León
Las calles están atascadas de gente. Cada paso hacia adelante es otro hacia atrás para esquivar las personas que le siguen. Una mujer y un hombre pasan por la fuente todos los días con el tren emocional que trae cada uno por pasar por allí. Se imaginan estando ahí, del otro lado de La puerta del Sol, sin saber que podrían cruzarse como lo hacían cada tanto. Ellos saben que los deseos no coinciden siempre con el amor y, si se los mira de cerca, si se los lee en voz baja, se puede decir que estas dos personas tan distintas nunca dejaron de pensarse; si le das un poco de nitidez, los brazos pueden rozarse.Pero la calle sigue pasando, los sentimientos andan sobre ruedas y pasó más tiempo del que hubieran querido.
¿Cuántas personas comparten un momento a destiempo? Queriendo lo mismo, en el mismo lugar, en distinto horario.
Los recuerdos son como los cohetes. Se necesita preparación, precisión y atención, para que despeguen de tu mente sin que te dañen. Aunque claro está que las estelas de vaho que dejan detrás de su despliegue se producen, no importa cuando intentes disolverlas. Nuestras formas de lidiar algo difieren según el poder que le damos. Sino métete en ese hombre, en su cuerpo: ese que aprendió un poco tarde, cuando el espacio ya había acogido sus momentos y desintegrado con su gravedad, que a veces la vida te pone en un eje donde no sabes si ser la piedra o el suelo;si frenar o ser parte de las huellas,donde aquella decisión sobre qué vertiente ser se vuelve confuso.
En su caso, ha pasado cinco años. Cinco años estando ella presente entre sus sueños, imaginándola.
Él nunca dejó de preguntar, a pesar de perderse sus detalles en primera función. El verdadero amor contiene un poco de odio a la idea de verte despojado de él. Preguntó por ella. La buscó entre conversaciones para saber si estaba bien, y lo hizo también de la forma poco tradicional: le contestó su perfume impregnado en sus remeras sueltas, en los colores que asomaba en el amanecer, en se repudio a la comida picante que ella tanto le fascinaba ingerir. Ella es un chasquido en su vida a pesar que ambos han apagado el camino de regreso, sigue siendo las respuestas de sus dudas.
Y...¡espera!... que ella no es un secundario. Que su nombre tiene ritmo: suena a todas las cosas que no se pueden contener. Pero no puedo comentarte mucho porque ha estado ocupada tratando de conectarse con ella.
Yo solo los miro, comparto con ellos, soy su puente lingüístico, y no encontré otra forma de verlos bien que, juntándolos por mi salud mental, maso menos.
No hay segundas oportunidades cuando la historia es polvo. Pero: ¿Qué sucede cuando nos volvemos a cruzar con la misma estrella, que ahora se esparció en el firmamento, que viaja a miles de kilómetros por segundo?
Todo sigue destellando del otro lado, pero no puedes traspasarlo.
Los miro, los conozco, y veo los colores en ellos, pero es volátil. Y para hablarles de su plenitud, de lo que pueden llegar a convertirse, de lo que podemos ser, tengo que detallar como empezó todo:
Con un animal perdido, un diente de león y una niña con manos de herramienta.
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¿Qué queda de aquello que escribimos?
Teen Fiction¿Qué sucedería si tuvieras que rodar una reelaboración de momentos de tu vida para un proyecto y te encontrarías con lo que has dejado atrás ? Él ,sueña con crear hogares. Ella, con hacer suya las calles. Una reencuentro no formulado. Un er...