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El campus de la universidad se veía bastante bonito por la mañana, eran los últimos días del verano, por lo que el otoño se aproximaba, las hojas doradas caían lentamente sobre los bancos, las estatuas antíguas y el césped que aún tenía rastros de rocío. Edward caminaba, sin prisa, sus manos en los bolsillos de sus jeans negros, sus botas aplastando las hojas que crujían. Era todo lo que él amaba, paz y tranquilidad, momentos para pensar sin tener a ningún estúpido adolescente a su lado o a chicas adulándolo.

Es que él, al igual que su hermano, por desgracia eran extraordinariamente sexys, tanto que las chicas se peleaban por ganar el afecto de alguno de los dos. Aunque Luke lo disfrutaba, Edward lo odiaba. Todos eran demasiado hipócritas con ellos, y eso era un fastido.

Caminó un par de centímetros mas y se sentó en una de las estátuas blanquecinas, había un poco de viento así que su cabello podía volar libre. Le agradaba bastante toda esta situación. Pero entonces la molesta campana, o como él lo llamaba "el gran despertador" sonó. Comenzaron a escucharse risas por los pasillos, los estudiantes dejaban sus cuartos e iban hacia los baños, algunos aún dormidos caían en el césped y seguían durmiendo allí. Algunos trataban de memorizarse todo un libro antes de alguna lección o algún exámen.

Todos eran muy idiotas, bastante como para ser del agrado de Edward Smith.

Entonces las chicas comenzaron a salir de los baños, coquetas, vestidas inapropiadamente, dirigían miradas de reojo a Edward, algunas arrojaban besos al aire, otras trataban de llamar su atención de cualquier manera posible.

Edward abrió su libro, le gustaba leer, a diferencia de otros, esta vez leía "Orgullo y Prejuicio". Comenzó a hojear una de las páginas, cuando una alegre voz lo interrumpió. La conocía bastante bien, así que ni siquiera se dignó en mirar a la persona que ahora estaba frente a él con una sonrisa de oreja a oreja, demostrando su felicidad.

—¡Hola Eddie!— dijo el rubio, descolgó su mochila azul de su hombro y sacó un sandwich que empezó a devorar en menos de un segundo.

—No me llames "Eddie".— Protestó Edward cerrando su libro, ahora su hermano estaba junto a él, difícilmente podría leer.

En un minuto las personas comenzaron a rodearlos, Luke sonreía a todos mientras seguía comiendo su sandwich, Edward solo se alejó del lugar. Odiaba estar rodeado de gente, y su hermano era como un imán para eso.

Varias chicas se sentaron al lado del rubio que ahora hablaba con sus "amigos". Para él todos eran amigos, aunque los había conocido hace mas o menos una semana. Disfrutaba de la compañía de las personas, se sentía querido, y ¿como no? era lindo, divertido, el "payaso" del lugar. Todos peleaban incluso por estar con él.

—Hola, Lukey...— dijo una chica a su lado y tocó su hombro. Él sabía por qué lo querían, solo eran chicas tontas que se fijaban en la apariencia, y además, él ya tenía novia, y la amaba.

Había conocido a su chica antes de estar en la universidad, ella era divertida, algo loca, le gustaba cantar gritando cada palabra... Habían sido amigos desde la secundaria y luego él le había pedido que fueran algo mas, obvio que ella había aceptado. Los meses que habían pasado juntos habían sido grandiosos, eran el uno para el otro, sus amigos amaban la pareja que ambos hacían, él la amaba. Pero su cuento de hadas terminó el día en el que los sobres de aceptación a la universidad llegaron.

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