Capítulo 4

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Era San Valentín y allí estaban, en el Club. Había organizada una buena fiesta, la música estaba un poco más alta de lo usual y había velas por todas partes, ese era el único elemento romántico si es que se le podía llamar así, ya que estaban a disposición de los clientes, podían usarlas y luego devolverlas a la decoración. No había corazoncitos, ni cupidos colgando de las paredes, la verdad era que sólo se había cogido el día para hacer ese evento y reunir a la gente. Lo más rosa allí eran los culos de los sumisos después de bajar del escenario donde esa noche hacían una demostración tras otra. El de Navidad era distinto ahí sí había decoración y los clientes añadían detalles a su vestuario.

Esa vez Ilia y Ulrik habían dejado a su hija con los abuelos, Erik sabía de sobra lo feliz que estaba su madre de poder quedársela de vez en cuando para disfrutar al máximo de nieta. Por eso esa vez ambos hermanos habían coincido en el Club, aunque los mayores habían ido en moto y a él lo habían metido en un taxi alegando que en transporte público llegaría al cierre. No había podido discutir.

Ilia vestía un corsé de cuero rojo con pantalones cortos a juego y unas botas que le cubrían hasta la rodilla y se acercaba a los sofás saludando a todos sus amigos. Ulrik caminaba sobre unos botines con tacón un paso por detrás de ella, esa vez llevaba pantalones, gracias a Dios, eran cortos y sin la parte del culo, pero Erik lo llevaba mejor que verlo con sólo un tanga. Erik por su parte iba como siempre con sus pantalones y chaleco de cuero y una camiseta, no llevaba nada especial para la ocasión, salvo una correa de la que llevaba a Analise, aunque si le preguntaran no podría decir cuándo se le había ocurrido que eso sería una buena idea, no era muy propio de él. La sumisa en cambio estaba tan contenta. De no ser por la mirada baja diría que se pavoneaba caminando tras él con sus tacones de vértigo y sólo un top y una minifalda que apenas le cubría el culo.

—Ya era hora, os habéis perdido una suspensión y Anisa no paraba de preguntar por ti y el mejor culo de la zona —dijo Joakin mientras saludaba a Ilia.

Ulrik se arrodilló donde su ama le indicó frente a los sillones y el otro hombre metió una mano en su pelo para acariciarlo y tirar un poco de él con gusto. A Erik le sorprendía cada vez que los veía así, Joakin se manejaba con absoluta naturalidad en cada situación y era un gran contraste con todas las veces que iba a cenar a casa de su hermano, entonces había una gran camaradería entre Joakin y Ulrik.

—Ana tardó en venir y Erik no quiso entrar sin ella, decía que se lo había prometido. Al parecer es por eso de la correa —contestó Ilia rodando los ojos y miró a su cuñado y a la sumisa—. No tenía entendido que os iba esto.

—No es como si fuera gateando y ladrando —se excusó Erik torciendo el gesto. Ilia tenía razón, no le iba tenerla pegada y tener ocupada una mano, como había dicho no tenía claro cómo le había parecido en su momento una gran idea.

—Creo que ni tú sabes quién lleva a quién, chico —opinó Joakin, siempre tan directo, y hasta se rio un poco al tiempo que se sentaba.

—Después de un año ya podríais reíros de otro.

—Sigues y seguirás siendo el novato y mientras sigas haciendo cosas raras nos reiremos, es un hecho. ¿Verdad, cariño? —le preguntó Illia a Ulrik para darle pie a reírse un poco de su hermano pequeño.

—Verdad, ama, se deja llevar —respondió soltando la risa que estaba conteniendo a duras penas.

Erik bufó y se sentó.

—Cuando por fin tengo paz y se calla le dejan hablar sin saber —protestó y acarició la cabeza de Analise. A veces dudaba si no tendrían razón, pero ella era buena, no haría algo tan enrevesado como controlar desde abajo.

Atado a su miradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora