76:00 horas antes

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Igual. Los objetos se verán igual que en una pesadilla.
Como esas que tendrás en las siguientes noches frías.

Pero aún no lo sabes, Harold.
El insomnio te cogerá como su nuevo hijo.

Dejarás que tus pies recorran la sala.
Y con tus zapatos puestos, resonará la suela contra el piso de madera.
Y luego sobre la alfombra color arena.
Esa que nunca te gustó porque no combina con la puerta.

Gritarás su nombre. El de la mujer.
Nunca la llamarás madre.
La harías sentir menos joven.
Y diría que no está lista para la vejez.

Gritarás de nuevo, aunque la casa estará en silencio.
Una ráfaga de viento entrará desde el vano derecho.
Te sacudirá el cabello largo.
Tu cabeza girará hacia el otro lado.

En el pasillo esperarás que el desorden explique la ausencia.
Pero se verá igual. Inamovible. Estática. La habitación estará congelada.
Y te preguntarás si podrás localizarla.
Pero al alzar el teléfono no escucharás el timbre tras ella.

Igual, viajero bohemio.

Todo estará igual.
Los objetos en su lugar.
Verás la misma figurilla en la mesilla.
Intacta. Como la dejaste en primavera.

Esperarás que, como las flores,
Los objetos también se destrocen.

Y no pasará.
Detendrás tu paso.
Esperarás que caigan.
Por supuesto que no lo harán.

Caminarás a través de la primera puerta.
La biblioteca que jamás usaron como biblioteca.
Los libros estarán en tu alcoba.
Tu madre te había dejado tenerlos después de 1970.

Alguien le había puesto "la sala de recuerdos".
Seguro tu hermano pequeño porque siempre estaba sentado en el suelo.
La pila de foto álbumes llamará tu atención, pero los dejarás en su sitio
Porque en ese momento no necesitarás a nadie más que a ti mismo.

Donde antes había un estante,
Encontrarás las pinturas de Rosangel.
Todas dispuestas en cuadrículas sobre la pared.
Les echarás un vistazo. Primero al conjunto, luego individualmente.

Un cuadro,
Luego otro
Y otro.
Otro.

Aún hoy no entenderás lo que tu madre quiso dibujar.
Las pinturas de paisajes no podrán hablar.
Por eso te quedarás un segundo más.
Pensando que quizás el presentimiento se haría realidad.

Fuera de la habitación, ahora todo te parecerá fuera de lugar.
El resto de las puertas las habrán cerrado con la llave triangular.
Y ya no podrás recordar la imagen del primer cuadro que viste al llegar.
El extremo silencio te recordará que no habrá familia con quien hablar.

Y entonces lo escucharás.
El perro del vecino habrá comenzado a ladrar.
Regresarás tus pasos al salón de los recuerdos.
Listo para crear uno nuevo.

El del primer día del retiro.
Tú, y el ladrido de un animal igual de abatido.

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