Todos en algún momento pasamos por un problema de autoestima...
Todos los días era lo mismo, siempre molestias en la escuela, nada de atención, ninguna gota de cariño, de verdad que a veces pienso que simplemente ya no puedo más. Lo único que me hacía sentir mejor era salir y caminar.
A veces andaba por la calle, buscando aquella casa abandonada donde muchos gatitos se reunían, me acercaba a ellos y los acariciaba. Algunos huían y otros se quedaban, complacidos de mis caricias. Inclusive había uno que otro perrito, ellos también se quedaban a recibir amor, justo a mi lado. Siempre que me veían llegar, me seguían y me lamían e incluso me brincoteaban.
Siempre fui solitaria, no había personas que me dijeran lo contrario, los niños con los que de vez en cuando socializaba, eran meros conocidos, pero eran simplemente niños, al igual que yo. De cualquier manera yo me sentía a gusto con los animalitos, tan tiernos y empáticos. Ellos si saben de Lealtad y cariño, no como los seres humanos, que lo único que tienen en la cabeza es simple basura superficial.
Mi madre solía insultarme todo el tiempo, me maltrataba y me trataba como si fuese un animal, una de sus frases favoritas era el decirme que si fuera "Rubia" sería bonita, amada por todos y les gustaría a los chicos más guapos. Pero como no lo era, no tenía caso que me esforzara en intentar ser guapa, porque nunca lo sería ¿A quien se le ocurre decirle algo así a una pequeña de 8 años que apenas está aprendiendo lo que es el mundo? Yo no quería ser rubia, quería ser yo misma, una persona original, sin preocuparse por lo que otros dijeran de ella, sin estereotipos, sin frustraciones, solo quería ser yo...
Desgraciadamente, el tiempo se encargó de borrar esa mentalidad de mi vida.
En la primaria todo era Bullying, me molestaban por ser delgada, demasiado delgada, me insultaban por ser callada, por no tener amigos y por ser la "preferida" de la maestra, aunque, a decir verdad, eso es algo que yo no elegí.
No era muy inteligente, no sacaba dieces ni nada, pero el que los chicos me molestaran todo el tiempo hizo que la profesora me obligara a sentarme a su escritorio todos los días. Sí, admito que era muy cómodo, me sentía mas segura y tranquila, ahí nadie podía jalarme el cabello, robar cosas de mi mochila o pegarme dulces en el uniforme, pero cuando la profesora no estaba...
Todo era Caos.
Los niños me empujaban de un lado a otro, tomaban mis cosas y las lanzaban por el barandal, lo cual no era muy conveniente ya que, la mayoría de mis proyectos fueron arrojados por ahí. Mi vida era un infierno. Las pocas veces que traté de defenderme todo salía mal. Mi salón completo se aliaba para afectarme, en una ocasión uno de los niños me sacó del aula a golpes y empujones, y yo, al ver que no tenía forma de regresar, me quedé afuera, caminando un buen rato por el patio hasta que la profesora llegó, había llegado tarde. En cuanto me observó vagando, bajó inmediatamente y a jalones, me llevó de vuelta al salón. Yo traté de explicarme pero ella no me dejó, me castigó ese día. Para mi mala suerte, yo no pude hacer nada para evitarlo.
Nadie me creía respecto a los abusos, ni siquiera los profesores. Tuve que soportar ese estilo de vida durante 10 largos años. Todo un suplicio. Gracias a un milagro, después de unos años, mis padres se divorciaron. Esto no fue molestia ya que no había ocasión en la que no discutieran. Cuando los tramites de divorcio terminaron, mi padre me pidió mudarme con el. Sin pensarlo dos veces acepte la propuesta, quería estar en un lugar diferente, sentirme querida, tener una familia de verdad.
Cuando me mude al otro lado de la Ciudad, supe que ahí era donde quería estar. La vida era magnífica, y no sólo por los placeres tangibles, sino también por la calidad de vida que era gran diferencia a mi antiguo hogar. Ahí no había gritos, discusiones, golpes o basura por doquier. La casa era enorme, con 3 habitaciones arriba y 4 abajo. Mi cuarto era sensacional, de un hermoso color rosa y con corazones pintados en las paredes. Peluches de a montón por todos lados. Me fascinaba mucho.
Mi padre me trataba mucho mejor que mi madre, y a decir verdad, se le veía muy feliz desde que se había separado de ella. Yo también estaba de muy buen humor. Cuando me inscribieron a la secundaria yo estaba nerviosísima. Esperaba que todos me recibieran felizmente y con los brazos abiertos. Pero no fue así... Al llegar fui la burla
Ahora mi nuevo apodo era: "La horrenda Viv" Suena simple a primera vista, pero cuando te lo repiten todo el tiempo y se encargan de que nunca lo olvides, comienzas a verte distinta en el espejo. No tenía amigos, y la verdad no me importaba mucho, solo quería que me dejarán en paz. Resumiendo los 3 años de esta nueva tortura, solamente me terminé enamorando profundamente. Este chico era bellísimo, tenía un cabello tan negro como la noche, labios de un rosa cálido y sus ojos marrones tenían una mirada penetrante que te dejaba sin palabras.
La primera vez que lo vi, recién me integraba al grupo, por lo tanto, todos ya eran amigos y tenían asientos asignados. Cuando entré al aula y lo miré, todo lo demás desapareció...
Mis ojos se enfocaron directamente en él. Era como si solamente existiera Abraham en aquel salón. Un enorme rayo de luz lo iluminaba e incluso juraría que un coro de ridículos ángeles canturreaban mientras flotaban a su alrededor. Pero eso no fue todo, sino que también tuve que sentarme justo detrás de él. Cuando llegue hasta mi banca, inhale el exquisito olor de su cabello. Olía a shampoo de frutas, llevaba una sudadera roja y tenia una sonrisa tan perspicaz como para caerte de espaldas. Así es. Ese día caí en las redes del amor. No supe que hacer y me quedé congelada cuando se giró para saludarme.
- ¡Hola! Me llamo Abraham ¿Y tu?
De cerca se veía aun mejor, su piel parecía de porcelana, tan bella y tan lisa que quise acariciarla.
- Eres lindo - Logré decirle. El se quedó mirando, con los ojos bien abiertos y un ligero sonrojo
- Gracias - Se rio nervioso. Yo sentí que la tierra me tragaba. Por alguna razón mi lengua se desconecto de mi cerebro y lo único que salió de mi boca fue:
- Me gustas demasiado
Teniendo en cuenta que yo nunca en mi vida había hablado con ningún otro chico, y menos uno tan lindo, podría decir que era de esperarse.
Yo no sabía socializar, bromear, ni mucho menos "ligar". Así que solo lo seguía a todas partes, lo admiraba desde lejos, como si fuera un Dios o algún ser sobrehumano. Incluso lo llegaba a seguir a su casa, cosa de la que me arrepentí después de ver que no funcionaba para llamar su atención.
Creía haberme enamorado, así que el ultimo día del ciclo escolar le dije que lo que sentía por el no era cariño, sino amor. Después de eso salí corriendo, sin esperar su respuesta. Para que Aguardar algo que era demasiado predecible ¿Quién sentiría algo por la horrenda del salón?
No lo volví a ver. Yo solo esperaba que algún día pudiera operarme la cara, porque definitivamente no me gustaba, mi nariz era demasiado inclinada, casi como tener un gancho en la cara doblado hacía abajo. Por lo menos quería que esos estúpidos barros desaparecieran.
En ese período de vacaciones me decidí a intentar vestirme "bien", utilizaba cientos de productos para que mi cara fuera más bonita. Yo no veía el cambio. Así que comenzó a importarme poco y finalmente los dejé. Mi padre se volvió a casar, con una mujer que era un amor de persona, al poco tiempo nos comenzamos a llevar bien, y pasando los años la comencé a llamar mamá. Era lindo tener una madre por primera vez, ir de compras, salir al cine, elogiarme cuando tenía algún logro, escuchar sus consejos y conversar con ella de cualquier tema de chicas. A su lado me sentía mejor, me sentía protegida y muy muy feliz.
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Los Rostros De La Mentira [EN CURSO]
AdventureViviana y Rebecca son la misma persona pero nadie tiene idea, pues mientras una es una nerd antisocial, amante del ajedrez y nada atractiva, la otra es la chica más popular del instituto, es hermosa, impecable y siempre luce inalcanzable. Haciendo q...