Capítulo 2. El drama del desayuno.

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Quiero matar a alguien. Voy a matar a alguien.

La hora en mi móvil marcaban las nueve en punto de la mañana, y fuera de la habitación que compartía con mi novio, ya se escuchaban gritos y golpes.

Sin embargo, Axl parecía muerto sobre el colchón, a no ser que sus ronquidos de animal, me daban una señal de que aún seguía en éste mundo.

Me levanté de la cama, tratando de que el pelirrojo a mi lado no se despertara. No quería ver sangre tan pronto.

Sobé mis ojos y caminé hasta la puerta, abriendo el picaporte. Un plátano cruzó a centímetros de mi rostro, dejándome perpleja.

—¡SLASH, SUELTA ESO! —mi hermano parecía histérico, más de lo que ya lo era—. ¡VAS A QUEMARNOS A TODOS!

—¡NO ME DIGAS QUÉ HACER, CABELLOS DE VAGABUNDO! —fruncí el ceño. Voy a colgarlos de las pelotas en la ventana.

—¡CHICOS!, ¡LOS PANQUEQUES ESTÁN EN LLAMAS! —la voz de Steven me parecía adorable. A no ser que sea un sábado, las nueve de la mañana y esté gritando como un paciente mental.

—Axl nos va a golpear a todos —Duff trató de apaciguar las cosas, pero por lo que veía, sólo consiguió estresar más a los otros tres tarados.

—¿Chicos? ¿Qué están haciendo? —pregunté, más bien les gruñí. Los cuatro se dieron vuelta, mirándome con los ojos abiertos como platos.

Izzy tenía harina en la cara —aparte de en todo el cuerpo— y en su mejilla, estaba perfectamente dibujada la forma de una mano.

Slash llevaba puesto un ¿delantal?, su cabello estaba manchado con huevo batido, que le chorreaba de las puntas y tenía un encendedor en la mano derecha.

Steven y Duff estaban limpios. Me hubiesen parecido los más normales del grupo, hasta que noté que dentro de sus camisetas, en la parte del pecho, tenían dos manzanas a modo de… tetas.

—Hola, preciosa —mi hermano hizo un ademán con sus manos, sonriéndome. Me crucé de brazos, enarcando una ceja.

—¿Van a contestarme? —insistí, comenzando a golpear mi pie contra el suelo—. No querrán terminar con esas frutas en sus lindos traseros, ¿o sí?

—Tratábamos de hacer el desayuno —habló rápidamente el rubio más bajo—. Creímos que sería una linda sorpresa.

—Pero Steven insistió en ser travesti, para meternos en el papel de ama de casa —acotó Duff—. Y luego, Slash e Izzy comenzaron a pelear por preparar la masa para los panqueques. Él —señaló al moreno sin rostro a causa de su cabello—, lo golpeó fuerte y tu hermano se la devolvió con la docena de huevos que estaba en el refrigerador.

Inhalé y exhalé fuertemente, tratando de calmarme. Una mano la tenía apoyada sobre la frente y la otra estaba en mi cintura.

—Se van a encargar de limpiar éste desastre, porque si no, prepárense para pasar una vida sin poder tener hijos —advertí. Ellos me miraron y corrieron a buscar productos de limpieza.

Caminé hasta mi habitación de nuevo, donde me encontré con un sonriente Axl —Buenos días, preciosa —me recosté a su lado.

—Igual para ti, lindo —abracé mis brazos a su cintura, acariciándole el pecho sobre la remera de Aerosmith.

—¿Estaba todo bien ahí afuera? —suspiré, volviendo a exasperarme.

—Los otros idiotas han hecho un desastre en la cocina tratando de preparar el desayuno y… —me interrumpió.

—¿Los otros idiotas? ¿Te refieres a que yo también lo soy? —abrí la boca para poner objeción, pero la de Axl fue más rápida y terminó callándome—. Eso no se hace, gatita…

Últimamente, los besos de mi novio siempre venían con segundas intenciones. Lo sabía, eran diferentes. Sin embargo, él sabe muy bien que soy virgen y que simplemente, no estoy preparada. No quiero entregarme completamente a él, aún no.

No me siento una mierda por tenerlo en abstinencia, pero tampoco es algo que me agrade del todo. A veces, se pone insoportable. Empiezo a creer que su mano no le es suficiente…

—A-Axl, ya —mis manos detienen a las suyas, que estaban tratando de ingresar debajo de mi polera.

—Ugh, v-vamos, May… —me separo completamente de él, enarcando una ceja.

—Eso me suena a violación, y no, Rose —cruzo los brazos sobre mi pecho—. Sabes muy bien que no, aún… —le recuerdo, apenada.

—Sabes muy bien que te esperaría una eternidad si es necesario, nena —sus brazos rodearon mi cintura, atrapándome contra la pared. Su aliento era cálido y la voz le salía roncamente sensual—. Pero estoy empezando a necesitar un poco de atención…

—Ya, basta —aclaré mi garganta—. H-Hablaremos de esto más tarde, ¿vale?

—Cómo digas —un bufido salió de sus labios—. Jodida virgen

AUCH.

¿EN SERIO MI NOVIO ME HABÍA LLAMADO ASÍ?

Ugh, parezco una vieja histérica. Pero…

Yo… agh.

Me duele el pecho y quiero llorar. No lo hago porque Steven está mirándome con una sonrisa desde la puerta que da a la cocina.

—Mayuchis, ya hemos limpiado todo el desastre —me dice, abrazándome por los hombros—. También hicimos el desayuno, por cierto, la señora de enfrente es muy amable.

Eso era una indirecta. Ésta mañana me ha quedado del todo claro que cuando dejas a cuatro hombres en una cocina —y más si son mis mejores amigos junto a mi hermano—, nada bueno saldrá de esa mezcla.

—¿Estás bien, May? —Duff se acercó hacia donde estábamos. Me tomó de las manos y el rubio a mi lado lo fulminó con la mirada, a lo que él hizo caso omiso.

—Sí, Duff —suspiré—. Sólo… denme un abrazo, ¿quieren?

—¡AW! —exclamaron los dos, lanzándose hacia mí. Steven estaba prendido de mis caderas, mientras que Duff tenía sus brazos enrollados a mi cuello, dejándome la nariz enterrada en su pecho.

—¡Ya! —sonreí, apartándolos un poco—. Vamos a desayunar, muero de hambre.

Caminamos hasta donde estaba la mesa familiar. Duff y Steven se sentaron frente a mi hermano y a mí. Slash se puso en una de las puntas.

—¿Dónde está Axl? —preguntó el pelirulos.

—Aquí —el pelirrojo se sentó en el lugar restante, mirándome con detenimiento. Quiso tomar mi mano por debajo de la mesa, pero no lo dejé.

El menú de esa mañana consistía en lo mismo que los chicos habían estado tratando de cocinar un rato antes, pero mucho mejor. Ellos hablaban, hacían bromas. Sin embargo, ni Axl ni yo estábamos al tanto de la conversación. Ninguno de los presentes hizo preguntas; sabían que les convenía el silencio.

—Voy a dar una vuelta —avisé, calzándome mis botas—. Sí, Izzy. Me llevo móvil, gas pimienta y una navaja, por si acaso.

Mi hermano rió, besándome la frente —Te amo, enana —lo abracé.

—Y yo a ti —esbocé una sonrisa. Abrí la puerta del departamento, sintiendo las miradas clavadas en mi nuca. Tampoco les di mucha importancia, sólo quería despejarme un rato. 

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⏰ Última actualización: Jan 24, 2015 ⏰

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