~ Parte 10 ~

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El pequeño grupo de jazz por fin había acordado una fecha para su primera presentación a mediados del mes de noviembre, y el café-bar le iba a ceder el espacio con mucho gusto a sus clientes regulares favoritos. Los ensayos estaban exclusivamente enfocados en el listado de temas que habían conseguido armar, estimando que con él tendrían casi dos horas de show.

En honor a la verdad, estaban más que satisfechos con los resultados. Todo marchaba por buen rumbo.

Sin embargo, a medida que el gran día se aproximaba, Guillermo se ponía cada vez más y más nervioso. Y, por consiguiente, era cada vez más difícil ocultarlo. Sobre todo a Samuel, que parecía estar siempre atento a sus cambios de humor.

Era miércoles por la tarde y quedaban sólo dos días para el show. El violinista se encontraba en su aula durante receso antes de la última clase de dos horas, pues tenía la necesidad de estar solo.

Había intentado relajarse tocando algunas de sus piezas favoritas de Kreisler, pero estaba tan tenso que terminó dándose por vencido cuando notó que su tono no era tan consistente como de costumbre. ¿Y si le pasaba lo mismo cuando tuvieran que tocar frente a los demás? No podía permitir eso.

Quizás sería mejor decirle a los chicos que no podré ir y encerrarme en mi departamento por toda la eternidad para meditar sobre lo fracasado que soy, pensó sin un ápice de piedad.

Sacudió la cabeza. No debía dejar que esas ideas oscuras se instalaran en su mente.

La puerta se abrió de repente, revelando a una radiante Jana que se apresuró para entrar y saludarlo.

—¡Guille! ¿Adivina qué? ¡Mis abuelos dijeron que me llevarán a verte tocar el viernes!—exclamó entusiasmada, mientras dejaba el estuche de su violín en el suelo y se ponía en cuclillas para abrirlo.

Su efusividad lo tomó tan desprevenido que tardó casi un minuto en procesar lo que le había dicho. Pero en cuanto lo hizo, sintió que su estómago se estrujaba. Se obligó a forzar una sonrisa.

—¡Eso es genial!—le contestó, aunque su voz salió más aguda de lo que pretendía.

Jana levantó la vista de su instrumento, observando ahora a su profesor con ojos escrutadores. Frunció el ceño y apretó los labios en una línea fina.

—No estás feliz—sentenció la chica, y él supo que si ya no era capaz de engañar a una de sus estudiantes, mucho menos iba a poder hacerlo con Samuel.

—No es eso, sólo estoy algo nervioso.

—¿Nervioso? ¿Tu?—la más joven parecía anonadada. Su profesor siempre se veía muy confidente cuando tenía un violín en la mano.

Guillermo entendía su sorpresa, pues él se mostraba experto a la hora de apaciguar los nervios de sus estudiantes cada vez que tenían que presentarse en un concierto o recital y Jana, particularmente, sufría tanto el pánico escénico que había tenido que buscar una estrategia adecuada para que pudiera tocar sin desmayarse antes de subir al escenario.

—No eres la única que agoniza cuando tiene que salir a tocar—confesó, tratando de sonreír una vez más. El gesto fracasó estrepitosamente.

—¿Y por qué no haces lo mismo que conmigo? Samuel estará al lado tuyo, ¿no es así?

Guillermo la observó, meditando sus palabras. Se le había ocurrido antes, pero ¿funcionaría de la misma forma?

Para que Jana pudiera tocar frente a personas que no fueran sus compañeros de clase o profesores de la escuela de música, Guille había diagramado su estrategia de forma que cada vez que la chica estuviera en un escenario, pudiera hacer contacto visual con él sin importar la circunstancia. De esa forma, ella se sentía confiada y podía dejar de prestar atención a la presión que le producía el hecho de ser observada por tantos pares de ojos al mismo tiempo.

Entre notas musicales ~ WigettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora