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No existen las coincidencias, solo lo inevitable. Mi nombre es Mikaela Jones. A muy temprana edad me mudé a corea del sur junto con mis padres por un tiempo. No fue para nada una buena experiencia. En la escuela en la que estudiaba los niños solían molestarme por ser diferente a ellos. Eso nunca me enojó pero si en ocasiones las niñas dejaban de hablarme completamente y ni siquiera sabía por qué. En una escuela rodeada de soledad sin ningún amigo pude sobrevivir, aunque obtuve notas bajas pues no sabía nada de coreano y eso solo fue un motivo más para que mis compañeros me molestaran o simplemente no quisieran acercarse a mi.

Estuve durante casi seis años a la edad de 8 a 13 y aunque esforcé lo suficiente para aprender coreano, no pude ser capaz de hablarlo fluidamente ni de escribirlo correctamente. A esa edad todos de repente nos sentimos mal por cosas que no son para tanto. Solo una vez durante los primeros tres años que estuve en corea pude ver algo que llamara mi atención. Un día normal en la escuela pude ver a un niño de mi mismo grado siendo molestado por unos chicos más grandes. Era le primera vez que lo veía porque era de otro grupo. Querían quitarle unas pulceras de colores que tenía en su muñeca y a lo que supe después, algo de dinero.

No me quedé viendo cómo lo empujaban y le decían cosas horribles. Intervine y los acusé con el maestro más cercano que encontré. Todavía recuerdo como los chicos me miraron con desprecio. Ese día mis padres tardaron en ir a recogerme y también esos niños mayores que yo esperaron por mí a la salida. Al día siguiente volví con algunos moretes en los brazos y una rodilla raspada. No fue mucho a comparación de lo que creía que me harían, tuve miedo pero lo afronté. Aunque mis padres no creyeron que me había caído en una actividad física, no preguntaron más.

Poco después comencé a meterme en problemas acusando a abusadores, si no podía con mis notas entonces me ganaría la confianza de los maestros y de mis compañeros. También aquel niño al que había ayudado se acercó a mí después de dos semanas del incidente. Estaba bastante apenado y con trabajo me habló. Pude notar que era como yo, alguien que no sabía coreano, me pidió disculpas por mis heridas y se comprometió a pagarme el desayuno todos los días, cosa que en un principio no acepté.

Poco a poco se fue apegando a mí y nos conocimos mejor. Hablábamos en inglés para cosas que no queríamos que nadie entendiera y eso irritaba a algunos compañeros. Nos volvimos mejores amigos después de un año. Pero al cumplir mis 13 años tuve que mudarme de nuevo a Estados Unidos. Mi papá rechazó su puesto en la  empresa porque ya habían juntado el dinero suficiente para volver así que simplemente no me inscribieron al siguiente curso y no volví a saber de mi amigo. Éramos demasiado jóvenes como para tener un teléfono o un correo así que no pude comunicarme con él.

Justo ahora vivo con mis padres en Estados Unidos. Acaban de promover a mi padre a un mejor puesto de su compañía así que nuestra vida no es mala. Mamá también tiene su trabajo, maneja un restaurante cerca de casa. Acabo de cumplir 20 años, estudié música que es la única carrera a la que me dejaron entrar con mis malas notas. Realmente no fue malo, parecía que tenía un don en algo al fin, me sentía mucho mejor que en la mayor parte de mi infancia. Desgracia damente antes de obtener mi título mi padre decidió que era momento de ponerme a trabajar y no pude graduarme. Trabajo con mi madre en su restaurante, cerca de nuestra colonia la cual no es muy segura. Suelo tomar las órdenes y eso, se ha vuelto muy famoso últimamente.

-¡Mika! ¡Amy llegó! -grita mi madre desde el piso de abajo. Me apuro y bajo deprisa. Quedé con Amy de ir a comprar uno de sus discos preferidos al centro comercial. Yo solo tenía ganas de un capuchino así que acepté su invitación cuando me lo propuso.
Bajo enseguida y ahí se encuentra Amy, sonriendo de oreja a oreja como siempre. Aunque a veces suele no mostrar sus emociones cuando está con otras personas, me hace pensar que conmigo se siente cómoda.

-¿Lista? -pregunta emocionada.

-Claro. Vamos. -la acompaño a la puerta y nos salimos. Durante el camino Amy no puede dejar de irradiar felicidad.

