Capítulo uno.

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Capítulo uno: El inicio de todo.

Era extraño para ella siquiera salir de su habitación, sin embargo ahí estaba, tomando tranquilamente un café capuccino, mientras veía memes de Facebook.

Su vida era aburrida, y así le gustaba. No le agradaba el cambio, era como una abuelita, que se quejaba de los jóvenes de hoy en día, siendo ella apenas una adolescente de quince años.

Siempre llamó la atención por su apariencia, pues parecía una hermosa muñeca de porcelana. Luego descubrían cómo era esa muñeca y se alejaban.

Actuando solo para su beneficio, tratando de alcanzar lo más alto, importándole poco y nada si perjudicaba a otra persona.

"La vida es una eterna competencia, y yo seré la ganadora"

-¿Me da la cuenta? Por favor.

Antes de que el mesero pueda decir algo, las luces del lugar estallaron, lastimando a algunas personas que estaban debajo de ellas. Micaela por inercia se cubrió con los brazos, inútilmente claro está. Las ventanas también se rompieron, y ahora sí, miles de cristales salieron disparados.
Casi todas las paredes de la cafetería tenían grandes y largas ventanas, así que el daño provocado era mucho.

Micaela tenía miedo. Debía encontrar una manera de salir, pues podía ser un ataque terrorista, por más irreal que sonase, siempre habría una posibilidad. Buscó con la mirada algún indicio de derrumbe, lo que sea que hizo que tanto las luces como las ventanas se destruyeron, pudo haber afectado alguna columna.
Notó una grieta en una de ellas, cerca de una mesa, donde una familia trataba de calmar a una niña, que no paraba de llorar.

Mierda, por más egoísta e hipócrita que Sea, odiaba ver llorar a alguien, y menos si ese alguien era una niñita de unos nueve u ocho años. Se mordió el labio inferior, desviando la mirada. Trato de levantarse, y al hacerlo cayó, su pierna derecha tenía un enorme cristal enterrado, ¿cómo mierdas había llegado ahí? Fantástico. Dos personas entraron al lugar, por sus uniformes intuyó que eran policías, pero estaba equivocada.

-¡Que nadie se mueva! -gritó uno, apuntando con una pistola a todos. Micaela se horrorizó, ¡era demasiado joven como para morir!-. Estamos buscando a una tal Micaela Evans, así que si te encuentras aquí, levántate con las manos arriba ¡no queremos matarte!

Maldecía el momento en el que decidió salir solo para comprar aquella maldita figura de edición limitada. Frunció el ceño, no debe actuar extraño, podría llamar la atención y ¡ellos podían descubrir quién era!

«Piensa Micaela, ¿como puedes salir de aquí ilesa?»

Volvió a mirar el lugar detenidamente. ¡Claro! En todas las cafeterías había una puerta trasera, que normalmente se encontraba en la cocina, podía salir por allí, pero ¿cómo podía siquiera entrar a la cocina? Una distracción...
¿Estaba mal utilizar a esa niña? Pues con su llanto, llamaba por completo la atención.

-Eh, tú, ¡dime tu nombre! -alzó un poco la vista, era uno de los atacantes, le extrañó que uno de sus ojos estuviera de un colo rojo vivo. Pensó en algún nombre, que por lo menos fuese creíble.

-Isabela Torres -pronunció sin una pizca de nerviosismo, o al menos trató, el arma que le apuntaba no ayudaba.

El hombre pasó de largo, y ella suspiró imperceptiblemente. Ambos siguieron preguntando nombres, y no hallaban rastros de Micaela, era extraño. Las indicaciones de Bose fueron claras, y si no llevaban a Micaela Evans, morirían, no podían regresar con las manos vacías. Además, según los datos que Orakle les dio, ¡debía de estar en esa estúpida cafetería!

-No quiero morir... -murmuró uno de ellos, tenía la mirada perdida. Si por algo era conocido Bose, era por sus creativas formas de torturar, y matar, a sus secuaces.
Su compañero lo miró, con tristeza más que nada.
Él ya tenía sus años, pero Bonde aun era muy joven, demasiado. Aparte, él le tenía cariño a ese demonio, que casi siempre se mostraba hiperactivo.

Micaela escucho el murmuro de Bonde, y frunció el ceño. ¿Alguien le está obligando a hacer eso? No importaba, ella debía escapar. Aunque tenía la duda de aporqué la buscaban, ¡si ella era un angelito! No tanto, pero casi.

-Tú, levántate -un escalofrío le recorrió la columna, ¿la miraban a ella? Bonde miró confundido a su compañero, éste le devolvió la mirada, con un semblante serio.
Micaela notó eso, y también como una chica detrás de ella se levantaba. Se alivió, pero un poco de culpa creció en su interior. No debía prestar atención a ese sentimiento, era inútil sentir culpa por alguien que ni siquiera conoce.

La chica, que tenía en cabello negro, atado en una coleta alta, camino hacia los dos sujetos. Una vez estando a escasos centímetros, dirigió su mano a su bolsillo, sacando un cuchillo.

-Bonde, Slyngel, hace tiempo que no nos vemos.

Ellos abrieron sus ojos, con gran temor de ella.
Marissa, el cual era el nombre de la chica, se abalanzó contra ambos, tratando de apuñalar les. No lo logró, pues lograron esquivarlo a tiempo. Empezaron a pelear, Slyngel tratando de mantener distancia, porque si su memoria no le fallaba, Marissa era demasiado peligrosa.

Las pocas personas que se encontraban en la cafetería, sólo pudieron pedir a dios que nada les pasase, y que aquella extraña chica los salvará.

Porque era más fácil dejar que otro te salve, a hacerlo tú mismo.

HajimariDonde viven las historias. Descúbrelo ahora