Capítulo 1

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Caminé por entremedio de la gente, buscándolo con la mirada. Estaba ansioso. Era la primera vez que hacía ese tipo de cosas. 

Me acerqué a la barra, alejándome del tumulto de gente para obtener una mejor vista. No entendía por qué me había citado en una disco. Era un lugar muy concurrido, por no decir ruidoso. Bueno, yo era el necesitado así que iba a hacer lo imposible por conseguir lo que quería. Iba a pedir un trago al barman cuando una mano me tocó el hombro. 

-Nada de alcohol. Mis clientes tienen que estar sobrios, André- me dijo una voz al oído. 

Me di vuelta lentamente, expectante de ver el rostro con el que me encontraría. Era pálido, casi como el papel, de facciones suaves, ojos verdes con profundas ojeras, mirada seductora y labios gruesos con una leve sonrisa en ellos. Wow. Me había dejado sin aliento. Me sacaba por lo menos una cabeza de altura por lo que me miraba desde arriba como si fuera su presa. 

-Ven, hagamos esto rápido- gritó, intentando hacerse escuchar debido a la música que allí reinaba. 

Él avanzaba con paso decidido, como si supiera perfectamente hacia donde iba, sorteando a la gente con elegancia y delicadeza. Parecía un dios en medio de simples cerdos. Me mire a mí mismo, mi ropa, mi cabello, mis manos, preguntándome cómo es que podía aceptar a rebajarse a este nivel. 

Poco a poco nos alejamos de la gente hacia una sala que quedaba en la parte de atrás de la disco. La puerta era de metal. Me pregunté a dónde me estaría llevando. Él sacó una llave del bolsillo de sus jeans negros y abrió la puerta, que, para mi sorpresa, se abrió sin ningún chirrido. Me dejó pasar primero para luego entrar él y cerrar la puerta con llave otra vez. 

Ya no había vuelta atrás. No podía arrepentirme a estas alturas. 

El cuarto estaba medianamente oscuro, iluminado por solo una lámpara de gotas con una ventana con vidrios polarizados que daba al exterior. La cama de sábanas negras era enorme, habrían entrado fácilmente cuatro personas y hubiera sobrado espacio. Lo que me asustó fueron las cadenas que había en los postes de la cama, y el baúl que estaba cerca de esta. Tragué saliva al darme cuenta en lo que me había metido. 

-Ten, tómate esto- dijo él, mientras me tendía una pastilla y un vaso de agua. 

-¿Para qué es?

-Te hará sentir mejor, tranquilo. 

Hice lo que me dijo, apurando con el agua. Estaba muy nervioso por lo que tenía la garganta realmente seca. 

No sabía su nombre y tampoco nunca se lo había preguntado, pero él si sabía el mío. Me lo había pedido la primera vez que hablamos por teléfono. 

Cuando tenía aproximadamente 14 años me había dado cuenta que era gay. No quería que nadie lo supiera, ni siquiera mis amigos porque se podían reír de mí y hacerme bromas de muy mal gusto por lo que me lo había guardado por mucho tiempo. Por eso nunca había tenido novio además de ser virgen. Si mis amigos supieran se habrían reído de mí de por vida. Por medio de internet me había enterado de un tipo de personas que se hacen llamar Vampir y eran como vampiros: buscaban tener la piel pálida y los dientes afilados. Debían estar bien locos estos tipos, debía estar bien loco yo para llamar a uno de ellos y requerir de sus servicios. 

-Si quieres puedes sacarte la chaqueta, André- dijo mientras él se quitaba la suya de cuero. 

Su voz grave combinaba perfecta con las sílabas de mi nombre. Era una armonía hermosa de escuchar. 

No alcancé a sacármela por completo cuando noté que la cabeza me daba vueltas y la vista se me nublaba. Di un par de pasos hacia la pared para asirme de algo, pero él me detuvo. 

Rosa EnsangrentadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora