capítulo I

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Habían pasado cinco años desde el evento de las buda-box, y parecía que la gente se había olvidado totalmente de ellas, quedando solo como una anécdota que pocos recordaban. South park seguía siendo un pequeño pueblo de aire natural y familiar, que claro, era solo una fachada para esconder la esencia caótica del lugar. El pueblo continuaba con la desubicada normalidad, su agradable normalidad.

Exceptuando a la pareja gay más joven del pueblo.

Apesar del tiempo transcurrido, uno de los chicos que conformaban la relación, repentinamente volvió a llevar la caja buda sobre la cabeza. Todos se habían extraño mucho por la desición del azabache, desición que parecía ni su novio podía cambiar. Los más cercanos intentaron ayudarlo; hicieron fiestas, le compraron cosas, hicieron cartas, incluso se armó toda una plática donde todos hablaron de sus sentimientos tratando de que el chico se sintiera apoyado y pudiese finalmente soltar la maldita caja.

A pesar de todo el esfuerzo por parte de amigos y familiares, el chico nunca cedió. Haciendo que se rindieran, dejando no solo únicamente a Craig, sino también a su novio.

El blondo se había mantenido firme en no abandonar a su pareja, pero ya no sabía que más podía hacer por él, cada acción que hacía era ignorada.

Y le dolía.

—ngh...Craig —habló, incluso sabiendo que no habría una respuesta por parte del contrario.— y-yo, te he echado de menos.

Se sinceró una vez más, con la ilusión de que está vez le hiciera caso.

Estaban en el parque, ambos sentados en una vieja banca de madera, el cielo eran mantos azules difuminados en amarillo, indicando que pronto caería la noche. El rubio giró su cabeza para ver a su novio, bueno, a la caja sobré la cabeza de su novio. Su mirada fue a parar a su mano, siempre la tomaba, pero ya no era igual; ya no era Craig, o al menos ya no se sentía como él.

—Está apunto de anochecer, ¿quieres ver las estrellas?...

Sin respuesta.

¿Qué más podía hacer? ¿Forzarlo? cómo si no lo hubiera intentado, ¿un abrazo? no sería correspondido.
Se sentía tan inútil, tan patético, trataba y trataba pero el otro seguía sin dirigirle la palabra.

—Diablos, Craig, si estás molesto conmigo solo dímelo...o envía un texto.

Porque eso era otra cosa; el chico de chullo se la pasaba en el móvil, pero sin responder los mensajes de su pareja con otra cosa que no fueran fotos de Stripe.

¡Todo eso era mucha presión!

—Craig,...yo umh..-había comenzado a temblar, sentía como si se fuera a desmayar, pero quizá así el otro le haría caso.- eres muy especial para mí, gran parte de mi vida a sido a tu lado y no tienes idea de lo difícil que es estar sin ti...bueno, estás aquí p-pero ¿no realmente? ¿yo no te siento aquí? ¡AGH! tú lo entiendes...—llevó sus manos a su cabeza, estaba perdiendo el control y empezaba a tirar de sus cabellos.— lo que quiero decir es que, en verdad te extraño, vuelve pronto...t-t, yo-

Su respiración se agitaba, su pecho subía y bajaba. Él no solía decirlo.

—hn...te amo.

Soltó finalmente, el lugar quedó en silencio por unos segundos, silencio que fue roto por el ruido de los dedos de Craig volviendo a chocar contra el teclado de su teléfono.

Lo había vuelto a ignorar.

Tweek quedó incrédulo. Se dejó caer contra el respaldar de la banca, y como único consuelo miró al cielo estrellado. Sentía un nudo en la garganta, una presión en el pecho, y sus ojos comenzaban a picar de manera molesta. Quería llorar, pero lo retuvo todo. Sentía que toda la ansiedad que había tenido de pequeño regresaba.

Cerró lo ojos con fuerza, mentalmente contando hasta díez, tratando de calmarse pensando en perros y gatos, mientras sus manos se movían inquietas.

Pasarón algunos minutos así, hasta que el rubio por fin se sintió capaz de volver a la realidad.

—...Vamonos, te llevaré a tu casa.

Se levantaron del asiento y comenzaron a caminar hacia la casa del azabache. Todo el camino fue un silencio sepulcral. Donde ninguno de los dos hizo ni dijo nada, incluso sin tomarse de las manos, aunque Tweek penso en hacerlo.

Llegaron, siendo recibidos por los padres de Craig. Este entró al hogar rápidamente y subió las escaleras quedando fuera del rango de visión del rubio.

—¿Qué tal la cita? ¿Finalmente decidió hablar?—preguntó el padre viendo al rubio.

No hubo necesidad de una respuesta, la mirada triste del blondo decía todo.

—No te preocupes, tarde o temprano tendrá que parar.—dijó la señora tucker sonriendole al adolescente.

Tweek asintió y se despidió de la pareja, emprendiendo camino hacia su casa.

Las calles estaban desiertas, no era la primera vez que las cruzaba solo, desde que su novio había decidido volver a usar la caja era continuamente así.
Recordó cuando era pequeño, no hubiera podido cruzar esas calles sin compañía, se estaría preparándo para lo peor. Pero ya no. Había aprendido a ser fuerte por Craig, el Craig que le daba confianza, no el que le brindaba desastrosas citas. Sus ojos volvieron a cristalizarse, pero está vez soltó algunas lágrimas.

kiss me more ▸ creekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora