Introducción

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   Estaba tendido en el suelo. El olor del bosque le impregnaba el olfato y notaba la fría y dura tierra bajo la mejilla, así como una patilla de las gafas, que con la caída se le habían torcido y le habían hecho un corte en la sien. Además, le dolía todo el cuerpo, y en el sitio donde había recibido la maldición asesina percibía una contusión que parecía producida por un puño de hierro. A pesar de todo no se movió, sino que siguió en el lugar exacto donde había caído, manteniendo el brazo izquierdo doblado en una posición extraña y la boca abierta.

   No le habría sorprendido oír gritos de triunfo y júbilo ante su muerte, pero lo que oyó fueron pasos acelerados, susurros y murmullos.*

   No era lo que esperaba cuando Voldemort acababa de asesinarlo… o más bien, para ser exactos, había asesinado ese pedazo de alma maldita que había dejado en él aquella terrible noche de Halloween.

   Al fin podía estar libre de esa parte no deseada y retorcida del Mago Oscuro. Dumbledore se lo había explicado mientras se encontraba en esa especie de limbo parecido a la estación King’s  Cross después de recibir la maldición asesina; ya no quedaban más horrocrux que Nagini, Voldemort estaba a solo un paso de ser un simple mortal. Por eso decidió volver, para acabar con él por una vez y definitivamente. No se perdería ese privilegio después de todo lo que había tenido que pasar para llegar hasta allí…

   Pero sentía que había algo mal.

   No se escuchaban lo gritos de triunfo ante su muerte que se esperaba. No se escuchaba la voz de Voldemort regodeándose ante su victoria…

-¡Harry! ¡Harry!

   Una voz de mujer se escuchó en ese momento, más definido que todos los otros murmullos que había estado escuchando con anterioridad, justo antes de sentir una leve vibración en la tierra de alguien que se acercaba y caía de rodillas a su lado. Unas manos suaves (que nunca se imaginaría en uno de los mortífagos) le tocaron el rostro, le buscaron el pulso en el cuello, las muñecas.

   Harry se sentía tentado a abrir los ojos, pero sabía que no podía hacerlo, por lo que dejó que sus otros sentidos analizaran la situación tan peculiar en que se encontraba. La mujer parecía estar preocupada de verdad por su bienestar (tan inverosímil como sonaba que un mortífago tuviera ese tipo de sentimientos hacia él), pero no podía confiarse. O, tal vez, no se trataba de un mortífago sino otra persona a quien habían capturado (como sucedió con Hagrid) la que estaba preocupada por él, alguien a quien no había visto cuando fue a entregarse al bosque, y por lo mismo no sabía quién era ella. Pero, en ese caso ¿cómo le permitieron llegar hasta él? No creía que Voldemort permitiera que le dieran algún tipo de consuelo a su muerte.

   Sintió entonces que todavía tenía su varita mágica debajo de su ropa, lo notaba clavada contra su cuerpo, y eso le hacía sentir un poco más seguro, aunque resultara completamente imposible enfrentarse solo a todos los que estaban en ese bosque. Sería un suicidio. Y no creía que corriera con la misma suerte de sobrevivir si le lanzaban otra maldición asesina.

>Harry, ¿me oyes? –Preguntó con urgencia la mujer que seguía analizando sus signos vitales –Lucius. Draco  –gritó luego, la voz sonando un poco más alejada, como si se hubiera erguido para que su llamado llegara más lejos –Lo encontré.

    Harry ya no pudo resistirse más al escuchar esos nombres, y separó los párpados unos milímetros.

   Salvo Narcissa (quien estaba arrodillada junto a él), Lucius y Draco Malfoy (que llegaban justo en ese momento corriendo desde diferentes partes), no había nadie más en el claro del bosque. No estaba  Voldemort, ni todos los otros mortífagos a los que había visto cuando fue a entregarse, ni Hagrid. Nadie. Sólo ellos cuatro.

   Realmente no sabía a lo que se estaba  enfrentando en ese momento, todo era diferente a como pensaba que iba a suceder ni bien despertara tras la maldición. ¿Qué había sucedido con los demás mortífagos y Voldemort? ¿La maldición asesina había terminado por lanzarlo por los aires, haciendo que su cuerpo se perdiera en algún lugar del Bosque Prohibido en el que habían estado reunidos momentos atrás?

-Draco, pide ayuda –dijo la voz apremiante (¿y preocupada?) de Lucius, antes de que Harry volviera a sentir unas manos, esta vez más grandes y ásperas, analizándolo –Y llama a Severus, hay que avisarle lo que sucedió.

   Harry se quedó aun más pasmado que momentos atrás. ¿Severus? ¿Se estaba refiriendo a Severus Snape? Pero el hombre estaba muerto, había muerto en la Cabaña de los Gritos. ¿O no?

>Parece que se golpeó la cabeza –murmuró Lucius tocando un punto particularmente sensible en la base del cráneo del muchacho, haciendo que éste casi emitiera un quejido de dolor. O tal vez lo hizo, ya que la mano que analizaba su cabeza se movió hacia su rostro –Tranquilo, Harry, ya viene la ayuda. Todo está bien

   En ese momento el dolor en el cuerpo de Harry  empezó a tomar un protagonismo más importante, como si el toque en su cabeza hubiera despertado el sentido que lo hizo consciente de todo por lo que había pasado hasta el momento, haciéndosele imposible poder analizar realmente lo que estaba sucediendo. Aun así,  ya estaba pensando en abrir definitivamente los ojos, tomar desprevenidos a los Malfoy, y dejarlos fuera de combate, o al menos escapar antes de que llegaran más Mortífagos. Y Voldemort. No tendría ninguna posibilidad con todos allí.

   Obligó a su cuerpo a moverse para levantarse, pero el inmenso dolor lo atacó y no pudo más que sólo sacudirse levemente, arrugando el entrecejo y apretando los párpados con fuerza.

-Ya llegan, tranquilo –susurró Narcisa en su oído, con una voz muy dulce que a cualquiera le hubiera dado seguridad, pero que a él solo le produjo terror en un momento como ese.

   Quería gritar de la frustración, no podía quedarse allí, debía levantarse, debía seguir luchando. Cuando decidió volver para enfrentarse a Voldemort, no esperaba que esto sucediera, que su cuerpo no le respondiera. ¿Acaso era así como terminaría? ¿Muriendo (nuevamente) a manos de Voldemort? ¿Dumbledore le había mentido cuando estuvo hablando con él en King’s Cross?  

-No quiero estar allí cuando Severus se entere lo que sucedió –dijo entonces Lucius en una especie de suspiro o quejido lastimero, Harry no lo podía asegurar realmente. Todo ya era bastante extraño para estas alturas –Me matará. Le prometí que cuidaría a su hijo, y mira lo que sucedió.

-Yo estoy más preocupada por Bella –dijo Narcissa, ocupando el mismo tono de su esposo –Estará como loca por lo que permitimos que le sucediera a su bebé. Ella sí será capaz de matarnos. En ese caso, es mucho más ferozmente protectora que su marido Severus.

   Harry no supo exactamente qué lo hizo perder la consciencia, si el horrible dolor que zumbaba imposiblemente en su cabeza y cuerpo, o el escuchar que acababan de insinuar que él, Harry Potter, era el hijo de Severus Snape y Bellatrix Lestrange.



*Capítulo 36 “El fallo del plan”. Harry Potter y las Reliquias de la Muerte. J.K.R.

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