El reino perteneciente de la familia Royal tuvo una hija la cuál la llamaron Soraya, aquella jovencita tímida de lindos encantos, se enamoró de un príncipe, a quién lo asignaron como su prometido.
Andreu, lastimosamente no sentía lo mismo que su pro...
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Verla casarse con otro hombre que no era yo me dolía mucho.
__¿Qué sucede cariño?__dijo mi esposa a mi lado.
Sinceramente Catalina era una princesa bonita pero no tanto como Soraya.
__Nada...__susurré.
Iba impedir esa boda pero al ver la cara de felicidad de Soraya, no quise hacerlo.
Cuando se besaron... Sentía mi mundo desmoronarse.
Ambos novios bajaron y salían con toda la elegancia del mundo. Pude ver cómo Soraya me dio una mirada retadora y luego sonrió. No quería venir a esta ceremonia pero que podía hacer, mis padres me obligaron a ir.
¿Cómo sentí este amor por Soraya?
Pues desde esa noche que me confesó su amor, nunca he podido olvidarla. Tomaba una chica cómo otra docella pero no... Mi cabeza y mi corazón me llevaban hacia esa princesa.
Quería arreglar las cosas con ella pero no fue posible ya que poco a poco desde que llegó ese príncipe, me robó toda la atención que quería sólo para mí. De poco a poco, sabía que él se me robaba el cariño de ella. Esa noche que le pedí que nos viéramos, Soraya no vino a nuestra habitación, la busque y sentí que ella tal vez se cansó se mí.
Salí por el pasillo de la sala y pude notar como mi prometida y aquel príncipe se encerraban en esa habitación.
Mi corazón dolió y ahí me di cuenta que la perdí para siempre y con la asistencia al matrimonio de ellos, comprobé la realidad.
Todos estaban felices, menos yo, estaba tan serio, mi esposa Catalina dijo que sonriera un poco más pero no hice caso.
Me levanté de esa mesa en donde se encontraba mi familia y recorrí un poco el jardín. Aquel lugar en donde conocí a Soraya y me miraba.
Estaba tan absorto en mis pensamiento cuando de repente pude ver a lo lejos a la princesa de mis sueños, siendo llevada por dos sirvientas. Aproveché que nadie había en el castillo y las seguí cuidadosamente.
Las muchachas llevaron a Soraya a una habitación tan lejana y la dejaron sola ahí.
Cautelosamente entré en esa habitación y cerré la puerta con seguro. Al verla ahí tendida con su hermoso vestido blanco, sus bonitos pómulos sonrosados, sus labios color de fresa y su bonita carita inocente, hizo mi corazón latir con más intensidad. La razón por la que me gustaba aquella princesa era porque tenía un aspecto inocente y puro. Y lo mejor de ella es que es doncella, nadie más que yo podía tocarla y apreciarla.
Pero lamentablemente, yo no iba hacer el dueño de su vida.
Cautelosamente, me acerque a ella y pude contemplar su belleza, me puse encima de ella y me acerqué a su boca. Vaya que la besé y sentí que estaba en el cielo.
