Una noche en casa.

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Estábamos en una sesión de besos, así como todas las noches, solo que esta vez ella empezaba a intensificarlos tomándome de la nuca, lo que provocaba una erección en mi. Estábamos de pie, la tenía acorralada contra la pared, decidí levantarla de las piernas haciendo que las enredara en mi cintura; la llevé a la habitación, dejé que se pusiera de pie y ella me empujó haciendo que cayera sentado en la orilla de la cama para después comenzar a hacer un baile sensual quitándose los pantalones y su blusa quedando así en lencería de encaje negra, esa maldita lenceria siempre me vuelve loco. Tiene un cuerpo infernal: vientre plano y marcado, pechos del tamaño adecuado para tomarlos con mis manos, un culo de muerte y sus maravillosas y tonificada piernas.
Se sentó en mi regazo para seguir con los movimientos de cadera causando una fricción entre nuestros sexos por encima de la ropa y eso me calentó aún más; quitó mi camisa dejando ver mi marcado abdomen. Volví a besarla ahora con más intensidad, nos levantamos un poco para poder quitarme los pantalones, hice a un lado su bra para poder tomar su pezón izquierdo con mi boca, lo mordisquee un poco y ella gimió motivandome a meter mi mano en sus bragas.

- Estás tan mojada y es gracias a mi. - le susurré al oído.

Hice que se recostara en la cama y empecé a besar su cuello bajando lentamente por sus clavículas dejando un pequeño chupetón ahí, seguí bajando, me detuve en el valle de sus pechos y volví a tomar uno de ellos en mi boca, masajeando un poco el otro, ella era un completo mar de jadeos y gemidos. Bajé un poco más dejando así besos por toda la extensión de su cuerpo. Al llegar a su pelvis tomé el elástico de sus bragas con mis dientes y lo bajé despacio solo para volverla loca, al terminar, besé su muslo interno acercándome cada vez más a su sexo, besé su clítoris sin aviso alguno haciendo que ella tomara mi cabello para que no me moviera de esa zona. Movía mi lengua de arriba a abajo mientras le metía dos de mis dedos, sus gemidos eran música para mis oídos; mi pene ya dolía un poco por lo apretado de mi ropa interior, pero me enfoqué en seguir dándole placer con la boca, hacía círculos en su clítoris con mi lengua y abría sus pliegues con una de mis manos, después de unos minutos, ella se corrió en mi boca haciéndome saborearla como solo yo sé hacerlo.

- Hazme un favor, papi. Fóllame de una maldita vez. - dijo ella masajeando mi pene por encima del bóxer.

Me lo quité quedando en igual de condiciones. Tomé mi pene y lo posé en su estrada, metí poco a poco causando una expresión de placer puro en ella, comencé con un movimiento lento pero después de unos segundos la sentí moverse contra mi pidiendo que lo hiciera más rápido y así hice. Mis estocadas eran rápidas y un poco duras, ella gemía mi nombre, yo jadeaba de placer.
Ne volvía loco tenerla así: debajo de mi con mi pene penetrandola y ella gimiendo mi nombre. Tenerla así, tan entregada a mi era algo que me mataba, me excitaba de manera monumental.
Después de unas cuentas estocadas más, tuvimos nuestro orgasmo juntos. Creí que todo acabaría ahí, pero entonces ella cambió nuestra posición ahora quedando sobre mi, bajó hasta la altura de mi pene y lo tomó con una de sus manos, dio un beso en la punta para después meterlo hasta donde pudo en su boca provocando un gruñido de mi parte. Joder, de verdad que ella sabía hacer eso muy bien.
Siguió así unos segundos, después de puso de rodillas sobre mi pene y se fue sentando lentamente hasta meterlo por completo, ella gimió alto. Marcaba el ritmo a su antojo, cabalgando sobre mi de una forma maravillosa, ansiosa por llegar a su clímax; la tomé por la cintura un poco fuerte, pero a ella parecía no importarle, di unas cuantas embestidas duras dando justo en su punto dulce, haciendo que ella gimiera aún más alto, ambos estábamos cerca del orgasmo, sus paredes vaginales apretaban mi pene haciéndome saber que ya estaba cerca, por tan deliciosa presión, no pude evitar venirme al instante y segundos después ella se corrió gritando mi nombre.
Se recostó a mi lado con su cabeza en mi pecho y se quedó dormida. Vi su tranquilidad con la tenue luz de la luna dando a su rostro y me dormí con esa dulce imagen en mi cabeza.

Ardiendo en deseo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora