notó un ligero cambio en su olor, alegría y reconocimiento, cómo no.

La mujer hizo un ruidito afirmativo antes de apuntar algo en una libreta y poner una fría llave en su palma. Tarareando levemente condujo, al chico a su habitación y lo dejó desempacar sus cosas. Una vez estuvo todo en su sitio bajó a cenar y a conocer nuevos tipos de criaturas, enterándose de la apariencia de Mariam.

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El 1 de septiembre llegó más rápido de lo que Harry pensó que llegaría. Por un lado estaba feliz por empezar su tercer año y por otro estaba temiendo su comportamiento al ver a Ron. El cómo reaccionaría sería una incógnita para él hasta que llegara a King's Cross.

Mariam entró a despertarle, tan optimista y feliz como siempre y le sirvió el desayuno, y Harry le preguntó si podría llevarlo a la estación.

La mujer asintió con rapidez y sin titubear los apareció en el otro lado del andén.

—Pensé que no se podía aparecer en el andén —dijo Harry desconcertado.

—Sí se puede, también hay flu para quien quiera llegar por ahí.

Eso le dio la certeza de que su encuentro con los Weasley no fue casual.

—¿Hay algún compartimento vacío delante del tren? —preguntó, no queriendo encontrarse con nadie en ese momento.

—¡Harry! —el azabache se sobresaltó al escuchar la voz, un pequeño gruñido a punto de salir de su garganta, aunque pronto reconoció el sonido—. ¿Qué tal estás?

—¡Hola Hermione —saludó feliz mente, un suspiro de alivio por su parte pero una actitud cautelosa y defensiva por parte de James—. Bien, ¿y tú?

THE BLIND HERO OF THE WIZARDING WORLDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora