Capítulo 7: Quietud

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Ginevra Weasley era la menor de una larga dinastía en el mundo mágico, nunca se considero especial pues tenía demasiados hermanos que le impedían brillar, siempre se sintió sobre protegida por una madre que ansiaba una mujer en la familia. Todo el transcurso de su corta vida se basó en competencias, en tratar de destacar, tratar de ser lo suficientemente fuerte para estar al nivel de sus hermanos y la única vez en toda su vida que la felicidad era pura, le acababa de ser arrebatado.

La felicidad para ella tenía un nombre y apellido: Hermione Granger. Ella era la única persona que la hacía sentir especial y viva. Hermione era la única persona con la que no tenía que luchar, esforzarse o aguantar, ella era la persona que le hacía sentir que valía la pena levantarse día a día. Con Hermione, Ginevra Weasley podía ser simplemente... Ella... Ser Ginny, sin tener que fingir algo, lejos de máscaras o intentos de superioridad. Hermione hacía latir su corazón y la hacía decir y hacer incoherencias por el nerviosismo que le causaba su proximidad. Con Hermione le sudaban las manos, con Hermione la respiración se le agitaba y en sus sueño podía permitirse echar a volar su imaginación.

Pero ahora, ahora Ginevra Weasley era nada, era simplemente nada.

Ginny permitió a las lágrimas salir de sus ojos, cayeron cómo grandes gotas unas tras otras incesablemente, su pecho subía y bajaba a causa de los sollozos. Hubiese hechizado a cualquiera que se hubiera atrevido a insinuar que Hermione estaba con alguien, pero nadie lo había hecho. Ella lo había visto. Lo había presenciado con los mismo ojos que ahora le ardían a causa del llanto.

Hubiera jurado que Hermione no se sentía atraída por las chicas lindas sin cerebro, que el físico no era lo más importante para ella. Pero ahí estaba la prueba fehaciente, Hermione haciéndole el amor a la chica más estúpida de todas, Fleur Delacour.

No importaba lo que el cáliz dijera, lo que la mujer enorme presumiera, la verdad era que Fleggg era una barbie tonta e inútil y lo había demostrado incontables veces. Y aún así la rubia, le había arrebatado lo que tantas veces ella había añorado.

Se limpió la nariz mientras seguía sollozando. La rubia debía habérsele ofrecido a su amiga, ingeniárselas para atraparla, después de todo, la rubia era una Veela y las Veelas tenían dones de seducción, la castaña debía estar bajo un hechizo o una poción, no había otra explicación posible.

La rubia le estaba robando lo que ella tanto quería, pero no por mucho tiempo. Ginevra Weasley quizás no destacaba por su belleza o inteligencia, pero era una leona, era una guerrera y no iba a dejar que una francesa estúpida le arrebatara lo que a ella por derecho le pertenecía.

La pelirroja se levantó de su asiento dispuesta a dar una larga caminata para despejarse antes de regresar y fingir que todo estaba normal.

Hermione terminó apresuradamente de vestirse mientras observaba que la rubia tomaba su tiempo para abrochar sus prendas- Fleur... ¿Podrías darte prisa?

La rubia ladeo un poco la cabeza- ¿Quieres venir y ayudarme?

- Mis compañeras de cuarto acaban de descubrirnos... ¿Hablas enserio?

Fleur se aclaró la garganta- Ahh -Simuló un gemido- Ahh... Hasta el ministro si quieres -Termino y miro sonriente a la castaña- ¿Eso fue lo que dijiste?

Hermione se cruzó de brazos- Pero hay formas...

Fleur le sonrió pícaramente antes de acercarse y besarle en los labios- Te veo en la cena, debo cambiarme

Hermione observó que la rubia se alejaba meneando las caderas, la castaña sonrió y negó con la cabeza mientras mantenía su sonrisa. Espero que sus compañeras de cuarto hicieran su aparición pero nada paso, la castaña se dispuso a darse una ducha antes de bajar a cenar con el resto de sus compañeros.

Lune ÉcarlateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora