Sonó el despertador a las 7:00 a.m. como todos los días con un ruido escandaloso que aturdiría a la persona más paciente, pero a mi realmente no me importó pues estaba despierta desde hace horas.

En la ventana se ve el amanecer, un sol brillante ilumina el cielo, dando tonalidades rojizas que iluminan el paisaje del hermoso lago lleno de gaviotas y sauces al rededor, el paisaje embelesador parece detener el tiempo y por un instante creí que desaparecía la neblina del día. Cierro la ventana, era un día frío y seguramente lloverá en la tarde.
-Bianca, a desayunar- dice la señora Renata desde el otro lado de la puerta, sacándome de mis pensamientos. Acomodo rápidamente mi cabello y salgo de mi alcoba.

La academia de Seattle es un típico internado con aires de castillo de época y a su vez de universidad inglesa, es grande, tiene un estilo parecido al gótico y fácilmente puedo imaginar que estoy viviendo en un castillo custodiado por un gran dragón, no me quejo, puedo vivir tranquilamente y hacerme pasar por estudiante, nadie sospecha nada, es preferible pasar desapercibida como una sobra entre los pasillos, pero tener una vida tranquila.

Bajando de mi pequeña y cómoda habitación, en el comedor la mayoría de los estudiantes están llegando "parecen zombies" pienso en mis adentros "claro, ayer fue la fiesta en el lago", no le doy mucha importancia, pero claramente recuerdo su "pequeña" reunión pues pude ver todo el suceso desde mi ventana y a mi memoria llegan los recuerdos de las grandes fiestas a las que he asistido, París, Mónaco, Japón, Australia... todas esas escandalosas e inmensas fiestas que te hacen sentir más viva, más despierta y más feliz hasta que llega el amanecer y te das cuenta que nada fue lo que parece, tuve tantas de esas ocasiones que realmente no tengo más curiosidad de saber lo que pasa en otra fiesta del lago de universitarios. Me siento en una esquina y desayuno tranquilamente mi avena con fresas y una gran taza de café negro.

Me dejo sumir en mis pensamientos, recordando lo que tengo que hacer hoy y planeando mentalmente mi semana. No pasa mucho tiempo cuando alguien se sienta al lado mío. -Dominic, deja ese libro, lo vas a manchar y lo tendrás que reponer, y ya sabes lo que dice el señor Charles sobre los libros maltratados. - Le digo a mi amigo, el cual no me presta atención y sigue en lo suyo. - ¿Otelo? Dios Dom, ese libro ya lo leíste mínimo 10 veces.

-Bianca, como dice William Shakespeare "El amor consuela como resplandor del sol después de la lluvia"
- ¿Y eso que tiene que ver? - le pregunto fastidiada, a veces no sé dónde tiene la mente este chico. A lo que él simplemente me dirige una mirada fría e indescriptible y continua en su lectura.
-No molestes- me contesta, pasando de página a su libro y robándome un sorbo de mi café.

La mañana transcurre tranquila, unas cuantas clases y al inicio de la tarde el tiempo es mío, la mayoría de los alumnos se inscriben en cursos o actividades en la tarde, pero yo prefiero ir a la ciudad, no queda muy lejos de la academia así que voy caminando.
Saliendo de la escuela enciendo un cigarro que traía en mi bolso intentando no ser descubierta, contemplo el paisaje de las canchas de la academia, aunque la neblina no ha pasado y el ambiente es un tanto frío y tétrico no me preocupo, casi todos los días son lo mismo aquí.
De un instante a otro siento un balón en mi cara seguido de un agudo dolor. Mierda.
- ¡Oh mierda! Lo siento mucha señorita, ¿Estas bien? - escucho que alguien me grita mientras se acerca, pero no sé quién es, tengo los ojos cerrados y estoy tumbada en el piso húmedo sintiendo mis mejillas enrojecer. - Ouch... Te ensuciaste de lodo, déjame ayudarte.
Él tipo me ayuda a levantar y ahí es cuando lo reconozco, Jonas Black, el jugador de fútbol americano me está ayudando a levantar después de él gran golpe que me dio.

-Listo, quedaste como nueva... Bueno casi, ¡Lo siento mucho! - me dice apenado, casi como un niño pequeño que ha roto un vaso o tirado la leche.
-No te preocupes, solo estoy un poco sucia- le respondo fríamente a lo que él me da una tímida sonrisa.
-Soy Jonas Black, ¿Y tú... -
- ¡Bianca! ¿Qué te pasó? ¿Estás bien? - Dice Dominic quién llega corriendo a auxiliarme "¿Hace cuanto está por aquí?" pienso en mis adentros.
-Si, estoy bien- le respondo- solamente estoy un poco sucia.
-Bien, déjame llevarte a tu habitación para que te cambies, pareces una lombriz llena de lodo- me responde burlándose.
Le doy una última mirada a Jonas y salgo de ahí con Dom.
-Adiós... Bianca- escucho detrás de mí.

Al terminar de cambiarme de nuevo, voy al sótano donde me reúno con Dominic y dos chicas que podría decirse son mis amigas, me agradan, son tranquilas y nunca se meten en mi vida...
-Bianca, supe lo del jugador de Fútbol Americano- dice la rubia con una sonrisa traviesa que tiene por nombre Lila- espero estés bien, pero si yo hubiera sido tú, estaría en la cama con ese chico en este instante.
-No la molestes, sabes que solo tiene ojitos para alguien- dice Marié, una pequeña chica morena de cabellos negros y unos preciosos ojos azules- ¿No es cierto, Dominic?- dice, lanzándole una mirada pícara a mi amigo, el cual sonríe y sigue en su libro como si no quisiera escucharnos o simplemente no le interesara la conversación.
-No digas estupideces- le respondo.
- ¿Vez? A eso me refiero, los dos son tan aburridos y amargados que hacen el par perfecto- se defiende Marié
-En eso tiene razón, ¡Por Dios chicos!, son jóvenes y tienen toda una vida por delante- la apoya Lila- parecen un par de abuelitos amargados, ayer no quisieron acompañarnos a la fiesta, siempre están leyendo o se desaparecen del mapa, recuerden que no van a vivir por siempre, deben de empezar a tener un poco de vida social.
"Si ella supiera" pienso, pero solo le digo- Esta bien, volveré a hablar con Jonas si dejan de molestar.
Ellas chillan de emoción, y afortunadamente cambian el tema, después de un rato se van, dejándome con Dominic en el ático.
El ático, como hemos apodado a nuestro pequeño cuarto escondido es un lugar tranquilo, una pequeña habitación con bardas de piedra que está acobijado por una alfombra roja, regalo de un duque amigo de Dominic, tiene chimenea y un mueble lleno de libros, así como pinturas clásicas que obviamente son copia y unos viejos pero cómodos sillones para descansar.
Me dejó caer en uno de esos sillones y contemplo el fuego.
- ¿Realmente saldrás con Jonas? - escucho decir a Dominic, quién no ha apartado ni por un segundo, la mirada de su libro.
-pff, no es nada del otro mundo, creo que me vendría bien, se nota que es un típico niño mimado intentando obtener una beca deportiva o algo así- le respondo, el deja su libro arriba de la chimenea y se sienta al lado mío. -Aparte, no he salido con nadie desde hace treinta y cinco o cuarenta años, tal vez necesite relajarme de vez en cuando.
-Si, tienes razón, después de todo, "Recuerda que no vas a vivir para siempre"-dice en tono de burla a lo que me rio y el también. - Solo no seas muy llamativa, la última vez casi te queman viva y no voy a estar todo el tiempo rescatándote, aparte de que me gusta vivir aquí.
-Ya lo sé Dom, te prometo que solo será una vez. - le respondo, él me mira fijamente y sigue leyendo su libro en voz alta, yo escucho sus palabras como un arrullo y su melódica y profunda voz hace que me quede dormida.

Inmortal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora