Una misión inesperada

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Entre las montañas arboladas se asomó el dorado sol, lo inundó todo con su luz y los animales del bosque despertaron. Las aves sacudieron sus alas y saludaron al nuevo día con su canto. De sus madrigueras pequeños mamíferos se asomaron olfateando el aire que ha traído consigo una ligera nevada. La nieve se derretía sobre las hojas de los arbustos y caía en forma de gotitas de agua sobre la tierra húmeda. La naturaleza seguía su curso pacíficamente, en armonía, preparándose para la dura y fría temporada.

Entonces, en medio de la tranquilidad, se escuchó el rugido de un monstruo terrible, un enorme troll que derrumbaba los árboles a su paso, al parecer, enfurecido. No tenía piedad y lo aplastaba todo. Los animales, corrieron en busca de resguardo, pero sólo pudieron respirar aliviados cuando el cielo protestó. Cuando las nubes se ennegrecieron y ocultaron el sol, cuando el rayo se hizo visible y tronó más alto y más atemorizante que el rugido del troll.

—¡Tanngnjóstr! ¡Tanngrisnir! —se escuchó una voz atemorizante y grave desde las alturas — ¡A él!

Entre las nubes negras apareció un carro tirado por dos cabras, sobre él el Dios del Trueno levantó su martillo y conjuró a la tormenta. El carro se precipitó hacia el troll, quien manoteó tratando de derribarlo, como si se tratara de un mosquito. Pero eso no intimidó al Dios, quien temerariamente saltó de su carro hacia el troll. Su martillo se iluminó con varios lazos de electricidad que descargó sobre el troll antes de aterrizar sobre él. El troll se tambaleó ante el golpe, pero no cayó. Trató de atrapar al Dios quien saltó de su coronilla a su hombro y, con el martillo, esta vez, le da un golpe en la mandíbula. Parecería insignificante, pero golpe fue brutal y casi lo noquea. Sin embargo, ante una nueva descarga, se desplomó cual largo era. El Dios del trueno sonrió y saltó a la tierra justo para verle caer y hacer caer, también, la nieve de las copas de los árboles.

—¡Bien hecho Thor! —escuchó por encima de él.

En el cielo, Valquiria le miró sonriente, mientras montaba su caballo alado.

—Creí que lo perderíamos —entre los matorrales apareció Fandral llevando las riendas de su caballo.

Detrás de él Lady Sif y Volstagg.

—¿Lo llevaremos ante Odín? —preguntó Lady Sif.

—No hay necesidad —anunció Thor. —Le llevaremos a su territorio, espero que esto le sirva se escarmiento y no cruce la frontera de nuevo.

Fandral desmontó y con la punta del pie empujó al pesado troll, evidentemente no lo movió ni un poco.

—Bueno, hemos cumplido nuestra tarea—dijo.

—Yo lo llevaré —dijo Thor y llamó a sus cabras.

Tanngnjóstr y Tanngrisnir dieron una vuelta en el cielo y, luego, aterrizaron junto a los demás.

—Bien, entonces, nos adelantamos —dijo Valquiria—. No podemos llegar tarde hoy.

Thor asintió y vio como sus amigos se marchaban. Se acercaba el Júl, su celebración, y ese día Frigga, su madre, había convocado a una reunión para ultimar los detalles. A Thor no le gustaban los preparativos, pero si disfrutar de sus frutos. Ya podía saborear la comida de ese día y escuchar los cantos, y ver las danzas, ya podía sentir el ambiente previo. Pero si podía escapar de los preparativos, lo haría.

Se las arregló para montar precariamente al troll en su carro y comenzó el camino hacia la tierra de éste. Lo hizo con toda la calma del mundo, porque era temprano y no quería llegar a casa aún. Cruzó la frontera sin problemas y dejo al troll sobre la tierra yerma. Podía entender porque estaban migrando; en esa tierra ya no había nada. Pero no podían llegar y destruir otras tierras, ¿verdad?

Un Æsir para NavidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora