—Ya he cumplido los veintiuno, Thomas —le recuerdo, sonriendo como loca porque sé lo mucho que eso lo saca de quicio—. Puedo tomarme una copa si quiero.
Mi hermano Thomas se casa. Su prometida Clare y él no querían una ceremonia tradicional, así que se les ocurrió que era mejor arrastrarnos a todos a un pueblecito del sur del California y celebrar el enlace en un lujoso complejo junto al mar. La boda no es hasta dentro de una semana, pero ambos debían estar aquí unos días antes para concretar algunos detalles y me han traído con ellos.
Aunque yo no soy la única a la que han invitado a compartir estas minivacaciones preboda. Blake Anderson, el mejor amigo y padrino de mi hermano, también está aquí. Ahora mismo, mientras Thomas y yo discutimos sobre mi derecho a consumir alcohol como la adulta que ya soy, Blake y Clare se encuentran a unos metros de nosotros, bailando en una pequeña pista al aire libre. Descalzos en la arena y rodeados de al menos otras dos docenas de clientes del hotel.
Thomas me dedica uno de sus ceños fruncidos, de esos que reserva para las reuniones de trabajo en las que le encargan un proyecto en un plazo inasumible. Es arquitecto y forma parte de un enorme conglomerado de empresas que se dedican a un número aún mayor de actividades; Blake trabaja con él.
—Que puedas beber no significa que tengas que hacerlo.
Me encojo de hombros y desvío la vista hacia el atractivo camarero que me está preparando un cóctel de nombre impronunciable y aspecto delicioso. Sombrillita de papel incluida.
—Creo que eso es exactamente lo que significa —le digo, solo para fastidiarlo.
Llevarnos la contraria es casi una tradición entre nosotros. Todos los que tengáis hermanos mayores sabréis a lo que me refiero; las discusiones son inevitables.
El camarero regresa, coloca la bebida frente a mí, haciendo caso omiso de la mirada asesina de Thomas, y me dedica un guiño.
—Vas a meterte en problemas —afirma mi hermano con un suspiro. Y no, no es una pregunta.
Me bebo un sorbo y le doy un golpecito con el dedo a su propia copa.
—No seas hipócrita.
Thomas tiene siete años más que yo y a veces se comporta más como un padre que como un hermano. Supongo que el hecho de que perdiésemos al nuestro, cuando yo era demasiado pequeña siquiera para guardar algún recuerdo de él, lo marcó de una forma que no soy capaz de comprender del todo.
Cuando le doy otro sorbo más largo a mi copa, él mira alrededor como si buscase a alguien para que le diese la razón. Pero Clare y Blake siguen bailando y no hay nadie que le eche una mano.
—Mamá va a matarme —murmura para sí mismo, resignado—. No tenía que haberte traído.
Mi madre no llegará hasta el día antes de la boda. Pero, por mucho que proteste Thomas, no va a cargarle el muerto de nada. Al contrario que mi hermano, mamá es muy consciente de que ya no soy una niña.
Bebo un nuevo trago del cóctel para no poner los ojos en blanco, y el alcohol baja abrasándome la garganta, como fuego líquido derramándose hasta mi estómago. Calentándolo todo a su paso.
—Solo es una copa —trato de tranquilizarlo. Mi intención es beberme unas cuantas más, pero eso no es algo que él necesite saber—. ¿Por qué no vas con Clare? Seguro que quiere bailar con su futuro marido.
Su expresión se relaja en cuanto menciono a su novia. Llevan juntos desde el instituto y no he visto jamás a una pareja más enamorada el uno del otro.
Tras unos segundos de duda, me brinda una sonrisa repleta de cariño y me dice:
—Prométeme que no te meterás en líos.
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No te enamores de Blake Anderson
RomanceAPASIONADA, SENSUAL, EXPLOSIVA... ¿TE ATREVES A RESISTIRTE? Reencontrarme con Blake en la boda de mi hermano resultaba inevitable, pero lo que no esperaba era tener que compartir con él los días previos al enlace en un idílico complejo turístico de...