-¿Sabes por qué estoy feliz? -pregunta como si la respuesta no fuera obvia.

-¿Por qué hoy sale a la venta el nuevo disco de tu banda de k-pop favorita? -digo dudosa aunque está claro que es por eso.

-¡Sí! ¡Stray kids saca un nuevo álbum hoy! Necesito tenerlos todos. -suspira después de sacar su emoción.

-Pensé que te gustaba EZZO o VTE's. Incluso la semana pasada mencionaste a GhostaM y a LxL. -digo confundida. A veces Amy habla de tantas bandas que ya no sé cuál de todas tiene al amor de su vida.

-Sí, me gustan. Pero Stray kids también. Me muero de ganas de tener un novio coreano, son preciosos. -suspira de nuevo.

-Son idiotas. -suelto al pensar en aquellos niños molestos de mi escuela en corea.

-Pero tu solo conociste a unos niños tontos, no creo que conocieras a estos niños hermosos. Son bebés... -y comienza a derramar miel sobre sus palabras. No tengo nada en contra de los coreanos pero solo puedo pensar en los niños que solían molestarme y que yo solía acusar.
Al llegar a la tienda de música la fila es enorme. Creo que podría durar todo un día entero esperando a que le tocara.

-Es demasiada gente...

-¡Claro que sí! Hablamos de Stray Kids. Es obvio. Por eso quería venir más temprano. -dice un poco triste.

-Yo no los conozco. Ve a formarte mientras voy por mi capuchino, te esperaré. -le doy una palmadita en la espalda en forma de ánimos.

-El trabajo no te deja admirar la belleza de Stray kids. Ve por tu café y me esperas aquí cuando regreses. -diji caminando hacia la enorme fila. Tendrá suerte su encuentra a quien sea la última en la fila.

Camino hacia mi capuchino que está casi al otro lado de la tienda de música. Me tomo mi tiempo ya que la fila de Amy está como para un día entero. Si vuelvo muy pronto igual tendré que esperar.
Al llegar a la cafetería voy directo por mi capuchino, en el mostrador se encuentra un amigo que también trabaja en el restaurante de mi madre. Se llama Adrien y llevamos dos años conociéndonos. Es una persona bastante responsable. Un poco mayor que yo, ya que tiene 25. Siempre he dicho que para el amor no hay edad. Me gusta verlo porque tiene unos rasgos muy marcados que me llaman la atención. Llevo pensando que tal vez me termine casando con él pues es el único hombre con el que interactuo.

-Hola, Mika. ¿Un capuchino como siempre? -pregunta con una sonrisa.

-Sí, con un poco de chocolate por favor. -digo sonriéndole igual. Es bastante atento con respecto a las cosas que me gustan o que tienen que ver conmigo, eso me gusta. Me hace sentir que le importo.

-Aquí tienes. -dice después de prepararlo en menos de cinco minutos.

-Gracias. -le pago y me voy un poco nerviosa. La verdad es que hubiera querido hablar más tiempo con él pero no quiero molestarlo en el trabajo. Me doy media vuelta y un chico que pasaba atrás de mi choca conmigo, tirando mi capuchino al sueldo. Su hombro dió con mi brazo y sin duda duele.

-¡Oye! -le llamo enojada. Voy a obligarlo a pagarme otro capuchino.

-¡Lo siento mucho! -dice inclinando su cabeza hacia abajo en forma de disculpa. Trae cubrebocas y la capucha de su suéter así que no lo veo bien.

Me la pienso antes de reclamarle. No tengo realmente ganas de hacer un drama ni quiero causarle problemas a Adrien-. Olvídalo. -digo restándole importancia.

-¿Mika, te cayó en tu ropa? -pregunta Adrien desde el mostrador pero antes de responderle va corriendo por cosas para limpiar.

-¿Mika? -escucho que me habla el chico que ha tirado mi capuchino.

-¿Se te ofrece algo? -pregunto irritada.
Él se quita el cubrebocas y se quita la capucha.

-¡Soy yo! ¡Félix! ¿Si te acuerdas de mí?

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¡Gracias por leer!
Espero les guste, y si es así regáleme algunos votos. Está historia es para y por ustedes Stays.
All the love♥️

Cuestión de tiempo [Stray Kids]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora