Capítulo IV: Lo que nos Une

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Ulquiorra tomó al chico entre sus brazos, con cuidado lo llevó a su habitación, lo recostó, lo cobijó y se regresó a su cuarto, algo más tranquilo el ojiverde pudo dormir, recordando no su triste soledad, sino esos momentos que vivió con Azura de felicidad, ahora podía continuar, con el motivo que tenía para abrir sus alas y levantarse: sus hijos.

Esa mañana comenzó con un extraño grito, era de su hija Aoi, era temprano, pero hoy descansaba, no tenía humor para entrenar, solo quería tener tiempo para relajarse, poner sus pensamientos y sentimientos en orden, así que se levantó deprisa, tal vez había entrado un ladrón, al abrir se encontró con una escena extraña, la pelinegra estaba sobre Kazui, quien estaba en el suelo mientras la adolescente le reclamaba, además de pegarle de cachetadas, la de ojos verdes apenas vestía una toalla, estaba completamente empapada, aquella imagen le trajo a la mente las veces que pasó lo mismo con Orihime.

- ¡Te dije que pasaría tarde o temprano! - dijo Kazuma

- ¡Eso es obvio!, Aoi es una chica muy bonita... - dijo Keitaro

Ulquiorra sonrió e incluso río un poco por aquellas palabras y la situación en general, al escuchar la risa los tres hermanos lo miraron atónitos.

- ¿¡Papá se está riendo!? - dijeron al unísono

El caballero aclaró la garganta, había tenido un momento de debilidad.

- ¡Kazui! - exclamó el ojiverde

Todos regresaron la mirada al pelirrojo.

- A mi estudio de inmediato... - dijo con un tono más alto el caballero

La sonrojada pelinegra viendo la situación en la que estaba, se levantó despacio, jaló de la toalla lo más posible para cubrirse y corrió a su cuarto, Kurosaki sabía que estaba en problemas por algo muy tonto, pese a todo estaba muy cómodo en ese lugar, no compartía habitación, tenía comida gratis, incluso lujos que en su vida hubiera pensado, piscina, gimnasio, lo trasladaban en coche, el señor de la casa le daba dinero para gastar en ropa solo por ser buen estudiante, además de todo eso, tenía algo que nunca antes había tenido, que había aprendido a amar estos meses, hermanos.

Resignado a recibir una buena regañada o incluso terminar en la estancia para estudiantes, camino melancólico el muchacho hasta la oficina en la parte inferior de la casa.

- ¡Kazui!, yo se muy bien que no establecí ciertas reglas de convivencia porque pensé serían obvias... - dijo algo molesto Ciffer

- Lo siento señor Ulquiorra, créame fue un accidente, olvidé tocar la puerta, no fue mi intención espiar a Aoi... - dijo angustiado el muchacho

Suspiro profundamente el caballero, pero seguía siendo padre y sentía que debía proteger a su hija, por lo que analizando con razón la situación llegó a una conclusión muy peculiar.

- En eso te pareces a tu madre, eres muy ingenuo y distraído, lo mismo le ocurrió conmigo hace muchos años... - comentó más tranquilo el ojiverde

- ¿¡De verdad!? - preguntó completamente anonadado el pelirrojo

- Sí, no me molesta ese tipo de cosas con respecto a mi persona, pero tampoco me gusta que me molesten, debo admitir que tu madre es una mujer muy bonita... - dijo melancólico el caballero

- Entonces... - dijo apenado por pensar en esa escena el de ojos avellana

- Ella entró mientras yo me bañaba... - respondió el ojiverde

Kazui se puso rojo como una cereza por aquella idea.

- Ya se que Aoi es un poco coqueta, su madre era así, la educó para ser amable, se lo toleró porque soy su padre, pero en ocasiones se excede... - comentó Ciffer

Tres Schiffer y ¿Kazui? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora