Les voy a contar la historia de dos muchachos,
que en su juventud solían llevar serenata a la misma chica,
el tiempo los separó, y fue también el tiempo quien se encargo de reunirlos otra vez
y esto fue lo que sucedió al reencuentro...Hans caminaba por las solitarias y ruidosas calles citadinas en un nublado día de otoño, vagando aburrido sin destino fijo y el rostro apagado, la mirada vacía, moviendo sus pies con pesar y una mueca de disgusto que espantaba a los peatones. Justo aquel día había terminado bastante temprano sus pendientes y el molesto trabajo, se encontraba al día por vez primera en varios meses y el tiempo libre le resultaba extraño, y es que de un tiempo para acá su vida carecía de sentido, de futuro y cariño, por lo menos para él, ya no era el tipo desordenado y divertido que solía ser, casi nada le apasionaba y le atraía como antes, ahora lo más interesante y entretenido que podía hacer era trabajar. Parecía ayer cuando salía a los clubes a beber un buen trago y se despertaba temprano en la semana para ir a nadar a un lago cercano, iba de paseo con su familia y jugaba con sus sobrinos, sus muchos sobrinos.
El aire lleno de sustancias tóxicas le revolvió el estómago, no haba desayunado, ni dormido bien, lo cual explicaba sus ojeras y su mal humor. Metió las manos en los bolsillos en busca de un cigarrillo, un nuevo mal vicio que estaba adquierendo gracias a la depresión pasajera del momento. Probablemente, si ella lo hubiera visto en ese momento, le habría dicho que sus prioridades eran un desorden y que un bueno para nada no era necesario, que ya había muchos en el mundo. Sonrió como tonto, recordando el carácter tan juvenil y lleno de optimismo de aquella chica. Lo único que consiguió fue deprimirse aún más.
Como no tenía idea de que hacer y sus amigos y hermanos se encontraban ocupados con sus respectivas familias, se acerco a una heladería, quería sentarse y disfrutar de un rico helado, con todo y su soledad.
Estaba a punto de entrar por completo al establecimiento, pero se detuvo al notar que todas las mesas estaban ocupadas y los meseros avanzaban sin siquiera fijarse en las cuerdas sueltas de los zapatos que harían causa a un gran desastre, sin embargo eso no era lo principal, una gran mayoría de esas mesas las ocupaban acarameladas parejas jóvenes y radiantes que compartían malteada, y las otras mesas grupitos de amigos, y eso basto para desanimarlo, y echar abajo el único plan que tenía hasta ahora, sí, se había prometido aguantar el rechazo social, pero, ¿Qué esperaba?, era viernes en la tarde, a eso se dedicaban los jóvenes, y los no tan jóvenes también ¡Y cualquiera que tuviera una vida!; salió apresuradamente, apenado y ruborizado, pero calmó su marcha poco a poco, continuando el avance por la avenida principal y pasando los grandes centros comerciales; se detuvo en un lugar con aspecto elegante y gente que estacionaba tu coche en la entrada si le dabas dinero, ¡lo conocía!, era un sofisticado pub del cual el cretino jefe gerente Flynn y su ingenua secretaria Rapunzel hablaban sin parar por sus exquisitas cremas y costosos precios, ¡Ah! A veces se encontraba a gente bastante elegante ahí, como el gobernador y el abre puertas de los departamentos, ya había entrado, hace unos meses pero con un estado de embriaguez alto; se vio tentado a entrar, por unos momentos en que la soledad y monotonía se apoderaron de él, se sintió un bastardo, no quería recaer, lo había dejado atrás, esa era la causa de su ahora triste, miserable y asquerosa vida, estaba indeciso...tocó la perilla... la giro... ¡Pam!, alguien se había estrellado con él.
— Lo siento, de verdad que lo siento. —Decía la persona con la que chocó, mientras pasaba las manos por el cabello desordenado.
—No se preocupe, también ha sido mi culpa, por no quitarme — contestó mientras recogía el saco que se le había caído de las manos, no tenía ganas de discutir con alguien, ni mucho menos enfrente del origen de sus problemas.
El tipo con el que había chocado miraba la cabeza del hombre que sacudía su saco, ese cabello color zanahoria con manzana qur sólo podía ser sello de una familia numerosa, y ese en particular de una persona.
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Una rosa y un clavel.
Romansa~One shoot~ Helsa. —¿Qué ha pasado con tú esposa? —Nos divorciamos.