Tarde

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Era muy tarde.

Indudablemente ella estaría montada en un avión con destino a Cartagena, dormida cómodamente en el hombro del francés mientras él la abrazaba por la espalda con cariño.

Esa escena no dejaba de dar vueltas por la cabeza de Don Armando Mendoza, intentaba evaporar la idea con el fuerte sabor del whisky.

Sólo, miserable, destrozado, así se sentía mientras bebía cantidades industriales de amargo licor, sentado en una oscura esquina de aquel exclusivo y costoso bar, podía percibir a lo lejos el sonido de la música y a algunas parejas levantándose de sus mesas para bailar una romántica composición de Ricardo Montaner, los envidiaba, envidiaba su felicidad, se veían tan despreocupados ingiriendo alcohol y moviéndose al compás de la música acompañados del ser amado, los vio de lejos y se percató de que el jamás podría ser como ellos, no mientras Betty estuviera lejos de él. Esa melodía taladraba sus oídos, lo mataba la idea de que ella se hubiese ido. Al parecer el universo estaba en su contra, podía haber sonado cualquier otra canción, pero no. "Bésame" era la balada con la que él había tratado de recuperarla por última vez, la que le había costado sangre que el intérprete entonara para Betty en nombre del amor.

Otro violento trago.

Llegó a su mente la última vez que tuvo el privilegio de verla.

Más temprano ese mismo día, Don Armando había recibido la carta de renuncia de la Presidente de Ecomoda, se había dado por vencido, no quería seguir incomodando a la dueña de sus desvelos, y la manera que encontró, fue retirándose de la prestigiosa empresa.

Se sintió enormemente preocupado, ¿Qué pasaría con el patrimonio de su familia y el de los Valencia? Si Beatriz no estaba para sanear la empresa, él sabía que ningún otro podría hacerlo. La Pinzón Solano, era una verdadera eminencia de las finanzas, y recientemente, había demostrado serlo para las estrategias de venta.

El doctor Mendoza estaba dispuesto a entrar a la sala de juntas, cuando Marcela Valencia apareció por la puerta de la misma, su semblante se encontraba colérico, Armando intuyó que la ex futura señora de Mendoza ya tenía la renuncia en sus manos "en sus garras" pensó.

Cruzó un par de palabras con ella ya cansado de su insistencia, le dolía lastimarla, ella le había regalado cuatro años de su existencia dónde vivió para él, y Armando agradecía eso, pero sabía que no se puede forzar una relación ausente de amor.


El ex-presidente de la compañía se encontraba contemplando el retrato de Betty con su antiguo look que estaba en su billetera, cuando Marcela irrumpió en su oficina para pedirle que reasumiera la presidencia, Armando realmente no estaba interesado en lo que manifestaba la gerente de Puntos de Venta, por lo que simplemente le contó que no se le vería más por la empresa.

-¿Qué? ¿Pero por qué? ¿Te vas a ir detrás de ella? -Inquirió la pelinegra con angustia, la lastimaba que el hombre con el que había estado a punto de casarse se hubiera enamorado de Beatriz, a su parecer, era tan insignificante, ¿Qué tenía el moscorrofio que le faltara a ella? No comprendía y la odiaba por ello, por quitarle al hombre de su vida y también su empresa, que por cierto, su amado no dudó en otorgarle, aquella que su padre había fundado con Roberto Mendoza y que fue su ilusión desde su más tierna infancia, era injusto, esa mujer era la culpable de toda su desgracia.

- No, Marcela yo me voy de aquí como me debí haber ido desde el primer día en que me destituyeron, yo me quedé acá para tratar de recuperar mi honor, para sacar este barco del naufragio, y fíjate, de mi honor no quedó mucho, es decir, quedó nada, pero sí logramos sacar esta empresa adelante, hicimos negocios, las deudas ya están casi todas pagas, apoyé a Beatriz en su presidencia, ¿Para qué me quedo ah? Yo ya no tengo nada más que hacer acá. -Sentenció completamente resignado el accionista, su vida sin la doctora en economía, no tenía el menor sentido, nadie conocía la verdadera intención de su viaje, Armando se excusaba con que quería encontrarse a sí mismo, pero había muchas verdades en la conversación que tuvo con Doña Julia, y entre ellas, estaba que, si la hermosa financista no lo perdonaba, pagaría el precio con su vida, más no confesó que eso definitivamente no tendría lugar en Colombia.

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