déjame contarte una historia.

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Aziraphale llevaba más de 6000 años reprimiendo lo que sentía. Algo dentro de él le hacía sentir sucio... Como si hubiera profanado lo más puro que tenía al fraternizar con un demonio. Tan sólo verle la cara a Gabriel cuando le habló de Crowley y como el demonio lo mantenía activo, Aziraphale pudo darse cuenta de que algo andaba mal, demasiado mal. Él ya no era el mismo principado que bajó del cielo en el momento de la creación, y los arcángeles lo sabían. Comenzaron a levantarse más y más sospechas entre ambos bandos, ya que Aziraphale y Crowley habían sido los primeros enemigos capaces de dirigirse la palabra más de una vez.

Pero, ¿De verdad les parecía extraño? Ninguno de los dos creía que el hecho de que se encontraran tantas veces al pasar los siglos fuera mera coincidencia. El primero en darse cuenta fue el demonio, que en cuanto se encontró con aquel ángel de cabellos rubios supo que estaba destinado a estar junto a él. Ahora faltaba ver que los planes de la Todopoderosa estuvieran en la misma página que los suyos; obviamente no era así, como pensó desde un principio.

Había deseado a personas antes, de hecho, no era cosa rara para un ángel caído, pero el deseo que sentía por Aziraphale sobrepasaba lo carnal. Deseaba pasar la eternidad junto a él, deseaba hacerlo feliz sin que el cielo o el infierno intervinieran. Estaba seguro de que eso nunca iba a ser posible. "¿Por qué no pudimos existir como un simple dueño de una librería y un simple... no sé, jardinero?". Pues no le bastó con poder enamorarse, sino que tuvo que existir como lo peor: el enemigo hereditario del amor de su vida. Muchas veces pensaba en acabar con su infortunada existencia "Basta de estupideces, dejemos que el agua bendita haga su trabajo de una buena vez". Pero... La verdad es que tenía miedo. Tenía miedo de abandonar a Aziraphale, tenía miedo de dejarlo sólo y no poder acercarse a él por lo menos como "enemigo". Vaya, un demonio capaz de sentir miedo y amor, ni siquiera era lo suficientemente gracioso para decirselo como un mal chiste a Beelzebub o a Gabriel.

Por otro lado estaba el ángel, que apenas se daba cuenta de que podía sentir más que el amor que debe sentir por toda la creación, ahora sentía un amor inexplicable por un ser en específico. Eso no le molestaba en lo absoluto, lo que si podía llegar a ser molesto era el hecho de que ese ser en específico era un demonio; la última criatura de la que un servidor del cielo podía enamorarse.

Ya estando dentro de contexto, podemos entrar en detalles. Porque si, aquí existía un problema más grande que los antes mencionados.

El toque de Crowley le estaba haciendo daño a Aziraphale.

Y no en el mal sentido, no. Cada vez que Crowley se acercaba a Aziraphale, el ángel sentía que se quemaba por dentro, sus manos sudaban (algo que nunca antes había experimentado en su cuerpo humano), y además su cara se ponía más roja que las pastas de su libros nuevos. No era la primera vez que se sentía así, de hecho todas las veces que se encontraban después del destierro Aziraphale había sufrido esa sensibilidad así. Como cuando Crowley, o Crawley en aquel momento, tocó su hombro al encontrarse con el en la construcción del Arca de Noé, o cuando sus copas se tocaron en Roma. Aziraphale podía jurar que una pequeña luz escapaba de el siempre que esos dedos lo tocaban. Esos dedos que él debería considerar sucios e impuros, ahora deseaba que lo tocaran más a fondo. Porque necesitaba más del toque de Crowley, en realidad necesitaba sentirlo.

Y apenas en ese momento lo estaba pensando. Justo después de que Crowley le ofreciera a Aziraphale quedarse esa noche en su apartamento. No tuvo más opción que aceptar, porque en el fondo era lo que más quería. Ambos estaban en el Bentley, cada quien en su lugar habitual mientras un silencio incómodo abundaba en el ambiente.

Aziraphale jugaba con sus dedos sobre su regazo, buscando en su cabeza entre las miles de formas que se le ocurrían para poder acercarse más al demonio.

- Crowley- le llamó alejando su vista de la calle.

- Angel- respondió el demonio sin dejar de mirar el camino

- Bueno es obvio que tienes más experiencia que yo en todos los sentidos de la vida humana, y y-yo me preguntaba si alguna vez has sentido la necesidad de acercarte a alguien en un sentido más... ¿Profundo?- el ángel veía el perfil de Crowley, tratando de descifrar lo que pasaba por la mente del pelirrojo en aquel momento.

- Pues, creo que tienes razón en lo que dices, ángel. Pero lo que me dices en realidad sólo lo he sentido una vez- Crowley estacionó su amado auto en el estacionamiento de su apartamento y bajó del Bentley- ¿Por qué te ha entrado esa duda, ángel? Apuesto a que alguien robó ese corazón puritano que tienes- se burló.

Aziraphale bajó también, con la cara hecha un tomate.

- ¡Claro que no!- exclamó avergonzado.

Crowley siguió riendo y se acercó al ángel.

Y cuando Aziraphale sintió el hombro cubierto por aquella chaqueta negra rozarse con el suyo... Dios mío. El demonio lo tenía hecho un desastre.

Touch of the Heavens | ineffable husbands Donde viven las historias. Descúbrelo ahora