Mi vista se nubló, mis piernas y sus piernas temblaron, nuestras respiraciones agitadas se oían al unísono, la mente se dispersó y yo salí de entre sus piernas. No podía creer lo que había pasado. Era como los segundo después de matar a alguien, donde sabes lo que hiciste pero olvidas por qué y cómo pasó. Apenas pude tomar dos pasos hacia atrás cuando ella ya se había puesto la blusa y había metido sus pantaletas a su bolsa. Bajé mi vista hacia mis pantalones y con trabajos por mi costilla me agache para subirlos. Ella le quitó el seguro a la puerta, caminó dos pasos hacía mí, me dio un beso tan solo con sus labios, se alejó, me cerró el ojo, entre abrió la puerta y salió sin decir una palabra.
Terminé de subirme los pantalones y comenzaba a abrocharlos cuando el chico T abrió la puerta de manera intempestiva, se dirigió a mí con mucha velocidad. En ese momento pensé que alguien más terminaría el trabajo de los hermanos de Amanda, quienes me encontraron saliendo de un Oxxo, me aventaron a la calle donde un taxi arremetió contra mí a baja velocidad y comenzó la pelea. Javier, Agustín y Clemente no eran particularmente rápidos o entrenados en artes marciales, pero los tres pesaban combinados casi cinco veces más que yo por lo que mis golpes fueron relativamente inútiles. Mi única salida era correr más rápido que ellos lo cual fue inútil pues, al doblar en la esquina, choque contra un camión de basura que estaba estacionado en plena calle y no noté por consultar quien estaba detrás de mi mientras corría.
La golpiza no fue enteramente mía ya que logré alcanzar un tubo que se había caído de una bolsa de basura que me sirvió para quitarme a Clemente y a Agustín, pero Javier era un poco más hábil que ellos y logró quitarme el tubo para golpearme un par de veces con él en la cara. Cuando pensé que mi final había llegado, otro taxista queriendo rebasar al camión de basura golpeo con mucha violencia a Javier incapacitandolo lo suficiente como para que yo escapara.
Sin embargo, no había manera de que me salvara de esta, acababa de poseer a la mujer del chico T quien, aunque no tenía la masa corporal de los hermanos de Amanda, si tenía la suficiente sin exceso para terminar de romperme todo lo que se llama madre. Se arrojó hacia mí y únicamente logré hacerme para atrás antes de cerrar mis ojos y recibir el golpe final de mi noche. Escuché sus pasos ir hacía mi de manera zigzagueante pero no sentí dolor, quizás el alcohol y las heridas previas me habían curado en salud.
Lo siguiente que escuche es el característico sonido de un borracho vomitando el 30% de su masa corporal. Volteé a verlo y me di cuenta que no iba contra mi sino que desesperadamente buscaba el excusado para aliviar la intoxicación que se había auto asignado durante la noche. Lo vi, sonreí, me lave las manos y salí del baño. Me acerque a la barra para liquidar mi cuenta y vi en el reflejo de la barra los maravillosos ojos de Atia. Con esa mezcla de dulzura y maldad volvió a cerrarme el ojo. Sonreí cual niño travieso que acaba de salirse con la suya y deje la propina. Sople un beso al reflejo de la barra llamada Atia y salí del bar.
Aunque no creo que sea la última vez que la veré…
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El reflejo de la Barra
Storie breviPequeño cuento de las consecuencias de estirar la buena suerte.