La colección de relojes

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     Era un día como otros en Texas, estaba tranquila en mi casa, hasta que recibí una llamada del detective Hendrik Guzman, un hombre corpulento, de ojos claros y pelo castaño, mi novio, comunicándome que me esperaba en su oficina para decirme algo muy importante que había sucedido.

     Al llegar, tenía aspecto de preocupado, y me dijo que acababa de recibir una llamada del mayordomo del millonario Federick Crousse, avisándole que al llegar a la mansión, se encontró con que éste estaba muerto. En efecto, Hendrik no sabía nada al respecto, por lo tanto había que descubrir quién fue el que lo mató.Ya que, estuvieron investigando sobre este hombre, se encontraron con que: "...Federick Crousse era conocido por ser el dueño de la mansión más grande de Texas y tener la colección de relojes más costosa de América..." Esto sería en apariencia el móvil del homicidio.

      Al día siguiente, fueron a la dirección que el mayordomo les había proporcionado. Es posible que cuando lleguemos, los recibiera un señor simpático, que aparentaba tener entre 50 y 55 años. Observaron el lugar; se trataba de una enorme casa, con una entrada rodeada por un hermoso jardín, acompañada por una fuente. Tenía en su interior, paredes blancas decoradas con pinturas de artistas muy famosos, tales como Van Gogh o Monet; y un suelo de mármol reluciente. Luego, interrogaron al mayordomo. Efectivamente, su colección de relojes había sido robada. También averiguaron que el millonario vivía solo, visto que tenía una ex esposa y un hijo, Ludmila Wholfard y Dylan Crousse, de los cuales obtuvieron sus números telefónicos. Satisfechos, agradecieron al hombre y le dijeron que volverían mañana para interrogar al chofer.

     Volvieron a la oficina y llamaron a la ex esposa de Federick. Cuando atendió, no era una voz femenina, sino todo lo contrario. Se presentaron y descubrieron que, quien los que estaban hablando, eran el novio actual de Ludmila y Thomas Grazer. Le informaron sobre la muerte de Federick y preguntaron si podían interrogar a su esposa, pero desafortunadamente ella no se encontraba en la casa. Por suerte, Thomas les dio su dirección para que pasaran en otro momento.

     Al día siguiente, se presentaron nuevamente en la mansión, para interrogar al chofer. Este les dijo que Federick le tenía mucha confianza.

     Luego de almorzar, se dirigieron hacia la casa de Ludmila. Los recibió una señora delgada, teñida de un llamativo rubio y además, muy glamorosa. Muy malhumorada les preguntó quiénes éramos. Se presentaron y le explicaron la razón por la que veníamos a visitarla.En resumen, le explicaron brevemente lo sucedido con su ex esposo y le preguntaron qué relación tenía con él. Su respuesta fue que, luego de su separación, no se hablaban casi nunca. Por lo tanto, ella afirmó que no sabía dónde se encontraban los relojes del millonario, por lo que la interrogaron sobre si sabía quién pudo haber sido el culpable. En ese momento, su cara se puso pálida como la nieve, luego miró a su hijo y a su amante, y respondió que no sabía, de una manera dudosa. Le consultaron además si ella tenía las llaves de la mansión, a lo que obviamente contestó que no. La mujer parecía mentir. Al mismo tiempo el hijo saltó y dijo que nos retiremos porque debían irse y no querían llegar tarde.

     Regresaron a la oficina para ordenar toda la información. Pensaron que tanto el chofer como el mayordomo parecían ser inocentes. Por el contrario, la ex esposa había reaccionado de una manera extraña. Otro detalle que notaron fue que cuando Dylan dijo que debían irse, ellos estaban vestidos con ropa de entrecasa y pantuflas. En mi memoria surgió lo que alguna vez expresó Watson "...Yo siempre había sabido que se trataba de una persona inquieta, pero en esta ocasión se encontraba en tal estado de agitación incontrolable que resultaba evidente que había ocurrido algo muy anormal..."

     Esa misma noche, decidieron partir rumbo a la casa de la ex esposa de Federick. Llegaron, e ingresaron a través de una ventana abierta. Se encontraron con la casa oscura y en silencio. Prendieron sus linternas y se dirigieron hacia el living, donde habían interrogado a la mujer. Cuando ya estaba por rendirse, al apuntar con la misma hacia un cuadro, Hendrik observó un pequeño espacio entre la pared y la pintura. Lo quitaron, y atrás de éste estaba la llave, la que tanto deseábamos. Abandonaron la casa rápidamente, y se comunicaron con el mayordomo. Probaron la llave y la puerta abrió. Al finalizar estaba resuelto, ahora solo les quedaba ir a la policía e informar todo lo que sabían. Había que arrestar a Ludmila, a su hijo y a su amante.

     Este cuento lo hice con unas amigas del colegio: Agustina, María y Milagros

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