CARTAS DE AUXILIO PARA UN PÚBLICO QUE JAMÁS APRENDIÓ A LEER

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"Camarada, esto no es un libro; quien toca esto toca a un hombre" - Walt Whitman.
Para ser feliz no necesitas huir, yo solo quisiera poder mostrarte el camino.

Vivía en un pueblo escondido, donde la mitad de los meses del año llovía y la otra mitad era irradiada por un sol que quemaba. Todo era tranquilo, solo había cinco barrios, cada uno con cuatro calles, una iglesia católica, una iglesia cristiana, y un parque en la plaza de la ciudad. Todos se conocían, se casaban entre ellos, seguían con los trabajos de sus padres y celebraban las mismas fiestas de la misma manera, siempre.
Mis padres habían nacido en ese pueblo que por nombre le pondré Shalom, en honor a los religiosos que gobernaban y a la paz que se respiraba al pasear por sus calles arboladas. Shalom no tenía perdida, ni sentido para mí, todo tan normal y monótono que se convertía en aburrido.
Yo, soy la primogénita dentro de una de las tantas familias de Shalom, que comenzó su niñez rodeada de niños con los mismos cortes de cabello, los mismos vestidos, juegos, frases, intereses, estudios y hasta podría ser que la misma sangre.
A mis doce años era igual a todos los demás, pero con una resignación creciente, un desespero en el alma, una mentalidad agotadora y unas ganas de salir huyendo.
Nació entonces Ema, mi hermana menor, fruto del amor de mis padres, tal como yo. Estaba tan contenta y entusiasmada con mi pequeña hermana que celebraba cada día menos para su llegada; quizá para mí Ema le daría un giro a la historia, cambiaría al menos para mí, el sentido de esta vida.
El 16 de noviembre de 1999 fue un día diferente, las estaciones habían tenido una fiesta que no celebraran hace años, tanto que mitad del día llovió y la otra la iluminó por completo el sol. Había nacido mi Ema, tan diferente como ese día.
Distinguiendo entre toda la población aquí existente, Ema tenía los ojos oscuros, y en ellos yo veía las estrellas, su cabello era más brillante que el de todos, y sus mejillas eran revestidas de un rosado que la endulzaba.
La veía jugar a diario, ella inventaba juegos que nadie más jugaba y la gente se alejaba, decía frases que ninguno conocía por lo que sus amigos decían que todos estaban cuerdos menos ella, yo en cambio me asombraba y en secreto le decía que ella por fortuna más que por desgracia, era la única que no vivía atada. Mi Ema era tan especial que cuando debía hacer sol llovía, si ella quería jugar bajo la lluvia.
Quince años pasaron hasta el día en que la copa recibió la última gota de agua que podía contener.
A Ema le encantaban los karaokes y cada semana aprendía una canción nueva, le entusiasmaba tanto cantar, que de camino y de regreso de la escuela tarareaba las canciones que no quería olvidar. Aquella tarde de regreso de la escuela, la voz silenciosa de mi Ema me retumbó en los oídos, no sabía que podría haber pasado con ella.
Me acerqué tratando de suavizar sus cargas y preguntarle qué pasaba, pero en cuestiones de segundos oscureció para mí su mirada y observé en su libreta la frase que marcaría el rumbo de la desdicha de cualquiera que enjaula su corazón porque el sonido de sus alas perturba a quienes olvidaron como volar.
¡MADURA! Deja tus ideas absurdas y sé por favor normal.
¿A qué se referían con la palabra normal? A lo aburrido de este pueblo y por ende a lo aburrida que era yo. No comprendía, pero mamá y papá procuraron darles la razón, y así arrastraron a Ema para que al igual que ellos, optara por creer que ser común en este pueblo era la mejor decisión.
Sin más que decir, me entristece que no quiera ser todo lo que ella es, porque tanto Ema como yo miramos este mundo como aventuras, pero nunca imaginé que la valentía que ella poseía y yo no, le fuera arrebata de la manera más cobarde.
-Lial

*Suena el teléfono*
- ¿Aún no saben nada de Liana?
- No, me temo que huyó, el pueblo es pequeño, ya llevamos días buscando. Liana no está en Shalom. No tenía novio, no está con sus amigos, y dejó una carta con solo un adiós.
- ¡Ok!

Mamá tiró el teléfono y miró resignada, Liana se había ido de la manera más cobarde del mundo, sin decir una palabra, sin dejar una señal de auxilio, sin importarle ni siquiera yo, se marchó nadie sabe a dónde, ni a que, lo único que se rumora por el pueblo es que tenía algo dentro, de esas cosas que enloquecen y que solo un hombre de dios te puede librar.

Nadie entraba a su cuarto desde que desapareció, incluso mis padres hicieron como si nunca hubiera existido y yo en cambio veía aquella puerta con resentimiento, esperando que algún día se abriera y poder gritarle en la cara lo que llevo atado dentro. Es que Liana era mi única distracción en este pueblo donde el mayor misterio era descubrir de quien fue la mascota que ensució la terraza o cuantas multas ha acumulado el excesivo hijo del señor Tomes, pero ella se fue y logró que perdiera más sabor este pueblo que ya era insípido.
Las burlas se aumentaron con su partida, la soledad se metió por las hendijas y yo ya no lo soportaba, para mí era una tortura tener que mirar aquella puerta cerrada para siempre. No había pasado ni un año y mamá dio aviso de cerrar el cuarto con tablas para que, si algún espíritu se le había olvidado empacarse en las maletas de mi hermana, entonces no saliera de la habitación a perturbar a nadie más.

Ema la niña terca, me decían, nunca hacia caso y de todo renegaba, pero había dejado esa característica mía enterrada, sin embargo, tras la ausencia de mi hermana y la alarmante noticia de mamá, decidí entrarme a escondidas y reclamar algo que me hiciera sentir junto a ella, también pensé en los espíritus y me dije que tal vez si ahí yacía alguno lo sobornaría diciendo que lo llevaría con Liana si me daba la dirección a la que había huido.

Se dieron las dos y treinta de la mañana y el plan espionaje empezaba, todo era muy fácil de seguir, caminar con medias, con la lámpara pequeña, tomar las llaves de detrás de la foto familiar, entrar al cuarto de Liana, tomar algo de ella y si por algún motivo el pueblo acertaba con los rumores, por encontrar a mi hermana sobornar al espíritu que en ella habitaba.
Cuando entré en la habitación las piernas me temblaban, todo estaba tal y cual como ella lo organizaba, mucha de su ropa había desaparecido con ella, y los espíritus estaban dormidos, no existían o se empacaron todos.
Busqué por toda la habitación y no encontraba algo que conservara su olor, las horas pasaban y yo aún no encontraba nada, al pasar el tiempo escuché unas pisadas que se acercaban a la puerta de la habitación de Liana, entonces apagué la lámpara y en silencio me dispuse a averiguar quién era; por un momento pensé que era papá, se le veía tan aturdido y estresado que quizá la noche era su refugio para sentir de cerca de mi hermana, pero para mí sorpresa una cabellera caía hasta debajo de la puerta, era mamá que se había sentado afuera como quien con angustia espera noticias de vida , sus lágrimas bañaban el pasillo y su voz se entrecortaba, no entendía que decía, pero imagino que la extrañaba, mamá se quedó dormida en la entrada y yo me encontraba atrapada.

Me cansé de buscar y me senté a escuchar la respiración de mamá, miré hacia la esquina de la habitación y la ventana del cuarto donde Liana se sentaba a escribir estaba cerrada, alguien tuvo que haber entrado antes de mí, porque Liana mantenía la ventana abierta para que la brisa la acariciara el cabello, aunque yo muchas veces pensé que la brisa algo le susurraba. Por esa ventana entraba un pequeño reflejo de luz que decidí opacar por completo, ella amaba la luz de la luna, y a mí me fastidia que irrumpieran mi oscuridad, sin embargo, cuando oscuridad se apoderó de la habitación, comenzó a iluminar una cajita llena de estrellas donde guardaba en secreto de mis padres los lugares a donde quería viajar, porque era pecado para ellos siquiera contemplar la posibilidad de vivir fuera de Shalom. Me acerqué entonces en silencio a la cajita, la abrí, vi imágenes de una isla, recuerdos de nuestra niñez, colección de rompecabezas, varias hojas enumeradas y todas con la letra de Liana.

Al principio no quería irrumpir en la privacidad de mi hermana, siempre me puso límites con sus cosas y a mis papás les molestaban las discusiones por atreverse a tocar lo que no era de nuestra propiedad, pero mi hermana no estaba, mamá lloraba y papá había perdido el habla y la opinión desde que mi hermana se marchó, por lo que decidí abrir la primera.

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