Prólogo

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El sonido de la campana de la floreria se escuchaba en toda la tienda, llamando la atención de algunos clientes, casi siempre niños pequeños o adultos chismosos.

—Bienvenido a Marshflowers, espero que— con los ojos puestos sobre una flor, que la regaba dulcemente, no pudo ver quien era el nuevo cliente, pero si no oía gritos, era que ladrones no era. —su-su estadía e-en este lu-lugar se-sea de su a-agrado—. Rápidamente su cara se puso súper rojita al ver a su cliente; era muy pálido y guapo, sus ojos era hermosos, atrayentes con sus ojeras moradas llamando la atención y su cuerpo daba que decir.

Sus ojos se centraron en el chico de las manos en los bolsillos viendo sus plantas.
¿Desde cuándo se ponía nervioso por un chico? ¿desde cuándo se fijo en algún cliente? Estaba perdiendo el uso de la razón.

Un asentimiento fue tomado como respuesta con una linda sonrisa lasciva. 

Nervioso, sin darse cuenta, sintió sus zapatillas un poco mojadas. Al fijar su vista hacía el suelo pudo ver abundante agua cayendo como manantiales de su, ahora, triste plantita. Corriendo trajó un balde de agua e intentando quitarle la mayor agua posible, sin hacerle daño, de la maceta, que parecía que nadaba. 

Unas lágrimas salieron de sus ojitos, que rápido se volvieron en sollozos, siendo, inutilmente, callados con su mano. Había matado a una plantita por un hombre cara larguirucha.
Y estaba molesto, cómo se atrevía a cautivarlo de esa forma.

Los clientes, un tanto incómodos, salieron silenciosamente de su tienda, no sin antes darle golpes en la espalda en forma de consuelo, siendo algo reconfortantes. Sin darse cuenta, se estaba quedando solo con larguirucho cara guapa, y aunque intentaba no verlo, era imposible. ¡Él lo había destruido! ¡por su culpa se olvido de copito! ¡y también le estaba hacer dudar de su heterosexualidad! ¡descarado!

Sin darse cuenta el chico, con ropa completamente negra, se había acercado con unas rosas rojas y blancas y lo miraba atento. —¿Por qué lloraste?—. Se sorprendió por la voz grave que salió de las boca de su cliente, y también por la pregunta.

—Ma-maté a co-copito—. No sabía ni porqué estaba tartamudeando, por las lágrimas en sus ojos o por la presencia del contrario. Dios, como lo odiaba. No es que se sintiera tímido a su lado, solo que estaba algo aturdido.

—¿Lloraste por una planta?—. La sonrisa sarcástica que lanzó, hizo sonrojar y enojar al vendedor.

—¡Claro que llore por una planta!— exaltado miro al frente al sentir una mano en su mejilla secando el camino de lágrimas que se había formado unos minutos atrás. —O-oye—, un asentimiento de cabeza con un ligero "hmm" le dio a entender que siguiera con lo que decía, pero no sabía que decir.

El silencio se hizo presente cuando agarró la quijada de Marshmello, elegantemente, moviendola como si revisará todo su rostro. Queria morir. Un chico que habia entrando menos de una hora al negocio familiar había logrado sonrojarlo, enojarlo, alegrarlo y avergonzarlo. Y lo peor, ni si quiera tenían algún lazo especial.

—Eres tierno cuando te sonrojas—. Una risita salió de sus labios haciendo que las mejillas se calentaran más.

—Yo no estoy sonrojado,— contratacó como si buscara alguna pelea, y al ver la ceja del contrario levantada, le dio vergüenza pensar que estaba en un duelo con alguien, que al parecer no estaba en posición de combate. —So-solo estoy resfriado—.

—Si claro, te creo, bonito—. Dijo agarrando las rosas que habia olvidado que estaba con ellas y se las llevó.

Pasaron unos minutos en darse cuenta que el muchacho se había marchado sin pagar. Cuando lo viera, ese chico lo conocería. Ya no sería un gatito tímido, sería un puto león furioso por copito, las rosas que se llevó y su dignidad. 

(Sin editar, ¡gracias por leer!)

Flores // marshlanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora