Si las paredes hablaran

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¿Alguna vez escuchaste la frase "Esta noche solamente las paredes serán testigos"?

Eso le dijo mi padre a mi madre en una noche y, nueve meses después, nací yo. Una niña de piel canela y ojos grandes. Llevo el cabello corto, anteojos y un vestido de flores rosa que, a simple vista inspira inocencia.

Inocencia que me fue arrebatada a mis diez años.

Cualquiera creería que fui víctima de algún depravado o algo por el estilo, pero esa inocencia que perdí no es una de las "normales".

Es extraño decir que perdí mi inocencia gracias a un libro, pero así fue.

Encontré el primer libro en la pieza de mi hermano mayor. Recuerdo muy bien de qué trataba y cómo mi cerebro imaginaba cada escena que se presentaba. Por consecuencia no dejaba de pensar en qué pasaría si eso fuera real, si a mí me pasara o, mejor dicho, si yo lo causara.

Cuando cumplí quince años, mi hermano se fue de mi casa. Nunca supe a dónde ni porqué se fue. Ese es un tema que en casa no se habla, ni mucho menos se piensa. Apenas se fue, mi familia actuó como si él nunca hubiera existido, y aunque mis padres eliminaron todo rastro de él, no pudieron evitar que mis recuerdos y los libros que robé de su habitación lo recordarán.

Fueron años raros los que le siguieron, yo me esforzaba en hacer todo perfecto, no me podía equivocar, porque creía que me pasaría lo mismo que a él.

En la escuela y en mi casa los temas de los cuales trataban mis libros se evitaban. Todos alrededor gritaban que eso estaba mal, que no era moral y que nunca pensara en hacerlo.

Por esa razón guardaba cada vez más el anhelo de repetir esas escenas que en las noches antes de dormir se repetían en mi cabeza como un disco rayado.

Todavía recuerdo la primera vez que lo hice. ¡Fue tan interesante y gratificante ver la expresión de la otra persona! Me hizo sentir de una manera que quise repetir, pero no volví a hacerlo.

No porque no quisiera, sino porque mi mejor amiga me lo prohibió. Recuerdo que ella llegó al apartamento que compartíamos y vio toda la escena que había dejado. Su rostro reflejaba miedo y horror. Ella me ayudó a limpiar y luego de repetir que eso no se hacía, se fue y nunca volvió.

Lo mismo que pasó con mi hermano sucedió con ella, me dejó sola en un apartamento. Sola y sin ayuda.

3 de diciembre de 2018. Ese día conocí a Michael y Rebbeca. Ellos eran como yo, les gustaban los mismos libros, y no solo eso: ellos ponían en práctica lo que leían.

Fue la mejor pareja que conocí, ellos me ayudaron a perfeccionarme y me hicieron entender y aceptar que no estaba mal nada de lo que a mí me gustaba hacer.

Era el 9 de septiembre de 2019. Estaba en un bar junto con algunos amigos, celebrando el compromiso de uno de ellos cuando un chico entró por la puerta.

Sus ojos azules resaltaban gracias a su vestimenta oscura y su pelo rojo, como mis labios esa noche. Su piel era blanca como la leche, y aunque él evitaba mi mirada, sabía que yo lo intrigaba, y el sentimiento era mutuo. Había algo dentro de mí que me llamaba a acercarme más a él.

-Un vaso de whisky para mí -dijo con una voz ronca y melodiosa. Me miró de reojo, pues estaba sentado a mi lado-¿Se te perdió algo? -me preguntó

-No, solo admiraba el paisaje-contesté coqueteando con él. Con su sola presencia, el chico me causó sentimientos y reacciones que quería saciar.

El cantinero trajo su pedido y él solicitó otro para mí; ya había caído en mi red. Me miró, sonrió de costado y entabló una conversación conmigo.

Tras dos horas de charla, coqueteo y unas cuantas copas de más, ambos decidimos irnos a mi apartamento, ya que era el que estaba más cerca.

Una vez en él, nos besamos apasionadamente. Nos dirigimos a mi habitación y allí la magia empezó. Sus ojos tenían un brillo inexplicable, y su cuerpo, una vibra incontrolable.

Empezamos quitando su ropa. Cuando esta dejó de estorbar até sus muñecas al respaldo de la cama. En un principio se asustó, pero luego se relajó. A mitad del acto, yo me retiré de la habitación y cuando volví puse música.

If walls could talk de 5 Seconds of Summer sonaba cuando empecé un baile sensual. Su mirada me seguía y no se perdía ningún movimiento de los que yo realizaba. Hasta que el coro sonó, y de un segundo a otro, su mirada expresó terror. Es normal, porque... ¿quién lleva un cuchillo a la cama?

Acto seguido, empecé a recrear mi escena favorita de los dichosos libros.

Libros que relatan al pie de la letra asesinatos. Libros que son considerados moralmente incorrectos. Libros que causaron desapariciones y muertes por todos lados.

Esos libros que mi hermano leía y recreaba, razón por la cual mis padres lo enviaron a un manicomio y, cuando él salió, los asesinó. Esos libros que me llevaron a matar al primer hombre que quiso tener algo conmigo, que obligaron a mi mejor amiga a cambiar su nombre y su vida para que nunca la encontrara para lastimarla. Esos libros que Michael y Rebbeca imitaban y con los que me ayudaron a mejorar como asesina. Esos libros, que aunque el mundo diga que están mal no puedo evitar.

La canción había terminado, toda mi cama estaba rodeada de sangre y mi cuerpo a horcajadas sobre el moribundo.

-Si las paredes hablaran, espero que nunca pudieran decir nada,, porque han visto más de lo que cualquier humano puede soportar. -tarareé, pasando mi mirada por su pálido rostro- Te diría que, para la próxima tengas cuidado a qué casa vas, que no hables con extraños y menos aceptes cualquier invitación. Pero creo que no va a ser necesario: no habrá una próxima vez. Muchas personas ocultan muchos y oscuros secretos.

Su mirada se apagó y su cuerpo quedó tieso.

Si las paredes hablaranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora