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Sentía el sudor poco a poco empapar sus palmas, mientras observaba a un desconocido en el espejo podía jurar que en ese momento vomitaría los restos de su alma tonta para dejas un cuerpo gris y moribundo sobre la faz de una tierra muerta en donde no existía tal cosa como un hogar para él.

Llevó sus manos a su garganta, encorvándose gracias a las arcadas, gotas de ácido estomacal resbalando de su boca hasta caer contra el lavabo, el amargo sabor de la bilis abarcó sus papilas gustativas, elevó la mirada sólo para encontrar ojos azules afligidos y cansados que le veían sin brillo alguno. Abrió el grifo apreciando como el transparente líquido comenzaba a fluir, juntó sus manos formando un cuenco y las remojó, al estas llenarse echó el agua a su rostro, la diferencia de temperaturas entre el agua helada y su piel cálida le hizo estremecer.

Cerró el grifo y tanteó hasta dar con las toallas de papel, tomó una y con esta fue poco a poco quitando la humedad de su rostro, de forma lenta volvió a sus sentidos, preguntándose si había sido una buena idea dejar los medicamentos por un tiempo. Acomodó los mechones que se habían desordenado, chasqueando la lengua con irritación al notar las raíces rojizas que se comenzaban a notar. Con desprecio miró el rostro del que alguna vez, en otra vida quizás, llegó a presumir, no había mucho que pudiese hacer respecto a las ojeras.

Salió del baño, incómodo ante las miradas de los oficiales que se clavaron en él, ese día Fred desapareció, en su lugar sólo estaba el chico fastidioso de chaqueta roja, que pedía hablar con el superintendente. "¿Acaso no fue él quien estuvo a punto de matar a un indefenso civil a porrazos?" "¿No fue él el que no salvó a Torrente?" "¿Qué hace aquí?" "¿Cómo puede ser tan desgraciado como para pasarse como si nada?" "¿No debería estar en un manicomio?" susurros que laceraban su piel fueron callados entre los brazos de su amigo más cercano, cerró sus ojos, por fin en calma pensó que quizás en otra galaxia podrían haber sido almas gemelas.

– No deberías temer. – El tacto de sus manos en sus mejillas hizo que elevara su mirada para encontrarse con los ojos chocolate de su mejor amigo, que le miraban calmos y alegres, sentimientos que sólo él le lograba transmitir. – Puede que el supernintendo sea un hijo de puta, pero no rechazará verte, nunca lo ha hecho. –

– Supongo que tienes razón. – Concedió con un suspiro, separándose del tacto y yendo a sentarse a las sillas de espera junto a él, apoyó su cabeza en su hombro. Cansado como estaba no quería lidiar con la creciente presión en su pecho. – Pero eso no quita que esté to' caga'o, no sé como reaccione. ¡Ni siquiera sé cómo debería llamarle después de lo que te conté! –

Añadió lo último en una especie de susurro exasperado que daba la sensación de ser un grito, retorciendo sus manos, nervioso.

– Te aseguro que no te pasará nada. – Siguió intentando calmarle a pesar de que fuera en vano. No le gustaba ver a Gustabo tan ansioso, sabía que en las últimas semanas la estabilidad mental del teñido había caído en picado, así que haría todo lo que estuviera en su poder para que se sintiera mejor ni sufriera un ataque, no quería que los últimos momentos de su amigo estuvieran llenos de agonía. – Que de alguna forma tu siempre te salvas de los porrazos, cabrón –

Rieron ante esto, sabiendo que era verdad, callaron casi al momento pues la figura imponente de quien se estaban burlando estaba frente a ellos.

- Así que... Gustabín. – La voz ronca del hombre más poderoso de la ciudad les hizo estremecer. Con sus gafas de sol puestas, era imposible saber que pasaba por su cabeza. – Sígueme, a mi oficina. Tu amiguita se queda aquí abajo. –

Se despidieron con la mirada, uno sin ganas de pelear y el otro preocupado, ambos intimidados. Al perderlos de vista, el gallego suspiró y se dirigió a la salida de comisaría.

Crying Flowers - Perxiplay GTA RoleplayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora