CAPÍTULO X

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MEMORIAS III

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MEMORIAS III. OAT Y LA CEREMONIA.

Como es costumbre en los rituales de iniciación en el templo, los monjes prepararon una ceremonia especial para celebrar la llegada de un nuevo miembro. Una de las principales actividades en esta realización es cocinar los alimentos para dar la bienvenida al monje menor.

Oat, muy seguro de sus cualidades culinarias, se ofreció para ejecutar esta actividad. Un menú compuesto por tallarines, sopa de verduras y arroz blanco sería la degustación. «El sabor de la sopa es muy simple, necesita sazón», pensó. Ya que el templo solo contaba con los recursos culinarios más básicos, fue hasta el patio a buscar unas yerbas que le resultaran eficaces. Mientras inspeccionaba a detalle, oliendo las plantas, recordó haber visto un arbusto de albahaca cerca del huerto de hortalizas, cuyas hojas servirían de maravilla para darle el toque especial a la sopa. Unas cuantas hojas puestas en el caldo serían suficientes.

—Esta comida será inolvidable para los monjes —se dijo, chupándose los dedos.

La ceremonia dio inicio. Los cantos fueron apertura y los rezos tomaron su turno, acompañados de una meditación. La cena fue servida exactamente a las 6:30 p.m. Todos comenzaron a degustar el festín, agradándose del buen sabor y lo bien que lucía a pesar de su sencillez. Oat se sintió orgulloso, satisfecho, al ver como los cenobitas disfrutaban del banquete que con tanto entusiasmo había preparado. Opto por no tomar su parte del convite, pues el regocijo en aquellas caras llenaban con creces su interior.

De pronto, dos mojes empezaron a quejarse; otros tres se levantaron de sus asientos apretando su abdomen; dos se posaron de rodillas y los restantes sudaban con gesto de dolor. En dos segundos, una lluvia de vómito salió de la boca de la mitad de ellos, y una cuarta parte manchó con diarrea sus ropas; los que corrieron con más suerte alcanzaron el patio para defecar, y el caos reinó en la pagoda por unos minutos.

Ante aquel desconcierto se trataba de buscar una explicación, en medio del malestar físico. Oat, al sentirse señalado por su conciencia, trató de escapar deslizándose por una esquina hacia la puerta y pasar desapercibido, pero el monje mayor —el cual ensució sus calzones—, lo observó y alzó la voz para detenerlo.

—¡Detente, monje Oat! ¡Ven aquí!

—¿Qué sucede, monje mayor? —respondió, simulando un silbido.

—Dime, ¿qué ha ocurrido? ¿Qué pusiste en los alimentos? ¡Esto es tú culpa! —Sus retorcijones podían escucharse a kilómetros de distancia.

—¡Perdón monje mayor! ¡No fue mi intención provocar todo este mal! —Se excusaba haciendo el bendito pegado a sus labios—. ¡No sé qué ocurrió! ¡Preparé todo con normalidad, solo agregué a la sopa un poco de albahaca que encontré en los arbustos cerca del huerto!

—¿Albahaca? No tenemos albahaca en el templo. ¡Lo que pusiste en la comida es una hoja cuya infusión sirve para ahuyentar insectos y cucarachas!

—¿Qué? —Su quijada casi topa al piso—. ¡Pero esas hojas huelen y parecen albahaca!

WHAT THE DUCK: RECALL.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora