29 Abriendo el juego

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-Quiero que me expliques que es lo que pretendes.-

Luciano estaba sentado en el sillón orejón verde bosque, frente a la ventana de cristal de su oficina. Marco prefirió fingir que no sabía a qué se refería, aunque no se dejó engañar por el tono suave de sus palabras. Tenía serias intenciones de tratar este "negocio" directamente, pero en vista de que aún no había hablado con Cecilia, preferiría esperar para abrir el juego.

-Deberías ser más específico-dijo mientras cruzaba con parisonomía una pierna sobre otra-no hay modo en que pueda imaginar el asunto al que te refieres, ya que como bien sabes tengo un sinfín de cosas ocupando mi tiempo.-

Simone se volteó y mirando fijamente a su interlocutor puso las manos con los dedos entrecruzados , en un movimiento estudiado sobre la mesa de fina madera pulida que brillaba como un espejo.

-No soy hombre de andar con rodeos, y sólo porque respeto quien eres no he tomado ya una actitud frente a tu comportamiento... otro hombre ya estaría muerto.-Añadió sin alzar la voz.

Marco sonrió y mantuvo la mirada fija en los ojos tormentosos de Luciano. No estaba midiendo fuerzas, hacía mucho que había descubierto que cuando se trataba de Cecilia no existía fuerza en el mundo capaz de igualarse a su voluntad, pero tenía que reconocer que Simone fue capaz de torcer las cosas a su conveniencia durante mucho tiempo, y eso lo convertía en un hombre inteligente (y por tanto un enemigo peligroso e impredecible) sacó del bolsillo una pluma estilográfica con punta dorada, probablemente de oro, y garabateó una cifra con varios ceros en un papel sobre la mesa y lo volteó hacia Luciano.

-Tengo intención de depositar esto en cualquiera de tus cuentas, además de financiar el cien por ciento de la entrada en tu proyecto de importación y exportación de Abu Dhabi sin cobrar interés ni acción ninguna.-

-¿Y qué es lo que se supone que tiene un valor tan alto de cuanto poseo que tanto deseas? Permíteme decirte que Miriam estaría dispuesta a acompañarte sólo por el placer de tu inestimable presencia, o tal vez, a cambio de una de tus raras sonrisas.-

Los oscuros ojos de Marco preludiaron, tuvo la certeza de que Luciano estaba desviando el tema dándole un escape para tratar de no perder el vínculo comercial que tanto anhelaba sin llegar a enfrentarlo... pero ya era demasiado tarde.

-No tengo interés alguno en tu... secretaria, Simone, y me parece que eso ya lo sabes. Quiero que liberes a tu esposa de toda responsabilidad para contigo o tu empresa, y quiero que lo hagas ya.-

-No tienes idea de con quién estás hablando... -Comenzó él en un siseo cuando Marco lo interrumpió con un gesto de la mano.

-No, eres tú quien no sabe en el camino de quién está. No quiero que lleguemos a la peor cara de este asunto, pero no mediré consecuencias para obtener lo que quiero... y en este caso es a Cecilia.-

La risa ronca y grave de Luciano Simone se propagó lenta y progresivamente por toda la habitación mientras él echaba la cabeza hacia atrás y disfrutaba un momento de algo que le resultó en extremo hilarante. La incredulidad lo tomó sinceramente por sorpresa. Jamás habría imaginado que un hombre tuviera el valor de decirle a la cara que "quería" a su mujer, y que un par de minutos después aún estuviese respirando tranquilamente el mismo aire. Sabía que hablaba en serio ya que sus hombre le informaron que habían visto a su esposa dejando el apartamento del musulmán un par de tardes en los últimos días, después de pasar varias horas allí...¡Maldita fuera, ya ni siquiera se dejaba tocar por él desde hacía casi dos meses! La risa se convirtió en un rugido que surgió desde lo más profundo de su pecho mientras sus ojos se inyectaban de rabia. Se movió con una agilidad asombrosa para un hombre tan corpulento y en unos segundos hubo pasado el escritorio y estaba abalanzándose sobre el otro. En ése momento olvidó el dinero que había perdido en una desastrosa inversión y que hoy lo hacía necesitar de la asociación que Alí le ofrecía, no midió las consecuencias de lo que una guerra personal entre él y su mayor inversionista del medio oriente supondría... sólo sabía que ése era el hombre que quería apartarlo de ella, y Cecilia le pertenecía.

