Capítulo 2

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Pasaban los días y no recibía ni siquiera un mensaje de él. Miraba el celular cada 5 minutos y nada. El miedo de que se hubiera olvidado de mí era cada vez mayor. Pero no podía dejarme llevar por mis emociones. Seguramente estaba muy ocupado. ¿Pero ocupado en qué? Seguramente seduciendo jovencitas que caerían encantadas en sus redes. Y luego las drogaba para robarles la sangre. Mi cabeza hervía del enojo. Solo podía robar mi sangre, de nadie más. Y él era mío. 

-¿Señor, Sarozky? ¿Se encuentra bien?- me preguntó el profesor de Matemáticas. 

Miré mi cuaderno y vi que, después de unas palabras había unos rayones bastante feos que habían traspasados varias hojas. ¿Eso lo había hecho yo?

-S-sí. -me llevé la mano al entrecejo- ¿Puedo salir a tomar un poco de aire? 

-Sí, con la condición de que vuelva. 

Le hice un ademán de que entendía y salí de la sala de clases. Fui al jardín a tomar un poco de aire fresco. Me senté en el pasto y revisé mi celular una vez más. 

Nada. 

Me paré, intranquilo, y caminé hacia el baño, pasando por fuera de la salida. Allí había un deportivo negro con los vidrios polarizados estacionado. ¿A quién estaría esperando a esa hora? Aún no era el momento de salir de clases. Cuando pasé, el conductor me tocó la bocina. Me detuve en seco. Me señale a mí, preguntándome si sería a mí a quien buscaba. La ventana del copiloto bajó. Él me miro desde dentro con sus ojos verdes cargados de enojo. 

-Vamos, no tengo todo el día. 

Miré hacia todos lados, asegurándome que nadie estuviera viendo como me escapaba del colegio. 

Una vez dentro del auto, me di cuenta de que allí dentro no llegaba la luz del sol. 

Este arranco a penas me subí. 

-¡Te espere por...-conté con los dedos- 9 días! ¡9! Ningún mensaje, ¡nada! ¿Dónde estabas? - le reproché. 

-Estaba ocupado. 

-¿Ocupado con qué?

-Asuntos personales.

-¿Qué tipos de asuntos?- le dirigí una mirada sagaz. 

-No te puedo decir. Lo que hago con mis clientes no es asunto tuyo. 

Así que era verdad. Yo no era el único en su vida y yo no lo tenía solo para mí. Tal vez a quien más le habría vendido su cuerpo, cuántas personas habrían disfrutado de su compañía, cuántas mujeres...no quería ni pensarlo. 

-¿Estás celoso?-preguntó con una sonrisa malvada. 

-N-no...no, cómo crees. 

Me concentré en mirar hacia adelante para que no pudiera ver mi rostro ni mis ojos a punto de llorar. 

-Falta poco para que se ponga el sol-dijo de pronto-¿A dónde quieres ir a comer? 

La pregunta me pilló desprevenido. 

-¿Qué? 

-Bueno, lo normal es que en una cita el chico lleve a la chica  a un restaurante a comer. Dadas las circunstancias esta es una especial, pero eso da igual, así que, ¿a dónde quieres ir? 

¿Una...cita? ¿Había oído bien? 

-Eh...no conozco ningún restaurante así que llévame al que más te guste. 

Cuando llegamos al café ya casi había anochecido, el sol ya no estaba, y hacía el típico frío que anunciaba el invierno. 

Era un lugar agradable, dentro, este era calentado por una chimenea, y tenía varias mesas con sillas dispuestas alrededor. El recinto estaba decorado con imágenes de los edificios más famosos de Europa. Nos sentamos en una esquina debajo de la Torre Eiffel para no levantar sospechas. 

Rosa EnsangrentadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora