75:30 horas antes

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El silencio se te esfumará en las paredes del pasillo
Te regresará el alma tras el alarido del canino.
Y comprenderás que habrás perdido
Más de quince minutos mirando el piso.

Tus pies se moverán de manera irregular.
Hasta encontrar la puerta que no terminaste de cerrar.
Y saldrás al exterior donde se escuchará el perro con claridad.
Se verá herida, se sentirá dolida... el barrio de toda tu vida.

Pero serán malos pensamientos,
Te rascarás el cabello y te dirigirás hacia el lindero.
Te acercarás al animal que ahora estará llorando.
No recordarás su nombre, solo que es la mascota de los Standford.

Le dirás que esté calmado y no siga ladrando.
Internamente, te lo repetirás para que repitas tus actos.
Empujarás la puerta de madera de cedro.
Con mucho esfuerzo. Pensarás que de pequeño te pesaba menos...

Aunque el verdadero motivo será el peso caído
Detrás de la puerta, que aún no has visto.
El cuerpo de John Standford estará en el suelo.
Y debajo, un charco de sangre que no podrás mirar por mucho tiempo.

Te llevarás las manos a la boca, sin poderlo evitar.
El perro te ladrará para que lo dejes pasar a mirar.
Y en un impulso de locura.
Lo montarás en tu espalda y lo sacarás del lugar.

No verificarás su herida.
Ni su caja torácica.
No revisarás si su pecho aún lucha por su vida.
Lo único que te importará es llevarlo a dónde pueda recibirla.

Pisarás el acelerador.
E irás diciéndole, como al perro, que esté calmado.
Aunque sepas que su cuerpo estará ya estático.
Sobre el asiento reclinado de tu auto.

Te preguntarás qué hace una ciudad tan grande así de vacía.
Qué hace en tu mente el recuerdo de tu infancia.
Caminando por las mismas calles donde hoy no habrán miradas
Y solo quedará el triste anuncio de una ambulancia a más de dos cuadras.

Llegarás en menos de diez minutos.
Pues habrás tomado la ruta corta cercana al subterráneo.
La gente en la entrada te verá llegar con tu vecino
Y te quitarán de encima el peso del hombre dizque dormido.

Alguien que no conoces te dará una palmada.
Te dará las gracias y dirá que debes regresar a casa.

No sabrás si es pariente del hombre que trajiste.
Pero te alegrará saber qué hiciste lo que debiste.

Y justo al darte la vuelta, descubrirás que no habrás sido el único.
Verás las caras magulladas de otras familias en desvelo.
Sabrás que no han ido a casa porque hay unas almohadas en el suelo.
Y niños llorando con sus ojos cansados y pelos revueltos.

Pasará un joven de camisa blanca, lentes claros y cabello largo.
Pensarás que es un chico y que te has equivocado
Aunque su estetoscopio atado al cuello te dará cierto alivio,
Sus ojos irritados habrán visto más terror del que tú habrás creído.

Tus manos parecerán estar temblando.
Y no estarás seguro de lo que te estará pasando.
El muchacho te dirá que no habrás sido el primero
Te mandará una sonrisa con el mismo desvelo que tendrá la gente en el suelo.

"Los que supieron, se fueron", te dirá.
"Los que no, se los llevó el tiempo", y empezará a caminar.
Tú le seguirás los pasos, como si supieras que dirá la verdad.

"Unos volaron al cielo, y otros están bajo suelo
Los que ves en este cuarto, escaparon como pudieron.
Y el resto... tú eres el resto... los que no saben a lo que sobrevivieron".

Pero tu pregunta no será respondida.
Y mirarás de nuevo a ese montón de caras hundidas.
Decidirás acercarte a ellos, porque conocen al fantasma roba familias.
Te sentarás en una esquina vacía, al lado de dos niñas.

Una muy silente y tímida, la otra a punto de tumbarse a llorar de rodillas.
La primera murmurará que quiere dormir en su casa.
La otra, abrazada a sus piernitas, dirá en voz más alta
Que deben dormir en la clínica porque el viento se llevó sus camitas.

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