Con un rápido intercambio Luciano se encontró en el suelo con la rodilla de Marco entre el pecho y el cuello, presionando hasta dejarlo inmóvil. Abrió los ojos genuinamente asombrado de haber subestimado a su rival, lo que lo hacía ahora una víctima y no el agresor peligroso que acostumbraba. Pensó en gritar a sus guardaespaldas, apostados tras la puerta, pero la presión que ejercía Alí lo impedía.

-¡No saldrás vivo de este país!-escupió con el poco aliento que tenia.

-Como yo lo veo, tal vez seas tú quien ni siquiera salga vivo de esta habitación. No puedes darte el lujo de hacerme desaparecer, soy demasiado conocido, no un mafioso escondido de la ley- Dijo con una irónica sonrisa y la voz engañosamente suave - Esta vez no hay una mujer despechada a quién encargarle el trabajo para que nadie sospeche de ti.-

Alí lo soltó y volvió a sentarse sin apartar la mirada del otro ni por un instante. Luciano se incorporó y sin preocuparse por arreglar el desastre de sus ropas se acercó al aparador y se sirvió una dosis generosa de whisky que vació de un trago. Respiró con dificultad repetidamente hasta que logró serenarse nuevamente. Estaba claro que aquel hombre estaba muy bien informado sobre su pasado... eso lo descolocó.

-Supongamos que yo decidiera pensar en el futuro de mi hijo, que en éste momento está en condiciones inciertas...¿Qué te hace pensar que Cecilia va a cambiar la vida que lleva por una aventura con un hombre a quien apenas conoce?-

Se volteo al escuchar una carcajada auténtica en Marco. Este se levantó y caminó hasta que quedaron frente a frente, apenas a pocos centímetros de distancia.

-Voy a decirte esto mirando a tus ojos porque no quiero que continúes malinterpretando mis intenciones (ni a propósito, ni sin querer)... no soy un hombre cualquiera a quién ella apenas conoce, no es una aventura lo que tendremos... ella es la razón por la que me levanto cada mañana, mi motivación para estar aquí, para haberte conocido y tenerte en este momento económica y literalmente en mis manos.-

- Pero...- evidentemente el otro hombre no entendía nada aún - ¿Por qué esta obsesión repentina, donde la viste siquiera una vez?-

-En Buenos Aires, hace más de diez años.-

Fue lo único que respondió Alí y se quedó esperando a ver la reacción de aquel que lo miraba confundido. Poco a poco notó cómo sus hombros se crispaban y una luz que resplandeció en los expresivos ojos azules de éste le dijeron que ya había descubierto todo, que sabía perfectamente con quién hablaba.
Luciano paseó lentamente la mirada por el rostro y las ropas del otro cómo si lo viera por primera vez, ahora lleno de desprecio.

-Tú eres aquel Marco... el cantantucho de quinta con quién se había encaprichado.-

-No, yo soy Sidi Alí Bala Hamed, tu inversionista mayoritario en todo oriente medio, hoy soy el dueño de más del setenta por ciento de "tus bienes", soy quién tiene en su poder el inventario de todas tus cuentas fiscales (inclusive aquella fantasma supuestamente no rastreable), las declaradas o no...- Caminó y apoyó la cadera en el escritorio y cruzó los brazos antes de terminar de hablar mirándolo todo el tiempo a los ojos- También soy el hombre a quién ama Cecilia y el padre de César... Estoy aquí por mi familia-

Mañana siempre será después Donde viven las historias. Descúbrelo ahora