CARTA #1

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Mamá había hecho ruido al levantarse y yo decidí salir, tenía que dormir, o al menos intentarlo, esa primera carta me dejó desconcertada, no entendía de que avión se trataba si en este pueblo no he visto ninguno, es imposible que haya volado, adem...

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Mamá había hecho ruido al levantarse y yo decidí salir, tenía que dormir, o al menos intentarlo, esa primera carta me dejó desconcertada, no entendía de que avión se trataba si en este pueblo no he visto ninguno, es imposible que haya volado, además es totalmente ilógico que no haya llegado a ningún lugar, si ella siempre estuvo aquí, en su hogar.
El calor era insoportable en esta época del año, a pesar de ello, mi llanto aquella noche logró enfriar mi almohada y otorgarme el sueño, realmente la extrañaba.
Sonó mi alarma interna, esa que me despertaba a preparar panqueques pero que ahora me daba otra razón para salir corriendo de ahí. Comencé mi rutina lo más normal que pude, se me olvidaron los panqueques, las medias eran las mismas en cada pie cuando siempre había amado intercambiarlas, beso en la mejilla a mis padres, olvidé ver a la puerta de Liana y salí manejando la cicla. Al llegar a la escuela me di cuenta que los carteles de búsqueda de mi hermana ya no estaban, mi casillero estaba rodeado de cruces, sentí que llovió una lluvia helada sobre mí, pero la sonrisa se mantenía intacta justo en mi cara.
Se realizó un silencio en el salón cuando entré, pensé por un momento dejarme aturdir por las miradas que se posaban en mí, pero aquella cajita guardada en mi bolso reclamaba mucho más mi atención. Cuando estaba tomando otra de las cartas entró Amalia, directora de la escuela, llamó por mi nombre y me pidió que la acompañara, ante la mirada de todos me di media vuelta para recoger mi maleta, sin embargo, la directora me dijo que no había necesidad de llevarla conmigo.
Salía del salón preciso cuando la nueva profesora entraba y se limitó a saludar, me parecía conocida, pero ¿Quién no se conoce en este pueblo? al igual era raro tener nueva profesora a mitad de año.
Recorría con mi mirada aquella oficina en la que me encontraba con la directora, era un lugar que producía escalofrío, lleno de una oscuridad espesa, no como la que me gustaba en las noches, sino como aquella que te ciega, tanto que no logro describir todo lo que en ella se encontraba. La directora me contó que días antes de que los espíritus se apoderaran de mi hermana, ella había presentado solicitud para crear un club de lectura, sin embargo, por presupuesto y tiempo no se pudo llevar a cabo, pero que tenía conocimiento que mi hermana escribía, así que me solicitaba que si encontraba escritos de mi Liana se los hiciera llegar para publicarlos en memoria de ella, pero hizo énfasis que se publicarían de forma anónima en la revista de la escuela para no ocasionar inconvenientes con el pueblo entero.
Mientras la directora hablaba mis dedos no dejaban de jugar en los bolsillos de mi falda, no me estaba sintiendo cómoda y ante la solicitud pensé en mencionar la cajita que yacía en el salón de clase y sobre la cual no dejaba de pensar, pero no sé si fueron los espíritus, mi intuición o la permanencia de la mirada de la nueva maestra en mi mente lo que hizo que me quedara callada. Al final me preguntó si estaba todo bien en casa, le aseguré que todo marchaba con total normalidad y regresé al salón de clase.
Mi mirada desde la entrada del aula hizo un barrido por mi asiento, mi corazón palpitaba a una impresionante velocidad, mi maletín no se encontraba donde lo había dejado, por ende, la cajita había desaparecido. Se nubló mi vista, cosa que suele pasarme cuando los nervios toman el control de mi cuerpo, mis ojos se llenaron de lágrimas, había perdido lo único que mi hermana me había dejado. El salón no era muy largo pero su anchura permitía que los estudiantes circularan sin incomodar, pero ante mi vista todo se había reducido y se hacía cada vez más pequeño, ya era un espacio reducido, casi para una persona, y seguía encogiéndose hasta que me había hecho prisionera, en eso la profesora me hizo ver arriba del clóset donde se guardaban los utensilios para la clase de artes y mi corazón se  calmó, pero seguía pareciendo que corría una maratón hasta que pude contemplar la cajita con las cartas a salvo.
Se me olvidó preguntar por qué mi maletín había aparecido en un lugar distinto, en mi mente solo estaba la satisfacción de haberlo recuperado, aunque no puedo mentir que los nervios aún estaban haciendo de las suyas conmigo.
Llegué a casa, saludé a mi madre con un beso en su mejilla, mi papá entró después de mí y avisó de una tormenta, subí a mi habitación me sorprendió ver que la puerta estaba abierta, y que mi habitación parecía haber sido removida, pero mi mirada se concentró en la habitación de mi hermana que ya se encontraba sellado, las piernas me temblaron, la lágrima cayó al mismo tiempo que la primera gota de lluvia en esta ciudad indicando que la tormenta apenas empezaba. Bajé a cenar después de varios gritos de mamá, todo estaba servido, nadie había probado bocado, papá inició la oración que antes iniciaba mi hermana, todos cerraron los ojos y yo solo veía como ignoraban el hecho de que mi hermana no estaba, incluso cuando mencionó “Líbranos del mal” mi voz susurró que también a Liana, me miraron con desconcierto, intentándome decir que callara, y no entendía en ese momento porqué Liana debía salir del amparo que ellos pedían, tanto que comenzaron a comer y no asintieron en busca de protección, es decir que jamás dijeron amén.
Me quedé de última en la mesa, recogí los platos, los lavé, me despedí de mis padres porque debía madrugar, pero la fuerte lluvia me mantenía despierta y la curiosidad por las otras cartas me hizo actuar de nuevo como Pandora, así que decidí que si los males iban a salir sería después de que yo leyera todas las cartas.

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⏰ Última actualización: Nov 10, 2020 ⏰

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CARTAS DE AUXILIO PARA UN PÚBLICO QUE JAMÁS APRENDIÓ A LEERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora