Demasiado Orgullo (Abandonada)

Capítulo 5

Un pequeño sentimiento de satisfacción empezó a crecer dentro de mi, con una sonrisa acepte y abrí un pequeño espacio en donde pudiera sentirse junto a nosotras (Aunque tengo la seguridad de que si no sé lo hubiéramos hecho nosotras se lo hubiera agenciado ella solita). Por un momento mi mirada conecto con la de Raquel la cual ma miraba desconfiada, dude por un segundo, hacía mucho que no abríamos así nuestro grupo, pero sonriente asentí; relajo los músculos y con una amplia sonrisa empezó a conversar tranquilamente con ella.

- Doy por echo que no eres de aquí, ¿Colombia?- consulto a mi nueva compañera.

- ¡Perdón!, Venezolana - me regaña toda indignada. Río a carcajadas, por ahora tiene un punto por diva.

- Disculpa señorita- respondo todavía riendo. Sonríe satisfecha haciendo que todas nos unamos en una risa común. Al otro lado oigo pequeños susurros y miradas despectivas hacia nuestra persona.
Sé que debería hacer eso de ignorar todas las críticas, pero lo siento, a mis amigas ni Dios las toca. Me levanto irritada y con unos grandes pasos llegó ante unas cuantas personas idiotas que me miran como si ante todo y todos ellas fueran perfectas- No es por molestar pero creo haber oído alguna crítica hacia nosotras, me encantaría ver si tenéis las narices de repetirlo en mi cara.

- Por supuesto, comentábamos que si hacéis tanto ruido, por favor no riaís. Prefiero no llegar a la clase sordo- una voz a mis espaldas hace aumentar mi ira hasta sus límites. Al girarme me encuentro cara a cara con el mismísimo Matthew Johnson.

- Sabes una cosa, en 1473 se descubrió que la tierra gira al rededor del sol y no de un par de estúpidos que no ven más allá de sus grandes narices por sus mentiras- proclamó orgullosa- como si a mí me juras muerte, pero ni sé te pase por la cabeza tocar un solo pelo de mi gente, no vaya a ser que con tus sucias manos contamines un corazón más puro que el que jamás ninguno de vosotros podrá portar- unas manos se apoyan en mis hombros, tras de mí encuentro el único apoyo que necesito, mis amigas.

- Por favor no volváis a interrumpirnos con vuestra basta presencia y si tenéis pensado insultarnos que sea a la cara, gracias - finiquita Raquel orgullosa.

- Tu calla, que aún se te romperán las gafas de estrés y la rubia rara tendrá que pintarte unas nuevas- contraataca el inútil moreno ante mi. Mi piel comenzó a arder, mis músculos se tensaron, un mar de ira inundaba mi cuerpo y mente. Di un paso adelante y un rápido puño impacto en la egocéntrica cara de el zoquete que sin más había insultado a mi gente.

Este cayó al suelo con el labio roto y ensangrentado; curiosamente manteniendo la sonrisa. En el momento en el que iba a dar mi último golpe unas manos me cogieron fuertemente de los brazos, Raquel me miraba perseverante, seguramente ella tenía las mismas ganas que yo de proporcionale grave dolor, solo que ella si tenía autocontrol sobre sus reacciones, calculaba antes de actuar y supongo que la mía no fué una buena jugada.

- ¡¿Que está pasando aquí?!- emfurismada la profesora se acerca intentado averiguar lo sucedido.

Miró mi mano cubierta de un espeso líquido rojo, no es hora de arrepentirse- he sido yo señorita.

- Es muy maduro que lo aceptes, pero que sepas que he de castigarte.

- Matt ha sido quién la a provocado, el debería recibir un castigo por su lugar- Alicia da un paso adelante posicionándose a mí misma altura- todo error merece un castigo, tanto uno como el otro- si ya estaba orgullosa de mi "error" ahora no pudo hacer más que sonreírle agradecida a mi...nueva compañera.

Suspira nerviosa- Vengan conmigo- camino tras la profesora sin mirar atrás, siento a Matt levantarse pera seguirnos.

- Por supuesto señorita, será un placer- responde todavía divertido; como puede ser.

- Opinó que el punto es mío- murmura en mi oído. Ese estúpido lo ha hecho apropósito, me detengo atónita, este se gira retiradose la sangre del sus labios -no te pares que todavía hay que cumplir el castigo.

Río, no pienso dejarle ganar, le doy una última sonrisa- Perdona.

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-Quédense aquí, enseguida regreso con el veredicto de su castigo- informa la profesora sentando nos en una aula completamente vacía- procuren no derramar más sangre hasta que vuelva.

- ¿Lo has echo a posta, no es así?- le pregunto severa mirando al frente.

- Por lo que veo te has dado cuenta, eres más lista de lo que imaginaba- dice posicionándose con la silla delante de mi- o vamos, ni que fuera tan malo; que te quede claro que el que tiene el labio roto soy yo- se toca el labio aún con un ligero goteo de sangre y lo mira curioso, entonces una sonrisa pícara se dibuja en sus labios y un segundo después me restriega los dedos por toda la cara y explota en una carcajada.

- Eres un capullo- respondo sorprendida; procuro no unirme a su risa, no voy a ceder con tanta facilidad.

Detiene su risa para mirarme y analizarme en busca de un punto débil para hacerme caer de mi gran torre del orgullo- ¿Ni una sola risa, de verdad? Supongo que es hora de usar la artillería pesada- enuncia acercandose a mi poco a poco, se coloca realmente cerca de mi; la vista se me desvía a sus carnosos labios rosados, me niego a caer en sus engaños. Lo encaro seria, este sonríe haciendo que algo en mi interior se derrita; mira ahora el mis labios y explotó riendo, el capullo me está haciendo cosquillas.
Ha echo que me precipite al suelo con una pequeña flecha en mi pecho, mi gran torre ha caído.

- Unos minutos atrás os estabais matando y ahora los encuentro aquí riendose juntos- exclama la profesora ya despertada con nuestro cambio de humor repentino- ¿supongo que sí ya lo han arreglado, no les importará en absoluto cumplir el castigo determinado?-Asentimos coordinados, ambos colorados de la vergüenza- Deberán quedarse tras el horario de clase a ayudar a limpiar todas y cada una de las aulas, ya pueden retirarse. Antes de nada, por favor limpiense...ambos la cara.