Capítulo 9

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—¿Ya gané? —La Catrina preguntó confundida, mirando al hombre de cera, quien parecía incapaz de contener su emoción. 

—¡Lo hiciste! —Confirmó, otra vez, el dios compañero del libro de la vida.

—Debes estar bromeando—Xibalba gruñó, malhumorado. 

La catrina miró a su esposo con una sonrisa, divertida por ver su ceño fruncido. Después regresó su mirada ambarina a su buen amigo, esperando una explicación por lo que acababa de decir. Ante el silencio, el hombre de cera decidió hablar, alzó ambas manos y miró al cielo, como si este tuviera un espectáculo entre sus esponjosas nubes.

—¡Manolo y Joaquín están juntos!—Anunció, brincando de la felicidad. 

La mujer le sonrió y simplemente asintió. 

—Sí, están juntos—Comentó, mirando a su esposo, quien resopló—Pero, eso no significa que haya ganado. 

El hombre de cera la miró con confusión, con el corazón rompiéndose lentamente por las palabras de la mujer. 

—Pero, se han besado.

—Un beso no garantiza una vida juntos, nada lo hace realmente, ¿verdad, mi amor? —Xibalba habló y miró burlón a su compañero, desviando su mirada a su esposa.

—Tienes razón—La mujer suspiró con tristeza—Tenemos que esperar un poco más. 

Estaba totalmente congelado, no podía moverse, no sabía como moverse, su mente estaba en blanco, corriendo tan aprisa que nada parecía tomar sentido, miles de pensamientos expuestos y regados en su cabeza, gracias al corto circuito que dieron sus ...

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Estaba totalmente congelado, no podía moverse, no sabía como moverse, su mente estaba en blanco, corriendo tan aprisa que nada parecía tomar sentido, miles de pensamientos expuestos y regados en su cabeza, gracias al corto circuito que dieron sus neuronas.

Sus manos picaron para acercarse, pero no sabía cómo corresponder. Sus labios estaban atrapados, quietos, fríos y sin color. Si bien podía sentir el calor contrastante, algo dentro de él se estaba muriendo, temía que fuera su cerebro.

Aún no acaba de procesar lo que le estaba pasando, su corazón ensordecía su exterior y sus ojos abiertos con sorpresa, solo podían ver los parpados bellamente cerrados del hombre que había añorado por años, tan cerca de él que todo parecía irreal. Manolo no se movía, sus labios estaban presionados en los suyos, pero eso era todo, Joaquín estaba inmóvil, incapaz de hacer algo más.

Incluso cuando Manolo se alejó de él y le sonrió, sus acciones parecían estar tres horas tras sus pensamientos, por lo que parpadeó lento, apenas notando la falta de calor que hasta en ese momento no sabía que necesitaba.

Manolo tenía una sonrisa orgullosa en sus labios, mirándolo con cierta superioridad que rápidamente clasificó cómo una fachada, sus ojos verdes lo siguieron, mientras parecía por fin ponerse al día con la situación.

—Parece que te he dejado sin palabras, ¿no?

Joaquín no le contestó, lo miró, con ojos analíticos. Estaba buscando algo, una respuesta que le dijera por qué Manolo había decidido besarlo en ese momento, temía dejar vulnerables sus sentimientos. El torero se dejó caer a su lado, simplemente mirando al cielo, esperando una respuesta, de más está decir que no la obtuvo.

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