Uno. Pánico que danza con mis pecados

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"Bloom está desaparecida".

Fueron las palabras que derrumbaron todo su mundo. Tan solo con ellas y la caja de pandora se abrió. La presa de su tranquilidad mental se destrozó y los ríos que contenían sus emociones se rebalsaron. Una culpa ponzoñosa y el arrepentimiento más espinoso comenzaron a ascender por su garganta y las náuseas se apoderaron de su cuerpo como una marea agitada. Corrió a través de la estancia como alma que lleva el diablo hacia el otro lado de su otrora pulcro y luminoso apartamento. El caos dentro de ella, sin embargo, hizo estallar la cubertería y los vidrios de las ventanas; rasgó la tela de cortinas y sillones; astilló la madera de puertas y mesas; y revolvió papeles, polvo y adornos. Y ahora el lugar luce los estragos de su guerra interna, con la oscuridad naciendo desde las bombillas reventadas y la lluvia entrando a raudales. Stella dio un portazo, se arrodilló frente a la taza de su inodoro y las arañas del pánico la obligaron a vomitar el almuerzo.

"Stella, te necesitamos de vuelta". La voz de Flora volvió a retumbar entre los resquicios de sus aletargadas neuronas y oírla solo le provocó más ganas de vaciar su estómago, estremeciéndose en arcadas violentas y grotescas.

Un pensamiento extraño se le coló en el cerebro: de haber querido, Tecna habría localizado su firma mágica y para ese momento, ya se habría teletransportado ahí, al lado de ella, en ese baño olvidado por las ánimas. No lo había hecho todavía, cosa que Stella agradecía sobremanera ya que sabía lo terrible y desmejorada que debía de verse en aquel momento. Temblores incontrolables castigaban su espina dorsal y su magia inundaba peligrosamente sus palmas, en parpadeos agresivos, como si estuviese tratando de cegarla, a ella. El regusto amargo de la bilis en su boca y el sudor frío que surcaba su piel la hacen sentir pegajosa y maloliente. Sus puños sujetaban los costados de la taza con tal fuerza que la circulación se le cortó y los nudillos se le estaban poniendo blancos. ¿Era este su castigo?

Stella había pecado, debía de haberlo hecho. Estaba segura. El pensamiento irrumpiendo en su mente como la lluvia desacompasada se escabulle dentro de su salita de estar. Sus respiraciones se habían tornado en jadeos y sentía que las paredes se le acercaban peligrosamente como amenazas silenciosas. Ella había pecado por no volver con Bloom. Pero la chica tampoco volvió por Stella en esos tortuosos años que habían transcurrido.

He pecado, he pecado, he pecado... he pecado y ahora ella ya no está, se había ido, nos han encontrado... he pecado, he pecado... debíamos, debíamos... ¡se suponía que íbamos a poder sobrevivir aquí!

Que las ánimas olvidadas de su planeta la perdonasen, porque aquel embate de su ira había provocado que toda ella zozobrase en un océano de viscosa desesperación. Ánimas a las que todavía rezaba porque hacerlo la mantenía cuerda y si algo hicieron las sacerdotisas en su infancia fue incrustarles a todas sus creencias de manera acérrima. Ánimas a las que les había fabricado pequeños altares tejiendo amable seda rellenada de felpa para crear ídolos de ellas y colocarlas en la encimera de su chimenea rodeados de velas aromáticas. Ánimas bondadosas que guardaban la naturaleza y los árboles. Ánimas que fueron destruidas.

—Algo está sucediendo. Algo... ominoso.

Esa vez la voz fue corpórea y tragó en seco, anunciándose desde el otro lado de la puerta. Resultaba más calmante así, pensó Stella en un efímero momento de lucidez causado por la interrupción, porque una voz en mi cabeza es como tener a las ánimas señalándome mis pecados y acusándome y atormentándome. Pronto, su mente volvió a la espiral de pánico.

—Ella empezó a... ella estuvo teniendo problemas durante un tiempo. Creemos que ella está cazando a Madre de nuevo— titubeó la voz a pesar de lo dulce al oído que resultaba. Pero lo único que consiguió fue que las náuseas de Stella regresaran, con arcadas ruidosas y sollozos ahogados. Al terminar, Stella se limpió la boca con el dorso de la mano sin preocuparse de los modales y se acurrucó sobre sí misma en una esquinita fría del baño. Sus pijamas estaban sucios debido al despertar tan rudo que había tenido. Un despertar que no conectaba de manera lógica con lo que uno esperaría de un recuentro con personas a las que no se había visto en dos años y pico.

FUEGO que estalla en el SOL 【Winx Club】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora