C A P Í T U L O 1

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|  D E   R E G R E S O  |

Desde que Gustabo fue capaz de regresar a la sociedad había estado pasando malos momentos, desde burlas hacia su cuerpo y persona, hasta reclamos de Horacio. Ante todas aquellas situaciones se vió en la necesidad de defenderse, y como siempre demostrando que nada le afectaba, que no le hervía la sangre o que sentía que se rompía internamente.

Y sólo para empeorar todo, su verdadero padre, aquel que jamás conoció y jamás quiso conocer, resulta que estuvo delante suyo por meses y no pudo reaccionar, lo trató como cualquier noticia, como si no siento era que había sido abandonado y maltratado por quién debería ser su padre. Además, ¿Qué debería de hacer? ¿Cómo debería actuar? La vida le demostró a no depender de nadie, de no confiar en nadie, en no sentir. Las personas eran duras y él debía serlo o lo aplastarían, así que no sabía como debería de comportarse ante semejante revelación.

Prefirió ignorarlo, evitar el tema, siguió con su vida.

Ni una semana tenía entre las personas y una vez más le enseñaron que no podía pensar en los demás, sólo en sí mismo o el resto lo pisotearía. Sin decir una sola palabra a nadie, buscó la soledad en el norte de Los Santos, se propuso regresar a su peso, ser el Gustabo de siempre. Y en medio de su tratamiento con personas poco legales, creyó ver un rostro familiar, uno que pensó jamás volvería a ver.

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Aiden después de perder la esperanza, se postuló como policía en el Norte de Los Santos, su experiencia le permitió entrar fácilmente como Oficial, y fue cuestión de tiempo para que llegara a Sargento. Y por comodidad prefería hacer sus turnos por la noche, así evitaba pensar mucho, siempre en lo suyo.

Fueron años que estuvo decepcionado de sí mismo por no encontrar a James, y temiendo lo peor, que algo malo le haya pasado.

Fue cuando estaba por terminar su turno que creyó escuchar la voz del que se había rendido por encontrar, y no sintió alegría ni emoción, de hecho le lastimó mucho escucharlo, porque estaba seguro que sería una alucinación suya y estaba confundiendo una voz extraña. Sólo por lastimarse a si mismo se acercó al lugar donde escuchó esa voz, para hacerle ver a su triste corazón que nunca lo volvería a encontrar.

El llegar vió a un hombre rubio, un poco subido de peso, con tatuajes y un rostro más maduro que le miraba con pánico.

¿Podría ser?

— ¿J-James...? — Preguntó, temiendo tener una alucinación.

Lo veía sin creerlo, estaba tan diferente...

— Y-yo... eh... — Gustabo se había quedado sin palabras, una vez más sin saber que decir, que hacer con lo que estaba sintiendo.

Aiden se acercó con velocidad y lo abrazó con fuerza, y aunque no sintió que le correspondiera el abrazo, no lo soltó ni por un segundo. Gustabo tenía el corazón a mil y estaba confundido, ¿Este era Aiden? No podía hablar, sentía un nudo en la garganta, y actuó como acto reflejo de sentir un gramo de afecto.

Ambos no dijeron ningún palabra, no emitieron ningún sonido y siguieron abrazados por lo que sintieron fueron horas a pesar de que le tiempo apenas había pasado.

El primero en reaccionar fue Gustabo quién se separó al reaccionar.

— ¿Estás bien? — Fue lo primero que le preguntó Aiden al separarse.

Gustabo una vez más no pudo contra otra muestra de afecto y preocupación genuina. ¿Quién fue la última persona que le preguntó si estaba bien? El psiquiatra, claro, pero no era nada comparado a Aiden.

— Bien no estoy, pero sigo de pie. — Fue su respuesta. — ¿Qué haces en Los Santos?

— James, desapareciste de un día para otro sin decir nada. Te estuve buscando, pregunté a todo el mundo por ti, y seguí tu rastro hasta aquí, pero nadie sabía nada.

— ¿Cómo? ¿Me buscaste?

— Claro. ¿Por qué te fuiste?

— Me metí en problemas, eso pasó y creí que sería más fácil si no me despedía de ti.

Aiden sonrió de lado con cariño, no estaba enojado, no podía estarlo.

— Hablemos, quisiera escuchar que ha sido de ti en estos meses, si me lo permites, por supuesto.

— Me gustaría mucho, la verdad.

Aiden volvió a sonreír y lo llevó a su patrulla, indicó por radio que iba a salir de servicio. Al principio ofreció ir a hablar a un bar, pero Gustabo cansado de estar en lugares públicos donde lo molestaban, le pidió mejor buscar un lugar más privado y sin hacer preguntas, Aiden le llevó al lugar donde él pasaba la madrugada pensando en él, eran buenas vistas y siempre estaba solo.

En un silencio cómodo llegaron a la zona de paracaídas, dónde podían ver todo desde las alturas y que en esas altas horas nadie visitaba. Salieron del auto y sin prisa se acomodaron frente a la camioneta patrulla.

— Supongo que eres policía en el Norte. — Inició Gustabo la conversación, poco común en él a excepción de cuando antes de Pogo, buscaba información.

— Sargento, en realidad. Cuando no te encontré y perdí tu rastro me quedé, no había porqué volver a El Pueblo.

— ¿Tu trabajo, tus amigos, tal vez?

— Ninguno. Nunca tuve relaciones de ningún tipo, pero ya sabes lo que pasó después... ¿Y tú qué has hecho?

Gustabo sin querer sonrió tontamente al recordar que el hombre que tenía a su lado fue la primera y última persona con la que se sintió él mismo y en paz.

— También he sido policía, inspector jefe por lo que me han contado.

— ¿A qué te refieres? — Aiden notó que con aquella pregunta los ojos de Gustabo dejaron de brillar. — ¿James?

— Es una larga historia... — Gustabo miró la hora con curiosidad.

12:45 a.m.

Con prisa sacó un frasco con pastillas y se tomó una sin siquiera usar agua, prefería ahogarse que permitir un descuido con su medicación. Aiden vió aquello y preocupado se apresuró a tomar una botella de agua del patrulla y entregársela, no sin antes ver qué clase de pastillas estaba consumiendo, pero no las conocía.

— ¿James, qué sucede? — Preguntó pensando lo peor.

— No me estoy muriendo si es lo que crees, supongo que es peor. — Se permitió ser abierto. — Es de locos. Yo... Yo tengo un problema, ¿Bien? — Tenía miedo de la reacción de Aiden, pero debía ser sincero para evitar un accidente. — La razón por la que no recuerdo ser Inspector es porque desde entonces he mostrado síntomas de... — Suspiró. — Tengo personalidad múltiple, y sin medicación y sin siquiera saber que me pasaba, parece ser que traicioné a todos, a la policía, a una mafia... Torturé a Horacio, vendí a los únicos que me trataban bien, apuñalé a mi padre...

— ¿Tu padre? Creí que  habías dicho que te había abandonado...

— Ya no sé que creer. — Respondió con pesar, y el instante sintió un brazo rodearlo por la espalda mientras la acariciaba con calma.

Una vez más, sin decir nada, se quedaron en silencio y en un acto de valentía, Gustabo se inclinó en el hombro de Aiden mientras miraba a la nada, perdiendo su vista en las luces de la ciudad debajo de ellos.

Hablaron un poco más, recordando el pasado antes de que Gustabo dejara El Pueblo, cuando las cosas eran más fáciles, cuando se sentía feliz. Cerca de las cinco de la mañana Gustabo comenzó a sentirse cansado, bostezaba bastante y los ojos se le cerraban de vez en cuando por lo que Aiden se ofreció a llevarlo a casa, pero Gustabo no tenía casa, y aunque la tuviera no quería regresar a la ciudad y encontrarse con Horacio o Conway o cualquiera que reconociera su rostro.

Intentó al principio mentir y decirle que le dejara en una casa, diciendo que era suya, pero la mentira no funcionó. Y cansado no pudo negar que mentía.

Al final terminó en la casa de Aiden, quién le cedió su cama, mientras que él dormía en el sofá.

Esa noche ambos pudieron descansar como nunca antes, sin sentir el peso del mundo en sus hombros.

Behind Blue Eyes | JaidenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora