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"No más 'Kei.' Solo mis amigos pueden llamarme así," dijo con una furia contenida, pues verle la cara solo le recordaba a Shoyo llorando, su luz apagada.
"¿De qué demonios estás hablando?" preguntó el azabache, ahora visiblemente irritado por el comportamiento contrario.
"Es curioso cómo puedes fingir tan bien, como si nada. Sin una pizca de culpa en tus ojos. Dime, Rey, ¿te acuerdas de nuestra promesa más valiosa? Esa que no rompemos por nada."
"Claro que sí, idiota. 'No cometer algo que se considere traición. Las mentiras están prohibidas porque dañan y deterioran una relación.'” Mientras decía esto, su mente empezó a atar cabos. ¿Lo sabían? No, no era posible. ¿Quién se los diría?
"¡Exacto! Una promesa, no, más que eso, un juramento. Y tú, como cualquier basura, la rompiste sin importar a quién te llevabas por delante."
"¿De qué mierda estás hablando? ¡Habla cla—" No alcanzó a terminar, pues un fuerte golpe en su mejilla lo detuvo. Ahora alguien estaba sobre él, golpeándolo. Estaba en shock; nunca pensó ver a su amigo Kei golpeándolo. Cuando salió del shock, no podía moverse, estaba muy herido y abatido.
"Tú... lo dañaste. Te lo voy a explicar porque sé que eres tan idiota que no lo sabrás a menos que lo diga directamente." Tomando un poco de aire y alejándose del cuerpo golpeado de quien alguna vez llamó amigo, dijo: "Esta mañana, Shoyo quería comprarte algo para su aniversario, así que fuimos al centro comercial... Y te vimos besuqueándote con quien sabe qué puta. Él te vio."
Sin decir más, se alejó. No sabía si había una excusa y tampoco quería escucharla. Ya había hecho lo que quería; ahora solo le quedaba cuidar mejor de su amigo. Pero, ¿podría? Había permitido que lo dañaran en sus narices.
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Tobio
Después de que Kei se fue, Tobio duró unos minutos en recomponerse, perdido en sus pensamientos, hasta que su padre lo llamó.
"Hola, papá."
"¿Dónde estás?" preguntó Shintaro al otro lado de la línea.
"Estoy yendo para la casa. ¿Por qué? ¿Qué pasó? ¿Todo bien?"
"Taiga me llamó. Me contó lo que le hiciste a Shoyo. En serio, nunca pensé que fueras a hacer eso. Ven inmediatamente a casa. Vamos a ir a la casa de Tetsuya."
Sin más que decir, colgó la llamada, dejando aún más preocupado a su hijo. Sabía que, aunque no lo hubiera regañado, su padre estaba bastante molesto.
"Ya estoy en casa," dijo Tobio al llegar. Le pareció extraño que nadie le respondiera. Al llegar a la sala, vio algo que lo entristeció: su mamá había llorado. Tenía los ojos rojos, y todo era por su culpa.
"Siéntate," le ordenó Shintaro, bastante serio.
Ya sentado frente a sus padres, ninguno se atrevía a romper el hielo hasta que su padre le preguntó directamente:
