𝒟𝑒𝒶𝓇 𝑀𝑜𝓂

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La brisa fresca del atardecer naciente se coló por los barrotes de la torre meciendo los largos cabellos blancos de la mujer con delicadeza haciéndole cerrar los ojos para disfrutar de la suave caricia del viento en su rostro.

Su mirar yacía perdido en el vasto cielo que lentamente dejaba atrás los tonos azulados y se tornaba en naranjas y rosas brillantes mientras que la figura del astro rey se escondía paulatinamente dejando paso a que la oscuridad se expandiese en los amplios terrenos de la mansión donde otro día llegaba a su fin mientras que ella seguía ahí, encerrada e incapaz de abandonar aquella gran y fría torre del jardín.

Más mientras ella posaba una de sus delicadas manos en uno de los barrotes los ojos cual rubí del pequeño Subaru brillaron con ilusión y anhelo, su corazón queriendo ver a la mujer que le había dado la vida, sus pensamientos constantes de:

["𝓼𝓲 𝓽𝓪𝓷 𝓼𝓸𝓵𝓸 𝓹𝓾𝓭𝓲𝓮𝓼𝓮 𝓹𝓪𝓼𝓪𝓻 𝓾𝓷𝓪 𝓷𝓸𝓬𝓱𝓮 𝓷𝓾𝓮𝓿𝓪𝓶𝓮𝓷𝓽𝓮 𝓬𝓸𝓷 𝓮𝓵𝓵𝓪"]

Bailaban al son de una canción imaginaria en su cabeza.

["𝓼𝓲 𝓽𝓪𝓷 𝓼𝓸𝓵𝓸 𝓹𝓾𝓭𝓲𝓮𝓼𝓮 𝓪𝓫𝓻𝓪𝔃𝓪𝓻𝓵𝓮 𝔂 𝓭𝓮𝓬𝓲𝓻𝓵𝓮 𝓺𝓾𝓮 𝓼𝓮𝓷𝓽í𝓪 𝓱𝓪𝓫𝓮𝓻𝓵𝓮 𝓪𝓻𝓻𝓾𝓲𝓷𝓪𝓭𝓸 𝓵𝓪 𝓿𝓲𝓭𝓪"]

Porque Subaru amaba a su madre, y porque amaba a su madre le era tan doloroso el hecho de no saber como ella fuese a reaccionar con su sola presencia, dejándole siempre con aquella inseguridad creciente en su interior.

- Lo siento - con pesar el pequeño murmuró aquello, sintiendo las lágrimas formarse en sus fanales más obligándose a sí mismo a no llorar - madre lo siento - sus lastimeras disculpas volaron en el aire trazando un camino sin forma que quedamente entró por los oídos de la vampira de cabellos con destellos de pigmento rosa -.

Con aflicción la mujer apartó la vista del pesaroso niño rodeado de las blancas y puras rosas de la mansión que alguna vez juntos hubieron cuidado, aquel rosal en donde su hijo se mantenía esperando todos los días por su ya imposible salida de la torre.

- Yo también lo siento, Subaru - su delgada mano quiso salir de los barrotes más con lobreguez en sus luceros se separó de los mismos, tratando de mantener la imagen de su pequeño en su tan perturbada cabeza, siendo ésta opacada por la cada vez más clara y dolorosa silueta de su primo, aquel hombre al que le había entregado su corazón y su pureza siendo solamente una presa de una vil falacia; pero Subaru era su hijo, Subaru no era su primo, Subaru era un niño inocente, pero Subaru se le hacía tan parecido al Rey Vampiro que era un enorme suplicio para su roto corazón - Nii-sama... - lentamente la imagen de su amado niño se transformó hasta plasmar a aquel ser de repugnante sonrisa en su máximo vigor, burlándose de ella y de su ingenuidad haciéndole entrar en una pequeña crisis - ¡Nii-sama! ¡TE ODIO! ¡TE ODIO TANTO! -.

El florero que reposaba en la mesa de té fue arrojado al suelo, dejando el piso lleno de pequeños y traslúcidos pedazos de vidrio que yacían encima de un no muy grande charco de agua, las rosas blancas que antes estaban en el jarrón ahora estaban regadas por el piso con la mayoría de sus pétalos dañados, como si fuesen una vívida representación del estado de su frágil corazón.

Al pasar unos pocos minutos la ira le abandonó para dejar pasar a la tormenta de tristeza en su interior, inclinándose sobre sí misma hasta quedar sentada en una esquina en posición fetal, llorando y balbuceando incomprensibles palabras llenas del dolor que había en su marchito interior, porque la rosa blanca había sido despojada vilmente de sus pétalos.

𝓛𝓪 𝓶𝓪𝓭𝓻𝓮 𝓭𝓮 𝓵𝓸𝓼 𝓢𝓪𝓴𝓪𝓶𝓪𝓴𝓲Donde viven las historias. Descúbrelo ahora