Perros y gatos - Única parte

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¿Quién diría que iba a pasar tan pronto? Los extraterrestres habían llegado a a Tierra, por fin.

Un muchacho de tan solo veinte años observaba el cielo por la ventana de su habitación. Desde niño le interesaron los planetas, estrellas y constelaciones; por lo que, para su decimoquinto cumpleaños, su madre le regaló un telescopio.

— ¿Qué dirías, mamá, si me vieras ahora? —el joven suspiró mirando las estrellas en el cielo nocturno— ¿Por qué tenías que irte tan pronto?

Concentrado en sus recuerdos, el muchacho casi dejó pasar una maravilla. No se consideraba conspiranoico pero siempre había querido descubrir si había vida en otros planetas, y lo que parecía ser un platillo volador había aterrizado en el club de deportes de la esquina de su cuadra. No lo pensó dos veces, agarró una chaqueta y salió corriendo de su casa, pegando un portazo.

Desde la distancia, se observaba que la nave tenía el tamaño de un gran apartamento y unos pilares gruesos, de colores intensos. Una mujer esbelta y delgada, descendió por una plataforma que poco a poco se iba extendiendo hasta tocar el suelo. Al acercarse, el joven observó que unas alas cubiertas de plumas salían desde su espalda, parecidas a las que cualquier persona esperaría de un angel, pero tenían una diferencia: eran muy oscuras y pequeñas.

— Hola, terrícola. —la muchacha lo miró unos instantes a los ojos, como si estuviera analizando su interior— ¿Podría hablar un momento con usted?

— Por supuesto. —él aceptó sin pensarlo— Mi nombre es Enrique, aunque puede decirme Rick.

— Permítame presentarme, Rick. —le dijo la dama— Soy la condesa de Lunisépira.

Enrique mostró visible confusión en su rostro.

— Tengo entendido que en este planeta no conocen el mío, así que no se preocupe intentando saber de dónde provengo, solo sepa que viajé muchísimos años luz hasta aquí. —se aclaró la voz— No vengo a hacerme amiga de ustedes, terrícolas, ni a generar destrucción. Solo queremos llevarnos unos ejemplares de lo que ustedes llaman...perros y gatos. Verás, en nuestro mundo no existen y a nosotros nos encantan. Intentamos recrearlos en laboratorios, pero no salieron bien los experimentos. —se tomó una pausa— Nosotros les podemos dejar una criatura inofensiva de nuestro mundo.

Hizo un ademán hacia la nave y salió una pequeña bolita de pelos, con dos grandes ojos saltones. Era hermoso.

— Les dejaré varios ejemplares de la especie, para que puedan reproducirlos y que perdure su existencia en la Tierra. Al igual que ustedes, nosotros respiramos oxígeno, así que no debe preocuparse por eso.

Enrique observó a sus espaldas, y pudo contar veinte personas que se habían acercado visiblemente curiosas, se volteó hacia ellos y les dijo:

— En el refugio de Oriana, la proteccionista, hay muchos animalitos sin familia, y en Lunisépira los cuidarán muy bien. ¿Quién me apoya?

Todos los vecinos reunidos allí estuvieron de acuerdo y desde ese día, pequeñas criaturas de la especie Garnok corretean por cada una de las casas del mundo.

Fin.

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⏰ Última actualización: Nov 30, 2020 ⏰

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