C A P Í T U L O 4

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|   S E C R E T O S   |


La mañana siguiente  Gustabo se negó a hablar de la noche anterior, pero esa mañana se sentía mejor y eso se notaba. Se preparó un batido de proteína y se arregló para irse a trabajar, siendo llevado una vez más por Aiden en su auto de policía.

Esta vez nadie lo vió llegar, e ignorando el problema del día anterior, trabajó junto a Horacio y junto a Conway al finalizar, quién tampoco tocó el tema, pero siempre mantenía un ojo encima suyo.

Fue una semana de aparente tranquilidad, Gustabo en más de una ocasión fue molestado por algún policía del sur, pero lo dejaba pasar, era más bien Horacio quién después hacía una queja y todo mundo lo tomaba con seriedad y le prometían tomar medidas. Eso lo detestaba, pero permanecía callado.

Fue hasta el cuarto día que las cosas comenzaron mal.

Llegó a trabajar un poco más tarde de lo habitual, y aunque a nadie le importó, sí que decidieron meterse en su vida cuando lo vieron llegar en un patrulla y despedirse del conductor con un beso.

Justo en la entrada estaban Conway, Horacio y Michelle, quienes antes de que llegara, parecían hablar sobre algo serio. Conway estaba molesto, Horacio confundido y Michelle, ella sólo veía venir la tormenta.

Cuando Gustabo se bajó del patrulla se dió cuenta de que Conway y Horacio estaban a punto de soltar miles de preguntas, se sintió muy nervioso y molesto desde antes, pues ya se esperaba una pelea.

— ¿Quién coño era ese anormal? — Preguntó Conway antes de analizar a Gustabo de pies a cabeza, reparando que tenía un hematoma en el cuello, e cual Horacio reconoció de inmediato. — ¿Quién te hizo eso? — Señaló el área.

Gustabo se llevó la mano a la zona, no necesitaba ver un espejo para saber a lo que se refería.

— Gustabo, ¿Te estás acostando con Aiden? — Había emoción en sus palabras, pero también resentimiento.

— Cierra la boca.

— Habla, capullo. ¿Quién era ese?

— No tengo porqué decirle nada, es mi vida privada en la cual no tiene ningún derecho de entrometerse.

— Vas a cantar, o investigaré yo por mí cuenta y no te gustará.

— Hágalo y me dejo de tomar las pastillas, ya veremos a quién no le gustará qué. — Contra atacó.

— Tú no vas a dejar de tomar nada. Habla.

— ¿Están saliendo? — Preguntó Horacio.

— Tú, Horacio. Dime quién ese ese capullo.

— Aiden. — Respondió son simpleza. — Creo que trabaja en la LSSD.

— ¡Horacio! Ni se te ocurra contarle una sola palabra.

— Cuéntame más Horacio. — Exigió Conway.

— Tampoco le puedo decir más, a mí tampoco me ha dicho nada.

— ¿Y de qué lo conocen?

— Pues de nuestro pasado, intentaron algo hace años, pero Gustabo y yo nos fuimos de esa ciudad.

— ¡Pero deja de contarle! — Reclamó Gustabo. — Por esto nunca te cuento nada.

Aquello hizo cuestionarse a Horacio cuántas cosas Gustabo no le habrá dicho, se quedó rayado.

— ¿Estás saliendo con ese anormal? ¿En serio? — Conway no podía creer lo que sus ojos habían visto. — Ese sujeto bien puede estar utilizándote, puedes estar en peligro.

Behind Blue Eyes | JaidenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora