|capítulo 5|

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La mañana se había despertado con niebla, pero las nubes cargadas de
agua muy pronto dieron paso a los rayos de sol, que ahora caían sobre el
lado de la piscina donde se encontraban Sam y Brittany.

Brittany acababa de darse un baño refrescante y Sam leía el periódico
relajado, mientras degustaba una taza de té. Ella estaba tan absorta en sus
pensamientos que no se dio cuenta de que llevaba un buen rato con la
mirada fija en el café que acababa de servirse.

— ¿Qué es lo que ocurre, Brittany? —Sam bajó el periódico,
preocupado.

Exacto: ¿qué le sucedía? Se iba a casar en unos días. Tendría que
haber sido la mujer más dichosa del planeta y, sin embargo, algo no iba
bien. Algo iba terriblemente mal, de hecho, porque lo último que le
apetecía era casarse.

—Nada, solo estaba pensando —replicó, intentando darle largas.

—Por tu cara, nada bueno.

—Dímelo tú. Estaba pensando en tu novia —le mintió Brittany con la
intención de cambiar así de tema.

Las pupilas de Sam se dilataron con sorpresa. Este sonrió.

—No sabía que mi novia te provocara cara de asco.

—No, idiota —protestó Brittany, golpeándole suavemente con un cojín
del sillón—. Estaba pensando que me parece fantástica, de verdad. La
mejor novia que te he conocido.

—Gracias —contestó Sam, henchido de orgullo—. Yo también lo
pienso.

— ¿La quieres? Porque no me importaría tenerla en la familia.
Él hizo una pausa. Luego suspiró.

—No lo sé... ¿Quieres tú a tu prometido?

Brittany calibró su respuesta unos segundos. Tenía claro que su futuro esposo no
era del agrado de su primo. Él no se lo había dicho, pero no era tonta. Le
agradecía que intentara ocultar su rechazo, pero se lo había notado en
numerosas ocasiones, sobre todo cuando se desahogaba sobre problemas
típicos de pareja y Sam se limitaba a escucharla con largos y
desconcertantes silencios que no solían significar nada bueno.

De todos modos, ¿qué era el amor? ¿Lo había sentido alguna vez? Sí,
una, se dijo a sí misma, pero de eso hacía tanto tiempo que los recuerdos,
lejos de ser dolorosos, empezaban a estar borrosos en su memoria, como
hebras de hilo que se estuvieran deshilachando.

— ¿Si le quiero? A veces —contestó tras un largo silencio,
encogiéndose de hombros y deseando dar por zanjada aquella
conversación—. Pero no hablemos de amor, que hoy no estoy de humor.

Sam se rio.

—Por cierto, ¿dónde está ahora? —le preguntó.

—Tenía que rodar un videoclip, el último antes de la boda.

—Ya. Supongo que no podía esperar hasta después.
Brittany movió los labios para contestarle, pero se lo impidió la
repentina llegada de Santana.

—Hombre, mira quién está aquí, ¡la bella durmiente! —bromeó Sam,
antes de darle la bienvenida con un beso—. ¿Qué tal has dormido?

—Maravillosamente bien, gracias. ¿Y vosotros?

—Como un bebé —replicó Brittany, poniéndose en pie y haciendo
ademán de recoger su toalla. Llevaba un buen rato al sol y sentía la piel
enrojecida. Además, estaba segura de que Sam agradecería que le dejara
un rato a solas con su novia.

— ¿Te vas ya? —le preguntó Santana, desconcertada.

—Sí, hoy tengo el día libre y quería ultimar unos detalles de la boda.
Sam la miró por encima del periódico y arqueó una ceja con extrañeza.

Será Nuestro Secreto |adaptaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora